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Antes de poder tocar la puerta de la casa, comencé a sentirme algo mareada. Cerré mis ojos y me recargué en el marco; la música se oía cada vez más y más lejana, hasta que se convirtió en silencio. Me sentí cálida... como si estuviera rodeada por velas.

Abrí los ojos. Estaba en la tienda otra vez. Pasé mis dedos por la tela roja del sillón, sólo para asegurarme de que era real.

Nerea seguía sentada frente a mí, como si me hubiera desvanecido y regresado en uno de los silencios de la conversación. Tomó un sorbo de su té y dejó la taza en la mesa entre nosotras. "No quiero ser entrometida, pero, ¿qué pasó en realidad en esa fiesta? ¿por qué regresar ahí?"

"¿Debo asumir que vio lo que pasó?"

Sonrió con pena. "Sí, querida. Tuve que."

Exhalé audiblemente y miré hacia mis manos. "La verdad, no sé si me estaba mintiendo y seguía usando regularmente. Pero sí sé que esa noche usó, heroína, y se le pasó de las manos. Tuvo una sobredosis. Lo encontraron muerto.

Cuando la policía comenzó a hacer preguntas, nadie supo responder. 'Él debe haber traído su propio droga -dijo el anfitrión de la fiesta- porque no dejo que nadie venda. Conozco a todos aquí, no serían capaces de hacerlo'. Pero cuando le preguntaron sobre Isaac, su respuesta cambió. Dijo que, en realidad, no lo conocía; ni siquiera lo había visto entrar. Que probablemente se había colado. Siguieron preguntando, y resultó que nadie más lo había visto, ni siquiera de reojo. Como si fuera un fantasma que decidió tirarse a morir ahí, en su fiesta, sólo para arruinarles la noche."

Entre más hablaba, más enojo sentía crecer en mí. Levanté mis ojos.

"El anfitrión se desesperó de tantas preguntas, claro. ¿Y sabe qué dijo?"

Nerea me devolvió la mirada. Podía ver algo de compasión en sus ojos.

"Dijo: '¿Por qué venderíamos? No sé qué piense de nosotros, pero aquí nadie está tan desesperado por dinero. Probablemente el que vendía era él y se atragantó con su propia mercancía'. Después de eso, no hubo más averiguaciones. Un chico que muere de una sobredosis y no es rico no es noticia en ninguna parte."

Nos quedamos un rato en silencio.

"Cuando me enteré, ya estaba en Alemania. Ni siquiera pude ir a su funeral... no tenía dinero para pagar el boleto de avión."

Lo volví a sentir todo igual de fresco. El zumbido en mis orejas, el dolor en mi pecho y la pregunta que me acompañaría por el resto de mis días: ¿Y si hubiera estado ahí?

Mi acompañante habló. "¿Entonces? ¿Qué harás?"

Susurré, como si este fuera un sueño y no quisiera despertarme. "Siempre he creído que dormiría mejor sabiendo que hice todo lo que pude para salvarlo."

"¿Y valió la pena?"

"¿Estaba vivo, no?"

Nerea miró hacia las cartas en la mesa. "Bueno, ya viste lo que tenías que ver. Ahora tienes que tomar una decisión."

Tomé el dinero y lo extendí hacia ella, de nuevo. "Quiero hacerlo."

Esta vez sí lo aceptó. Lo guardó en la caja de terciopelo, y me miró con cariño mientras se paraba. Yo también lo hice.

"Adelina, fue un gusto." No tuve tiempo para responder. La siguiente vez que parpadeé, la oscuridad volvió a envolverme. 

                                                                                      ___________

Podía oír el despertador entre sueños. "Es muy temprano" musité, y me volteé hacia el otro lado de la cama. El despertador paró por unos minutos, y justo cuando caía dormida, volvió a sonar. "Está bien, está bien" dije, mientras me levantaba rápidamente. Abrí los ojos, y me paré en seco.

Ese no era mi cuarto.

Corrí hacia la ventana, y pegué mi cara al cristal para observar lo mejor posible. Ese tampoco era el vecindario donde vivía. Ni siquiera creía que fuera el mismo lugar. Escaneé rápidamente a mi alrededor: había una televisión. Moví todas las sábanas para encontrar el control, y la encendí. El noticiero local apareció en la pantalla.

"En otras noticias locales, la contaminación en el lago de Xochimilco llegó hoy a un nuevo récord..."

"¿Xochimilco? – pensé - ¿qué no eso está en..?"

No. Eso no podía ser.

Después de la muerte de Isaac, terminé el programa en Alemania, y regresé a la Ciudad de México a terminar la universidad. En un intento de procrastinar el dolor, me pasé día y noche estudiando. Si en clases me desconcentraba, sólo tenía que recordar que su silla vacía estaba en el aula; cuando en mi residencia mi cuerpo no podía más, lo imaginaba caminando por los pasillos, y dejaba de sentir sueño (honestamente, dormir no fue una actividad muy frecuente en esos tiempos). Antes de poder darme cuenta, todo había terminado. Me gradué con honores.

Una de mis profesoras me recomendó para una especialidad en España. Recibí la beca y, sin pensarlo dos veces, me fui. La terminé, y encontré trabajo en Madrid. Jamás regresé.

O, al menos, eso es lo que había pasado antes de anoche. Me vestí con la primer ropa que encontré en el closet, tomé el teléfono y una cartera que encontré por ahí, y salí. Necesitaba encontrar respuestas.

La otra vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora