¿Era tu casa?

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Llegamos al restaurante y lo primero que ví fue a Marco sentado en la mesa.

Él y yo habíamos ido juntos en la primaria, siempre había Sido un niño muy tranquilo y amable, así que siempre nos habíamos llevado súper bien.

- Hola. - Dije con un gusto besando su mejilla.

- Hola. - Dijo el también alegre. Dándome un ligero abrazo para volver a sentarse.

Nos dieron las cartas y en eso llegó otra persona y se sentó alado de Marco.

Era moreno, muy guapo, le pegó ligero en el hombro a Marco y puso una linda sonrisa. Yo lo miraba por encima de la carta hasta que noto que lo miraba.

- Hola. - Dije amable.

- Hola - contesto él serio.

- ¿Y como has estado, Samantha? - Pregunto Marco mirándome fijo.

- Bien, ya sabes. Puro trabajar.

- No queda de otra. -Dijo con una sonrisa.

- Oye gordita. Y si pides este y yo esté y compartimos. - Dijo Enrique apuntando los platillos de la carta.

- Me parece bien. - Dije mirandolo.

- ¿Has ido para el rancho? - Pregunto Marco

- Tengo mucho que no. - Admiti. - Mis padres se han dedicado a viajar. Y casi no me gusta ir sola. Aparte que a mi hermana no le gusta ir y no la puedo dejar sola.

- ¿Recuerdas cuando jugábamos afuera de tu casa?

- En la noche a las escondidas.

- Cuando te correteo la gallina porque la pisaste.

- Ayy, ni me recuerdes.

Mientras hablaba notaba que el moreno me miraba fijo, pero lo ignoraba.

- o cuando íbamos a la cabaña de tus papás.

- Amaba esa cabaña. Ahí prácticamente crecí. - Dije ante el bello recuerdo.

- Oye, si no es mucha indiscreción.¿ A cuánto vendió tu papá la cabaña? - Pregunto Marco mirándome curioso.

- Noo, mi padre nunca vendió la cabaña.

- ¿Entonces, aún es suya?

- Así es. Mi padre la renta a familias para que la cuiden y la respeten.

El moreno y Enrique hablaban plácidamente, pero notaba que de vez en cuando me volteaba a mirar directo.

- lo último que supe fue que él último inquilino lo abandonó su familia, y termino amargandose y teniendo muchos problemas con los vecinos.

- Tal vez fueron las fiesta. - Dijo Marco. Para luego darle un golpe en el brazo al moreno. - Recuerdas la cabaña grande y bonita.

- ¿Cua...? A así, donde el primo hacia fiestas.

- Ella es la dueña.

El moreno me miró asombrado.

- Está muy bonita la cabaña. El jacuzzi del cuarto grande está con madres.

La sangre abandono mi cuerpo al escuchar ese comentario.

- ¿Cómo sabes eso?

Marco miro divertido al moreno.

- Ya Vitolias, no la molestes.

- Es la casa de mi infancia. - Dije ofendida. - Ese era el cuarto de mis papás. El de enfrente era el mío, y el de lado era el de mi hermana. Y el otro el de huéspedes.

- Pues de todos tu cama era la más cómoda. - Dijo tranquilo. - Aunque no entiendo por qué quisiste la ventana justo enfrente, es una chinga cuando sale el sol.

- ¿Cómo es que conoces tanto la casa?

El me mostró una sonrisa burlona.

- Por las fiestas. - Dijo indiferente.

- En las fiestas no pasas a los cuartos.

Marco miro divertido al moreno.

- Ya déjala, no le hagas caso, Samantha. - Dijo Enrique.

- ¿Recuerdas quienes iban con nosotros en la primaria? - Dijo marco cambiando de conversación.

- La verdad solo a ti, y a dos primos.

- El iba con nosotros. - Dijo señalando al moreno. - Es Victor.

Victor... Victor... Empecé a pensar.

- No lo recuerdo. - Admiti.

- Es triste, por qué yo a ti si. - Dijo con una sonrisa burlona Victor.


Todos hablan, Nada sabenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora