3.

12 0 0
                                    

Había ido a muchas fiestas con Isaac. Pero ninguna como esta.

De alguna manera había logrado meternos a una casa en la Condesa, uno de los barrios de la ciudad que no eran necesariamente de multimillonarios pero, para vivir ahí, te tenía que ir muy bien. Y se veía en las personas que entraban: su ropa, su vocabulario, el alcohol que tomaban... eso no era algo que se viera por donde vivíamos.

Alguien se acercó, vistiendo una chamarra que parecía que bien podía pagar mis comidas de un mes. Me dijo algo que no logré oír por la música. Tal vez lo notó en mi cara, porque gritó más fuerte: "¡Gusto en conocerte... eres más guapa de lo que imaginaba!" y guiñó. Después de eso, se perdió entre la gente.

Miré a Isaac, confundida. Gesticulé hacia la dirección en que el chico se acababa de ir.

"¡Gonzalo, el amigo que nos metió aquí!" gritó.

"¡¿Y de dónde lo conoces?!" respondí.

Se rio. "¡Eso no importa. ¿Sabes qué sí importa?!"

Señaló hacia una mesa en la entrada de la casa, y tiró su cabeza hacia atrás mientras hacía la seña de bebida con su mano. En cuanto la multitud se disipó un poco, pude ver los vasos rojos y las botellas medio vacías. Puse los ojos en blanco.

Me agarró del brazo y me jaló para la mesa. "¡Con un tequila se te quita esa cara!".

Las siguientes dos o tres horas las pasamos bailando y yendo por bebidas. Bueno, yo sorbía de un solo vaso para que me durara más: hoy no podía emborracharme. Fui la sombra de Isaac toda la noche, aunque no era como que muchas personas nos hablaran... no se necesitaba mirarnos dos veces para saber que no encajábamos.

No entendía qué le veía Isaac a esa fiesta, pero sabía que fue ahí. Ese fue el último lugar al que llegó. Debió haber pasado en alguna esquina de esta casa, y sé que debió haberse dado cuenta que algo estaba mal, que no se sentía como siempre. Sé que alguien más lo debió haber notado. Pero nadie se acercó, hasta que todos se estaban yendo y tuvieron que despertarlo... y entonces ya no había nada qué hacer. ¿De verdad nadie pudo notar al chico agonizando en el piso? ¿O no quisieron hacerlo?

"Lina... Lina...¡Adelina!"

Salí de mis pensamientos. Era él; había vuelto a encontrar a Gonzalo.

"Vaya, ¿ya te metiste algo, o por qué tan viajada?" dijo Gonzalo.

"No, no, sólo me distraje un rato..."

"Excelente, – interrumpió – oportunidad para ampliar mi clientela. ¿O no, Isaac?"

"Gonzalo, no..." intentó responder, pero su amigo volvió a interrumpir.

"No seas así, carnal, guárdale algo a tu amiga. ¿Qué, a poco la quieres toda para ti?"

"No, es que..."

"¿De qué está hablando?" la que interrumpía ahora fui yo.

"Ay, ¿no le habías dicho? ¿era un secreto?" se burló.

"Lo que Isaac te quiere decir- continuó- es que además de nuestra hermosa amistad, también le consigo... unas cositas por ahí. Hoy traigo de todo y a buen precio, nada adulterado, por si te interesa. Es más, los amigos de Isaac también son mis amigos, así que, amiga, te haré un descuentito esta vez, para que veas que soy buena onda."

Miré a Isaac. Sin quitarle los ojos de encima, dije, sarcástica "Y heroína, ¿tendrás?"

"Uy- silbó Gonzalo- tú a lo que vienes, eh. Sí, sí tengo. ¿Cuánta quieres?" se acercó la mano al bolsillo.

"No, – lo detuve – no quiero. ¿Él ha querido?"

"Lina..." dijo Isaac.

"¿Te comió la lengua el ratón, o qué? Dije que si has querido." Me volteé hacia él. Gonzalo miró hacia otra parte.

