—Evan, no lo pongas más difícil —Tayler llevaba un par de minutos tirando de la puerta del copiloto.
—¡No quiero! —por el otro lado el castaño agarraba la manija y la retenía—. Llévame a casa.
—No te servirá de nada cerrar, aquí tengo las llaves —le enseñó el control a distancia cuando el chico al fin había logrado ponerle el seguro a la puerta. Dejó un pequeño margen para permitirle salir por su cuenta, pero ya que eso no ocurrió, suspiró para luego agregar—. Si no obedeces no tendré más remedio que castigarte cuando volvamos. Te daré hasta tres para que vengas aquí conmigo.
—Tayleer.. —gimió alargando la 'e', rogándo que no empezara un conteo en público. Estaban en la planta baja del edificio, y nadie circundaba pero, el solo hecho que lo obligara a salir de esa manera era bochornoso por decir poco.
¡Al diablo con sus reglas! ¿Qué podría pasar?
—Uno... —levantó su pulgar para enseñarle que iba en serio. Evan frunció los labios, desviando la mirada de la ventana. No iba a caer.
Estaba poniéndolo en la posición de un niño incluso cuando no estaban del todo sumergidos en sus roles. Su orgullo no iba a soportar un golpe como ese, ni en ese momento, ni cuando llevaran treinta años de casados.
—Dos... —se le unió el índice. Su voz se había vuelto un poco más amenazante y daba miedo.
¿Cuándo había sido la última vez que lo había ignorado? Puede haber sido hace tres años. Por ese entonces Evan tenía diecinueve y siendo un little inexperto se había fugado de un tiempo fuera. Tayler había usado el mismo método para traerlo de vuelta pero él no había hecho caso, y gracias a eso se había ganado cinco nalgadas por cada número contado.
¿Quería repetir esa experiencia tan pronto volver a casa ese día.
Con un bufido se resignó a ser tratado como un niño, agarró su morral y abrió la puerta, sin bajar su seño fruncido.
—Muy bien ¿Terminó tu rabieta ya? —le preguntó mientras cerraba el auto. Al ver que lo ignoraba advirtió—. No me gusta cuando no contestas, Evan.
—Y a mi no me gusta que no hagas lo que te digo —respondió. Vio la expresión de Tayler y decidió apaciguar su molestia—. Esta bien, lo siento.
—¿Por qué estás siendo tan gruñón, amor? Por la mañana estuvo todo muy bien, comiste tu avena, dormiste varias horas —enumeró mientras tomaba de los asientos traseros el bolso en donde llevaba su portátil y algunas carpetas—. ¿Puede ser que te hayas mojado? ¿Necesitas un cambio, pollito?
—¡No! —negó sintiendo el rojo acudir a sus mejillas ¡Lo estaba haciendo a propósito para vengarse!—. Y no digas esas cosas tan naturalmente.
—Era una posibilidad nada más. Solo quiero saber qué es lo que pasa —le tomó la mano para comenzar a caminar hacia el ascensor del nivel—. ¿Puedes decirme?
—Estoy nervioso, y no estoy del todo cómodo sacando esto fuera de casa —le confesó—. Siento que todo el mundo podrá ver mi pullup, tus compañeros de trabajo, amigos.
—Tu ropa cubre bastante, no tienes que preocuparte por eso, bebé —había elegido ese conjunto especialmente para minimizar ese tipo de incomodidades. Los jeans holgados y el suéter cuello tortuga también disimulaba muy bien—. Tendrían que fijarse demasiado para notarlo, y nadie aparte de mí te mira tanto el culo.
Evan no pudo evitar reirse con su comentario. Así como sabía molestarlo, también podía calmarlo con sus ocurrencias.
—Además, estaremos los dos solos en mi box todo el tiempo. No necesitas salir ni hablar con nadie —hizo una pausa cuando las puertas metálicas los dejaron entrar a la cabina—. ¿Traes tus materiales verdad? ¿Tus sketchbook y libros?
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Baby Boy Watercolors (ABDL)
AcakComo muchos otros, Evan Payne, un chico ABDL, se ha dado cuenta de que el trabajo para diseñadores es muy escaso, pero debido a cuestiones de orgullo y perseverancia ha decidido optar a un empleo realmente desgastador que lo consume día a día, ignor...