🌙. Quinto mes .🌙

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🌙. Los mimos no dicen una sola palabra .🌙

—Jinko, ¿qué escribes? —preguntó una voz frente a él. Esa voz.

Alzó la cabeza y se permitió analizar a la persona que tenía enfrente: Akutagawa lo miraba con una ceja alzada, tratando de leer lo que estaba escribiendo en la mesita frente a la camilla del hospital. Había despertado medio día después de la operación, confuso y somnoliento por la anestesia. No fue hasta quince días después que permitieron hacerle visitas, cuando ya fue capaz de respirar por su cuenta y el peligro de contraer una bacteria había pasado.

Hace un mes y medio que lo visitaba, todos los días.

Dentro de un máximo de dos semana le darían el alta.

Sería justo el primero de mayo.

El día que habían fijado para cumplir sus promesas.

Atsushi le sacó la lengua como un niño que se niega a responder algo. Ese gesto provocó que el pelinegro bufara. Los primeros días de veía ausente, perdido en la nada de la pared de enfrente; salvo, mientas fueron pasando poco a poco, su semblante fue tomando color y su humor volvió a ser el mismo huraño de siempre.

—Un libro. —contestó Atsushi, continuando con su anterior escritura.

—Eres tonto. —dijo Akutagawa. Nunca nadie lo había insultado con tanta elegancia y prepotencia como lo hacía él.

—¿¡Y eso a qué vino!? —protestó, con un mohín de molestia.

—Oh, perdón. Pensé que estábamos jugando a decir cosas obvias.

Contuvo las ganas de lanzarse encima de él y comenzar una pelea. Aún tenía algunos aparatos extraños conectados al cuerpo y no quería dañarlo. Volteó la cara con un «¡Jum!» y giró sus ojos hacia el reloj junto a la puerta para verificar si ya era la hora para que la enfermera hiciera la revisión matutina.

Fueron solo unos segundos.

Suficientes para que Akutagawa, presto, arrebatase de las manos del albino el puñado de hojas en las que había estado concentrado la mayor parte de la mañana, quitándole toda la atención que merecía él.

Sí.

Estaba celoso de un puñado de fibra vegetal estirada.

¿¡Algún problema!?

—Así que dos chicos que comparten un tazón de Chazuke a la luz de la luna... —aunque Atsushi había tratado de quitarle las hojas, fue en vano. Akutagawa leía con diversión—. No sabía que tuvieses esos gustos, Jinko —sus labios se crisparon en una sonrisa sugerente.

—¡Ca-cállate! —el rostro de Atsushi estaba rivalizando con el cabello de Chuuya.

—¿Deseas eso? —preguntó, ahora serio.

El peliblanco ladeó la cabeza como un cachorro confundido.

—¿Eh?

—¿Que si deseas que eso se cumpla? —repitió, por primera vez, no se exasperó por la lentitud del peliblanco, sino que le causó una sorprendente ternura. ¿Qué mierda le habían implantado junto con el pulmón?

Sus iris se quedaron clavados en el rostro de Atsushi, quién tenía una nueva mueca desconocida por él y que le ocasionaba escalofríos: una sonrisa astuta.

Atsushi era todo menos los adjetivos referentes a inteligencia.

Le vio poner sus manos sobre el colchón de la cama e inclinarse hasta que sus narices rozaran, un movimiento audaz y peligroso; como un tigre que acecha a su presa. Dijo, sin quitar esa sonrisa lobuna, usando unas palabras que el pelinegro conocía muy bien, pues él mismo las había dicho:

𝑆𝑡𝑟𝑎𝑛𝑔𝑒𝑙𝑦 𝐻𝑎𝑝𝑝𝑦 |❣︎| 𝐒𝐡𝐢𝐧 𝐒𝐨𝐮𝐤𝐨𝐤𝐮 |❣︎| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora