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Sólo conocía un lugar por Reforma: un pequeño bar apretado entre una taquería y una tienda de zapatos. Isaac y yo íbamos ahí a celebrar cuando pasábamos un examen. No sabía a qué hora saldría Virginia del trabajo, así que me senté en un banco fuera y esperé, rezando por que ese fuera el lugar.

A eso de las 5, llegó una chica con mechas rubias en el cabello y piel ligeramente morena. En cuanto me vio, gritó, y se acercó a abrazarme.

"¡Lina! Me diste un susto hoy. ¿Está todo bien?"

Intenté no actuar extrañamente. "La verdad es que mañana es el aniversario de la muerte de Isaac."

Se separó, todavía tomándome por el hombro. "Cierto, lo había olvidado. Lo siento."

"Está bien, ya estoy algo mejor. ¿Entramos?"

Nos sentamos en una de las mesas del fondo. Miré a mi alrededor: no había estado ahí en años. El olor a cerveza y a madera empolvada me hizo sentir la nostalgia a flor de piel. Las paredes azul oscuro seguían repletas de posters viejos de rock, enmarcados, aunque ya manchados por la humedad. Después de ordenar, Virginia volteó hacía mí.

"Lina, te conozco desde hace años. Sé que esto no es sólo por Isaac. Cuéntame, ¿qué está pasando? Déjame ayudar." La preocupación se notaba en su voz.

"Sí- exhalé, mientras rascaba la madera de la mesa- no es sólo por él. Aunque no creo que puedas ayudarme... esto no es algo que se pueda resolver así como así."

"Pruébame."

Hubo un pequeño silencio entre las dos. Yo lo rompí.

"Es que... antes sentía como si lo pudiera todo. Como si tuviera algún tipo de control sobre mi vida, y eso me hacía sentir bien, a salvo. Y en estos días comprendí que en realidad soy un ser impotente ante todo, absolutamente todo. Ni siquiera puedo salvar a las personas que amo, o a mí, de sentir dolor... ¿qué se supone que haga con eso? He sacrificado y sufrido tanto para estar aquí, pero, ¿y si fue en vano?"

Las cervezas llegaron. Mi amiga agradeció al mesero y le dio un trago a la suya.

"¿Eres feliz?" soltó. Lo pensé un poco.

"Creo que antes lo era... ahora no lo sé."

"Bueno, no soy ninguna filósofa, pero creo que si sigues aquí es que aún no es tarde para cambiar el camino."

Abrí mis ojos, sorprendida. Claro que podía hacerlo.

"Virginia, eso es. Tienes toda la razón." Me paré, saqué mi monedero, y dejé el dinero de dos cervezas sobre la mesa.

"Espera, ¿ya te vas? ¡ni siquiera le has tomado a tu cerveza!"

"Lo siento, puedes tomártela tú. Tengo que hacer algo ahora. Es más- saqué todo el dinero y se lo di- te invito varias más. Gracias por ayudarme."

Virginia me miró extrañada. "Está bien... ¿no hay de qué?"

Mientras salía, me gritó desde el fondo: "¿Me lo contarás todo después, verdad?" Yo sólo sonreí, y salí. Di uno, dos pasos y luego comencé a correr, esquivando a las personas sorprendidas a mi alrededor.

Me tomó dos o tres calles dar con el local, pero ahí estaba, en una diminuta esquina. El escaparate estaba prendido, aun cuando seguía habiendo luz afuera. Crucé y abrí la puerta, donde encontré a Nerea leyendo, sentada en la mesa donde me había escondido la primera vez que llegué. Mientras la observaba tan tranquila, sentí que habían pasado años desde esa noche. Ella fue la primera en hablar.

"Pasa, querida; haré un poco de té. Frío, claro, porque en esta ciudad hace un calor terrible." Se levantó, vigorosamente agitando su abanico, y fue a la parte de atrás del local.

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⏰ Última actualización: Feb 23, 2021 ⏰

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