Primera vez y necrofilia.

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¡Hola mis bonitos lectores! No se asusten por el título, irónicamente fue el primer capítulo que le pensé a esta historia, solo que acabo dando cierto giro, muchas gracias a todas las personas que se toman el cariño para leer.

¡Espero que les guste!

—¿Cuándo te enamoraste de mí?

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—¿Cuándo te enamoraste de mí?

—¿Cuándo? —La perplejidad que chispeó en esos grandes ojos cafés lo embelesó, él trató de disimular sus nervios, sin embargo, estaban recostados demasiado cerca en aquel sofá—. No lo sé.

—Esa es una respuesta poco romántica, onii-chan. —La indignación le coloreó los mofletes, sus piernas se enredaron—. Deberías esforzarte más para seducirme. —Las manos de Aslan lo recorrieron como si se tratase de alguna obra digna de memorizar.

—No estoy seguro del momento, nunca antes había tenido que lidiar con estos sentimientos. —Una trémula risita electrificó la atmósfera—. Probablemente llevo ocho años amándote. —La vergüenza se matizó en una caricia, él se acercó, sabiendo que a pesar de esa feroz fachada galante a él lo hacía suspirar esta repentina timidez.

—Realmente te deben gustar los problemas. —Él se encogió de hombros, sus yemas se deslizaron por una cascada dorada, su corazón se ahogó en un océano esmeralda.

—Fue inevitable. —La nariz le cosquilleó—. ¿Cuándo tú te enamoraste de mí? —Eran dos hombres adultos recostados de frente en un viejo sillón, ellos contaron estrellas en el techo mientras las promesas danzaban en las cenizas.

—Cuando te vi saltar. —Esa respuesta lo tomó por sorpresa—. Esa fue la primera vez que vi a una persona volar. —La boca le tembló, los latidos se le acribillaron en la garganta, él trató de bajar la mirada, no obstante, esos jades lo deslumbraron.

—No fue gran cosa. —De repente él se profesó cohibido—. Y eso que no me viste saltar durante mis días de atleta, cuando de verdad sabía hacerlo. —Él negó, sus toques se derritieron cual terciopelo encima de su cordura, el bamboleo de sus pestañas fue una brisa arrebatadora.

—Cuando andabas con ese sexy uniforme. —Aunque sonrió para aligerar la tensión su mente ya estaba funcionando al revés—. Con esos pantalones cortos.

—Le dije a Ibe que te dejara de mandar fotografías. ¿Por qué sigue enviándotelas? —Tenerlo tan cerca era un deleite mortífero, porque esto era real, esa barrera entre ellos dos finalmente sucumbió ante el filo de la sinceridad.

—Porque se las sigo pidiendo. —Él bufó—. Necesito presumir a mi lindo esposo.

—¡Pero no así! —El calor se le agolpó en las orejas—. ¿Con qué cara los miraré en la boda? —Uno de los cojines cayó hacia el suelo por el jugueteo de piernas.

—Tendrás que pedirle mi mano a Max antes de comenzar con los preparativos. —La picardía que el japonés le regaló le heló la sangre, sus movimientos cesaron sobre su cintura, su agarre se tensó.

Manual para un papá soltero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora