「09」

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Narra Isabella.

Llegué a casa de la ojiverde en un taxi, suponiendo que la hora de trabajar había acabado. Pasé toda la tarde junto a Erick, hace tiempo no me relajaba, ya que siempre tenía que salir estresada de mi empleo.

Los guardias me dejaron entrar como la vez pasada, y al no tener aún las llaves, ellos tuvieron que abrir la puerta.

Les agradecí.

Al notar que no había nadie en el living, más que Molly recibiéndome, decidí preguntarles a las señoras de aseo.

—Buenas noches. ¿Han visto a Madeleine? — me acerqué a una señorita de unos veinte años que estaba barriendo el suelo.

—Sí. No es por ser mala persona, pero nos dijo que, si preguntaban por ella, le dijéramos que estaba ocupada y que no le interrumpiéramos. — finalizó con una cara de preocupacón.

—Entiendo. Bueno, las dejo, cuídense. — dije mientras observaba a el resto de empleadas domésticas.

Como siempre, ocupada.

Debido a su ausencia y porque realmente lo necesitaba, tomé una ducha en el baño de mi habitación. Luego de ese relajante y refrescante hecho, me vestí con un pijama, algo corto y de color rosa palo.

Parece que no vamos a cenar, aunque realmente no me importaba porque no tenía hambre y tampoco quería molestarla siendo que tengo mis manos en buenas condiciones.

Me preocupé por mi mascota, pensando en que podía tener hambre, pero recordé que Molly tenía un dispensador de comida y agua, así la tranquilidad volvió a mi mente.

Ya que no tenía nada que hacer, tomé mi celular y llamé a Erick. Nos quedamos dormidos en la llamada y me di cuenta de eso cuando desperté en medio de la madrugada, a la tres. Hablamos solamente como dos horas y la llamada duró el doble.

En esa larga charla, le conté acerca de todo lo que sucedió con Madeleine y ambos coincidimos en que era una tipa rara y cruel, pero que yo estaba aprovechando muy bien lo que me ofreció.

Colgué. Por suerte yo le había llamado, porque de lo contrario, la compañía le hubiera cobrado un riñón a mi rubio. No es que yo sea millonaria, simplemente que contraté un plan ilimitado, el cual tristemente se vencía este mes.

Tiempo después

Dormí como una reina en la cómoda cama, al levantarme de ella noté que la señora de limpieza me había dejado el traje que debía utilizar hoy. ¿A qué hora se levantarán ellas? Encendí nuevamente mi celular y me di cuenta que eran las seis y media, buena hora. Me pregunto si Madeleine durmió bien...

Vi una bandeja de plata colocada en el escritorio que tenía mi habitación, estaba llena con comida exquisita, hotcakes, unas fresas y huevos revueltos en un pequeño plato. Saboreé mis labios, pero en vez de ponerme a comer, decidí ir al baño, para lavar mi rostro, cuerpo y dientes.

Cuando finalicé la fría ducha, me puse una camiseta holgada por mientras, ya que temía ensuciar la ropa de marca que Madeleine había elegido. Saqué mi teléfono, que estaba envuelto entre las sabanas, y comencé a ver una serie. A la vez que saboreaba el exquisito manjar que me habían preparado, miraba la entretenida serie. El tiempo se pasó volando y cuando me di cuenta ya sólo quedaban veinte minutos para vestirme. Mierda, segundo día y comienzan mis atrasos.

Lavé nuevamente mis dientes y me vestí rápidamente. Al verme en el espejo me enamoré, me veía como esas típicas chicas de revista. Tapé mis ojeras con un poco de maquillaje y usé el perfume que traje desde mi antiguo hogar.

Agarré mi pequeño bolso y salí corriendo hacia las escaleras, sin antes despedirme de mi mascota. Me percaté que en el living estaba Madeleine, con una sonrisa hipnotizante. Observé su curvilíneo cuerpo, encajaba tan bien en un vestido azul marino, algo corto. Dejaba a la vista sus hermosas y largas piernas con esa prenda. Tragué saliva cuando noté que pilló mi mirada en sus anchas caderas.

—¿Nos vamos? — fingí seguridad.

—Claro. —murmuró mientras revisaba su teléfono.

Caminamos juntas hacia su auto y nuevamente estaban los guardaespaldas. Mierda, será difícil no reparar en esos hermosos ojos color verde.

Nuevamente su cuerpo estuvo cerca del mío, ya que nos sentamos juntas. Me fijé que estaba hablando por llamada, así que hice lo mismo que el día anterior. La música alegraba mi día.

Eliot me guiñó un ojo y yo simplemente sonreí. Es que tampoco podía ser tan maleducada de no responder.

—¿Por qué ayer llegaste tan tarde? — dijo la ojiverde, mientras me miraba con furia.

Al parecer Madeleine se percató de que mi sonrisa se dirigía hacia su guardaespaldas, porque su tono de voz era serio. Qué coincidencia que acabó su llamada cuando notó nuestra interacción.

—Salí con Erick. Tuvimos unos problemas y él también renunció. — dije con sinceridad, mientras retiraba los audífonos de mis oídos.

Tenía ganas de pedirle empleo inmediatamente para mi amigo, pero no era el momento y mejor dejaría que las cosas se dieran.

—Ya. — su mirada de rabia pasó a ser fría.

—Lo siento, ayer tenía cosas que hacer, por eso no pudimos cenar juntas. — yo sabía que realmente ella no lo sentía.

—Está bien, no es tu obligación. — dije mientras la observaba con atención.

—Claro que lo es, te dije que me haría cargo de todo. Y no pude cumplirte.

Le sonreí y ella buscaba algo en mi mirada. Esperó que yo respondiera, pero no lo hice. El resto del camino fue un silencio por parte de todos los que estábamos en el coche.

Eleuteria ; Lesbian [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora