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Esta historia comenzó una noche en la que me sentía particularmente sola. Había estado pensando demasiado en el trayecto a casa. Bajé del autobús, como todas las noches, y di el primer paso para tomar mi ruta de siempre. Levanté la vista para detenerme en seco.

Había alguien en la esquina, justo debajo de un farol, mirándome fijamente.

Era un hombre alto, con el cabello oscuro y largo, lo suficiente como para que sobresaliera de la gorra que llevaba puesta. Su mirada era penetrante, aun cuando sus ojos no pudieran verse claramente.

Miré a mi alrededor. La parada se estaba vaciando rápidamente, todas las demás personas caminando ya en otras direcciones que no eran la mía. Decidí tomar otra ruta de improviso, con la esperanza de que él no me siguiera. Agaché mi cabeza y comencé a caminar rápidamente, sin voltearme... oí pasos detrás de mí, consistentes. Aumentaba mi velocidad, él también lo hacía.

En algún punto el pánico se apoderó de mí y corrí, dando vuelta en cada esquina que podía. Era tan tarde que ni siquiera pasaban coches. No lograba perderlo, sabía que iba detrás de mí y no iba a gastar tiempo volteando. Intentaba encontrar un negocio abierto, algún lugar donde pudiera refugiarme... en vez de eso, vi un pequeño local iluminado al final de la calle. Tenía un letrero muy pequeño que no me paré a leer: entré y cerré la puerta detrás de mí.

Me tiré al suelo y me escondí bajo una mesa, respirando entrecortadamente. Estaba comenzando a reconsiderar la idea: ¿cómo sabía que no me había visto entrar? Si me encontraba, estaba atrapada.

Alguien se acercó desde el fondo del local: podía ver sus zapatos desde abajo del mantel. Habló una voz de mujer. "No te preocupes, querida. No podrá encontrarte aquí. Puedes salir, si quieres... ese rincón no se ve muy cómodo."

Asomé mi cabeza lentamente, encontrándome con una señora que bien podía tener 50 u 80 años; era difícil saberlo. Su cabello era algo canoso, mas su cara parecía la de una mujer joven. Llevaba unos aretes que brillaban con el reflejo del escaparate, y unos lentes colgando de su cuello. Me ofreció su mano para levantarme, que decidí tomar.

"¿Cómo sabe que no podrá verme?"- pregunté, con un toque de desconfianza.

Ella me hizo un gesto hacia la ventana. "Míralo por ti misma".

Me acerqué para encontrarme con un verdadero espectáculo; el hombre caminaba de un lado a otro muy cerca de la tienda, buscándome. Es más, en algún momento hasta me miró fijamente, extrañado, como si no pudiera verme. Después de unos momentos se rindió, y dio la vuelta a la otra calle.

"Ponte cómoda- habló la mujer desde atrás del local, ignorando completamente lo que acaba de pasar- ¿Quieres una taza de té?"

Me giré hacia ella, incrédula. Podía ver su sombra moviéndose en otra sala.

"¿Perdón?" respondí. Ella asomó la cabeza con una tetera en la mano.

"Té - dijo, levantando la tetera- Ya sabes, pones las hierbas en el agua y al hervir..."

No la dejé terminar la frase. "Sí, conozco el té, gracias. Pero, lo que acaba de pasar..."

"¿Entonces sí quieres una taza?"- interrumpió ella.

"Sí, estaría bien. Sólo..."

"Voy a ello."- me cortó, y regresó a lo que asumí era la cocina. Suspiré. Sabía que si salía de la tienda me arriesgaba a encontrarme con mi perseguidor, así que mi mejor opción era... bueno, tomar un té.

Sólo hasta ese momento me di la oportunidad de notar mis alrededores. El lugar se veía diminuto desde fuera, cuando en realidad era algo amplio. Las paredes eran rojas oscuras, con muchas fotos y recortes de periódico enmarcados que colgaban de ella. Había unos sillones, rojos también, y una pequeña mesa cafetera. Detrás habían libreros color chocolate, donde sobresalía una caja de terciopelo negro brillante. A su derecha, un pasillo llevaba a la otra sala, con más cosas viejas en el camino. Es más, todo parecía viejo, como de otro tiempo. No había focos, sólo velas por todos lados.

La otra vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora