*Narra Tsukishima*
No sabía qué había hecho mal.. Solo le había besado. No había nada de malo en ello. Normalmente hubiese sido yo el que cortase el beso, o para empezar no se lo hubiese dado. Me parecía que se encontraba mal y traté de animarlo de alguna forma, ¿no es así cómo debo comportarme con mi novio?
No entendía nada. Nunca antes había tenido pareja. Siempre estuve muy ocupado con los estudios, los viajes de mis padres, los partidos de Akiteru y... Bueno.. preocupándome por Yams.
Antes tenía que protegerle de los abusones de la escuela. Eran unos tipos realmente pesados. No se cansaban de recalcar los defectos que para mí eran los detalles que le hacían ser aún mejor. Creo que una de las principales causas de su actual inseguridad fue el hecho de que nunca se lo hice saber. Nunca le dije lo perfectas que eran sus pecas, lo bellos que eran sus cabellos verdes, lo idóneo que era su tamaño a pesar de estar más delgado y ser más débil que el resto. Creí que con mis gestos bastaría, pero debí haber recalcado que siempre iba a estar con él, que siempre le iba a proteger. Incluso si me alejé nunca paré de mirar por él. Le cuidaba desde la distancia, acallaba los rumores que se formaban por aquellos chismosos pasillos y ahuyenté a todo aquel que se atreviese a ponerle un dedo encima.
Después de todo lo que hice, después de todas las decisiones que tomé, fueran erróneas o no, al fin logré tenerle a mi lado. Tras todas las horribles consecuencias que tuvieron mis actos, ahora no pasaba nada. No había de qué arrepentirme, porque ahora Yams estaba conmigo.
Aunque todo había salido bien, había algo que me inquietaba. No tenía ni idea de por qué su actitud cambiaba tan rápidamente. ¿Cómo es que de un día para otro era capaz de actuar con tanto desapego?
Antes de entrar al pabellón, agarré su muñeca y lo detuve. "Yams, ¿ocurre algo? Te noto algo extraño.." Yamaguchi sonrió mientras aseguraba encontrarse perfectamente. Era una sonrisa forzada, demasiado falsa como para pasarla por alto, pero estábamos a punto de entrenar. Ya tendría tiempo de hablarlo más tarde.
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En los vestuarios, las voces de mis ruidosos y molestos compañeros inundaban la sala y retumbaban entre las blancas y finas paredes. Todos parloteaban sin parar acerca de la Navidad y las ansiadas vacaciones que les esperaban en unas semanas. Todos menos Tadashi, que no había abierto la boca desde que pasamos por la puerta metálica del polideportivo.
Ignorando por completo las numerosas conversaciones que se escuchaban de fondo, decidí animar un poco a Yamaguchi. "Oye, ¿quieres ir a por un helado antes del entrenamiento de esta tarde?" Se giró de inmediato, soltando la camiseta que estaba a punto de ponerse.
No puedo mentir. Que Yams no tuviese nada cubriendo su torso, me incomodaba un poco. En otra situación, podría haberme quedado mirando aquel cuerpo pálido, pecoso y ligeramente tonificado, pero ahora no. Se vería raro. ¿En qué estaba pensando?
"Vale, supongo que puedo ir. El dentista no mencionó nada acerca de comer helado." Entonces sonrió con timidez, esta vez de verdad y sin cubrir sus dientes.
Por algún motivo que desconozco, me alegró enormemente el saber que íbamos a pasar la tarde juntos, a solas. Como una cita. Ay Dios... ¿Era una cita? ¿Hacía falta especificar? "Tsukishima.. ¡Tsukishima!" La voz de aquella mandarina humana me llamó desde la otra esquina del vestuario.
Apenas me di cuenta de que no me había movido en todo este tiempo y seguía sin haberme cambiado. Mi mente se despistó por un momento y supongo que ignoré todo lo demás.
"Oye cuatro ojos, date vida. Tengo que cerrar hoy." La irritante voz del Rey parecía exigirme rapidez. Ah no. No, no, no. "¿Quién te crees que eres para hablarme así? Oh perdón su majest-"
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A tu lado - Tsukkiyama
FanfictionDos jugadores de voleibol (aparentemente idiotas) no se dan cuenta de que la "amistad" que trataban de salvar era en realidad el resultado de sentimientos enterrados y promesas infantiles. Todo el equipo menos ellos notan la enorme tensión que hay...