Sus padres... ¿Pero qué demonios estaban haciendo ahí? No les había pedido venir ni nada.
También había una tercera persona parada junto a ellos. Ese oscuro cabello largo y esa blusa crema cuello bebé. Gemma, su hermana pequeña, para complicar todo todavía más.
Esa niña de seguro no había perdido un paso de él al caminar a la puerta, y lo corroboró cuando se acercó a la madera y tocó.
—¡Oye, Tay! Puedo sentir que estás ahí —acercó su propio ojo al lente—. Abre.
—Maldici... —se calló justo a tiempo al ver el rostro asustado de su niño. Ya estaba lo suficientemente alterado con las voces que había escuchado fuera, no quería agregar más presión.
Sus ojos saltaron a la sala, con todo tan difícil de esconder. Los juguetes desperdigados por todos lados, el tapetito de colores en medio de la alfombra, la tele chillando canciones infantiles, la mesa llena de crayones, incluso había puesto el cambiador en el sofá para no tener que ir con su pequeño hasta la habitación.
¿Por qué a él? Y justo cuando Evan parecía empezar a tomar el ritmo
—Tenemos que esconder todo esto —se acercó, cambiando totalmente la manera en que lo había tratado en la mañana. Se decepcionó tanto cuando en un segundo Evie estaba fuera de ese desliz—. Ve a cambiarte mientras yo arreglo aquí.
—Voy —se desató el babero y lo dejó en sus manos, al tiempo que caminaba hacia el pasillo.
—Evan, no te quites el pañal. Ponte algo holgado encima —le dijo antes de que desapareciera por la puerta—. Y no me pongas esa cara, señorito.
—Voy a matarte cuando esto termine, te lo juro —dijo entre dientes.
—Te escuché —exclamó.
El azabache armó una de las cajas que tenían en la cocina y metió todo dentro. El tapete, los juguetes y los biberones de la cocina. Apagó la tele. Escondió también los platos de caricaturas, pateó debajo del sillón el cambiador y las botellas. La caja llena de cosas la puso en la habitación contigua a la suya y se cercioró de que no hubiera nada a la vista.
En cualquier caso, desde el inicio de su relación, tenían preparada una cohartada, que era simple y llanamente decir 'lo olvidaron los sobrinos de Evan'. Desde que habían empezado su relación Abril tenía niños pequeños, al inicio Alisa y ahora los mellizos, Elliot y Daiki. Si encontraban por ahí un biberon, un juguete o cualquier otra cosa (exceptuando los chupones y pañales ABDL) podían hacerlo pasar por un descuido de la pelirroja.
Con el corazón desbocado se acercó a la puerta, chequeando por ultima vez la sala, que ahora parecía normal y corriente.
—Hola —saludó a los tres, intentando esconder a tiempo su tensión.
—Hola, hijito —su madre se acercó para abrazarlo, dejando en sus manos, como siempre, su bolso y su chaqueta—. ¿Cómo estás, Tayler?
—Bien, bien. Un poco ocupado estos días —lanzó una indirecta, pero ella no lo advirtió. Y mejor así, tenía la mala costumbre de lanzarle uno que otro manotazo cuando era 'maleducado'—. Hola, papá ¿Cómo va el trabajo?
—Bien como siempre, no han habido muchos cambios —también tuvo que tomar su chaqueta. No le gustaba su costumbre de verle cara de perchero.
Y por si fuera poco sintió unos brazos cerrarse en su cuello y un peso adicional. Luego vinieron las piernas rodeando su cintura. Tuvo que tomarse un segundo para estabilizarse y dejar las pertenencias sobre el arrimo antes de agarrar a su hermana y hacerla girar.
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Baby Boy Watercolors (ABDL)
RandomComo muchos otros, Evan Payne, un chico ABDL, se ha dado cuenta de que el trabajo para diseñadores es muy escaso, pero debido a cuestiones de orgullo y perseverancia ha decidido optar a un empleo realmente desgastador que lo consume día a día, ignor...