"Bueno – dijo – creo que ahora estoy sobrando. Si necesitan algo, estaré dando unas vueltas." En cuanto acabó de hablar, se disolvió en la multitud.

Isaac me tomó del brazo, y me sacó. Afuera de la casa se oía la música contenida entre las paredes, y las vibraciones se sentían en el piso. El aire nocturno me puso la piel de gallina, e instintivamente me abracé.

"¿Tú estás pendejo, o qué?" solté en cuanto paramos.

"Adelina..."

"¿Eso es todo lo que sabes decir? ¿De verdad estás tan idiota como para..."

"¿Me vas a dejar explicarme, o no?" interrumpió.

"Está bien, está bien" suspiré. "Habla".

"Me preguntaste dónde conocí a Gonzalo. Bueno, fue afuera de una fiesta, parecida a esta. Fue justo después de que Fernanda me dejara. Esa noche salí de su casa, destrozado, y sin saber a dónde ir. Había salido de rehabilitación hacía unos, ¿qué? ¿dos meses? Y pensé que podría estar en un ambiente así, porque necesitaba distraerme, pero no. Se sentía todo igual. Me agobié, salí por aire y lo encontré ahí, afuera. Me ofreció un cigarro, yo le dije que no. Y hablamos un rato."

"Si hubiera sabido lo que hacía, – siguió – creo que habría estado mejor en la fiesta. Pero no tuvo tiempo para decirme. Me abrí como nunca antes. Le conté de Fer, y de mi familia, de la carrera. De cómo me había arruinado todo la pinche adicción. '¿Qué se hace después de destruir toda tu vida?' Solté. Lo pensó un poco. 'Creo que de verdad necesitas esto' me dijo, y me pasó su cigarro. Resultó no ser un cigarro: era marihuana."

"Me convenció de que no era lo mismo. Y sí, comparado con todo lo que me metía antes, no era nada. Y me calmaba un poco la ansiedad de buscar. Pero entonces me contó lo que hacía en verdad, todo lo que vendía. Dijo que no sería muy responsable de su parte venderme algo muy pesado, pero que si en verdad no podía aguantarme, prefería que fuera con él. 'Al menos te daré algo que no traiga nada extra, estos días le ponen cada cosa para ganarse unos pesos...', así que..."

"Isaac - interrumpí -, ¿has vuelto a usar?"

Él suspiró. "Una vez."

Cerré los ojos y presioné con mis dedos el puente de mi nariz. "No sé qué decirte que no te haya dicho ya."

Hubo un pequeño silencio que nadie sabía cómo llenar. Al final, él lo hizo.

"Cuando desperté al día siguiente, no podía ni conmigo mismo. Sabía lo que había hecho. Y sabía que ya no podía seguir así. Había tocado este fondo tantas veces, pero esta vez me prometí que sería diferente. Que iba a cambiar."

Quité mi mano de mi cara, y lo miré fijamente. "¿Y lo hiciste?"

"Te prometo por mi vida que fue la única vez."

"¿Y a qué se refería tu amigo hace rato?"

"Marihuana, quería vendernos marihuana. Te dije que me relaja."

Suspiré. "¿Cómo sé que si no hubiera estado yo hoy, no le habrías comprado otra cosa? Se veía muy dispuesto a venderme a mí."

"Bueno, de eso vive..."

"¿Si sabes que en realidad no quiere tu amistad, no? Te está usando."

Se acomodó el pelo y miró hacia otro lado. "Sí... lo sé."

"Sólo... prométeme que no lo volverás a ver. Que te cuidarás. ¿Me importas, sabes? Le importas a mucha gente."

Volteó y me abrazó. "Lo siento por ser tan idiota. De verdad, estoy intentando."

"Lo sé,- respondí- lo sé."

Cuando nos separamos, dije: "Creo que deberíamos volver adentro. Todavía no he probado mucho de ese alcohol gratis."

Sonrió. "¿Una última vez, eh?"

Sonreí de vuelta. "Una última vez."

La otra vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora