CAPÍTULO 6

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Esa noche no fue para nada tranquila.

Luego de terminar con los presupuestos que debía enviar a la oficina, Tayler pasó al bañó a cepillarse los dientes, se cambió la ropa que había usado ese día por la pijama y se acostó en la cama. O más bien trató de acostarse, pues Evan estaba durmiendo casi en posición 'estrella', como ellos le llamaban, lo que no le dejaba mucho espacio para acomodarse.

Sin embargo, logró quedarse dormido, lo cual no duró mucho tiempo pues solo dos horas después sintió algunos gemiditos a su costado.

—No me siento bien —respondió su niño cuando le preguntó qué era lo que pasaba.

—¿Qué sientes, bebé? ¿Te duele tu barriguita? —trató de indagar en lo que le ocurría al tiempo que trazaba suaves círculos sobre su estómago.

Uhum —asintió algunas veces mientras se inclinaba para comprimir la molestia.

—Tranquilo, ¿Sí? —dejó un beso sobre su cien—. Voy a buscar la caja con medicinas.

Tayler ya había echado las sábanas a un lado para levantarse, pero en menos de dos segundos escuchó una arcada y Evan terminó por vomitar sobre sí mismo, ensuciando también la cama.

El chico de inmediato pidió disculpas mientras sus ojos se aguaban, a lo que el mayor lo calmó y le dijo que no pasaba nada.

Primero, como era su prioridad, levantó a su bebé del desastre que era su lado de la cama y se lo llevó al baño para limpiarlo y asegurarse de que no necesitara expulsar nada más. Luego volvió para tirar las sábanas sucias a la lavadora y poner otras nuevas sobre el colchón.

Puso a su pequeño sobre la cama, en una mullida manta de ositos, con varios juguetes esparcidos alrededor para que dejara de llorar, pues le partía el corazón verlo triste. Comenzó a mudarlo de ropa; le quitó el mameluco (el cual también fue a parar a la lavadora) y lo dejó con una camiseta ligera y el pañal a la vista. Así quizás se sentía mejor pues su cara estaba un poco colorada.

Lo cogió en brazos y comenzó a pasearse por la habitación con él, rebotándolo un poco y arrullándolo con una voz calmada al oído, para que así pudiera volver a dormir. Evan permanecía con una expresión fatigada y con unos movimientos aún más torpes y lentos.

Al cabo de media hora lo consiguió, sintiendo su cuerpo más pesado y con una respiración profunda. Le pusó el chupón en la boca y lo dejó con cuidado sobre la cama antes de ir a chequear el improvisado lavado.

No se resistió a sus impulsos, él mismo se dispuso a limpiar las manchas de la ropa, pues era uno de los enteritos favoritos de su niño, y si luego descubría que se había arruinado estaría muy desanimado. No dejaría que sintiera esas cosas si podía evitarlo.

Con la ropa lista, no dejó pasar las sábanas. También las desmugró a mano, para luego volver a meterlas en la lavadora y dejarlas impecables para mañana. Sí, era un maniático, pero eso al menos servía de algo.

Una hora y media más tarde había terminado con todo, con los párpados pesándole toneladas  y solo deseando acurrucarse junto a su amado baby boy y dormir tranquilos los dos hasta mañana. Por precaución se llevó un cubo hasta la habitación, y lo dejó junto a la cama, en caso de un segundo accidente.

Verificó que el sueño de su pequeño fuera tranquilo, antes de apagar la luz de su mesilla de noche y ponerse a descansar. No dormiría absolutamente nada esa noche.

 No dormiría absolutamente nada esa noche

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Baby Boy Watercolors (ABDL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora