Parte 1 / I.

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PARTE I.
INVIERNO.

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Era un día de inverno bastante cálido, algo que me parecía bastante contradictorio, y al mismo tiempo, me tranquilizaba.
Desde la acera donde nos encontrábamos podíamos observar nuestro nuevo hogar; un edificio alto, de al menos cinco pisos, paredes en tono gris, con una puerta doble de vidrio polarizado, árboles cuyos nombres no sabía, pero los cuales con su aroma eliminaban un poco el olor de la ciudad.
No dejaba de ver, oler y querer tocar, porque todo era nuevo para mí.
Y es que era fascinante; los olores se combinaban entre sí, ocasionando que algunos fueran agradables y otros, no tanto; los colores parecían más vividos, y la música que nos rodeaba no era más que los autos acelerando, las llantas rosando con el pavimento y las conversaciones al aire que no lograba entender.
Y entre todo este cúmulo de colores, olores y sonidos nuevos, estaba yo, junto a mi mejor amiga. Era un inicio.

—¿Estás realmente segura?

—Ya estamos aquí, ¿no?

Giró a observarme y tras un asentamiento de cabeza combinado con un suspiro profundo, respondió con su típico tono humorístico:

—Bueno, en eso tienes razón, sería tonto retractarnos cuando hemos cruzado siete ciudades.

Evité reír, aunque si lo llegaba hacer sería más por los nervios que la gracia de su chiste. Nos observamos unos segundos más, su mirada estaba llena de determinación, como si supiera que paso tomar tras el siguiente sin antes haber dado alguno, mientras yo trataba de tomar el coraje suficiente, porque sentía mi cuerpo entero temblar.

—Bien, andando, Ren —dije, sintiendo los hombros rígidos.

El primer paso siempre es el más importante; el pequeño paso tambaleante con el que iniciamos nuestra primera caminata, el primer paso dentro de la escuela, el primer paso a un nuevo trabajo, o el primer paso hacia un nuevo destino, incluso tenemos el icónico primer paso en la luna.
Todos los primeros pasos son importantes, para la humanidad o por nuestra individualidad, porque marcan nuestra valentía y nuestros sueños, nuestras aspiraciones y lo que podemos lograr con solo apoyar el pie en el piso.

Así que ahí estaba yo, apunto de dar mi primer paso glorioso a un camino de ser independiente y una mejor salud mental, la primera caminata hacia un nuevo destino que yo misma había escrito.
O eso creí.
Porque en realidad fue interrumpido y cambiado por un empujón contra mi mejor amiga que casi terminó en mí caída, de no ser por sus reflejos y sus ganas de discutir con cualquier persona.

Escuche el leve quejido de Ren y sus insultos al aire. Moviéndome bruscamente, volvió al ataque.

—¿Qué? —me dio vuelta, observándome con el entrecejo tan fruncido que solo faltaban unos milímetros para que sus cejas colisionaran— ¿Qué mierda, Dai? ¿No sabes caminar?

Con un posible estupor impregnado en la cara, Ren abanico sus pestañas y centro su mirada detrás de mí, y con eso, sus cejas llegaron a tocarse.

—No fue mi culpa —susurré como respuesta vaga, como si ella aún me prestará atención.

—Oye —Ren me empujó— fíjate por donde vas, imbécil.

Con su empujón estuve a la de nada de caer al piso, con pasos estridentes y que casi eran brincos, sostuve mi equilibrio y pude ver detrás de mí.
Un hombre alto, que cubría su cara con una bufanda negra hasta un poco más arriba de la nariz, nos observaba en una expresión difícil de comprender.

𝗦𝘂𝗻𝘀𝗵𝗶𝗻𝗲 | Vol. IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora