Twin Flame | Fred W. [ traducción ]

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TW: dolor, muerte, implicaciones de autolesiones y ataques de pánico.

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POV de Iris

Dolor.

La palabra se sintió amarga en la lengua, desagradablemente fuerte, devoradora, terca. Se infiltró en la mente y el cuerpo, envenenando la sangre, contaminando los sentidos y devastando la psique. Parásito.

El dolor agotó la vida de su anfitrión, reduciéndolos a nada más que carne y hueso, deleitándose con buenos recuerdos, pudriéndolos de adentro hacia afuera. El dolor continuaría su destrucción gradual hasta que su anfitrión fuera un caparazón y no quedara nada para tomar.

Incluso después de la destrucción inicial, el dolor siempre regresaba. Se daría cuenta cuando su antiguo anfitrión comenzaba a recuperarse, cuando el dolor no era tan agonizante, cuando los recuerdos se volvían agradables y la paz sobrevino, cuando el anfitrión robó un vistazo a la vida posterior. El dolor arrancó esto, cruel, vengativo.

El primer golpe es el peor. El más difícil de recuperar. Pasas semanas, meses, reconstruyendo el progreso, luchando por regresar de este dolor que todo lo consume y te adormece. Y te las arreglas, por un rato.

El segundo golpe sigue siendo duro, pero un poco más fácil que el primero. Tienes las herramientas, las habilidades, conoces bien el camino para progresar, eso no lo hace menos doloroso.

El ciclo continúa hasta que el dolor ya no se calcula, golpeando en momentos extraños, presentándose de las formas más extrañas. En un momento estás bien, estás sobreviviendo y al siguiente te estás ahogando, picado por una intensa e insoportable punzada de dolor.

En estos ataques no calculados te preguntas; ¿alguna vez superaré esto? ¿volveré a estar bien alguna vez?

Y luego, pasa el tiempo y estás bien de nuevo, aunque sea solo por un momento fugaz. Los períodos de "bien" pronto se alargan, hasta que el dolor se convierte en un viejo conocido, un visitante para el que puede prepararse, al que puede recibir con los brazos abiertos cuando aparece de vez en cuando.

El dolor nunca nos abandona realmente. Uno simplemente aprende a vivir con eso, a aceptar el hecho de que el dolor siempre permanecerá a nuestro lado.

Estaba atrapada en la etapa inicial. El dolor ineludible, insoportable e implacable que te atraviesa, mente, cuerpo y alma, palpita por tus venas, te deja sin aliento, inmóvil, manchando cada parte de ti. Y eso es todo lo que eres. Piezas. Este es el dolor que te deja fragmentado, el dolor que te ata al suelo, apretando tus rodillas contra tu pecho, esperando que cuanto más te agarres, menos fragmentado estarás; aferrándose a los pedazos de sí mismo, esperando la inminente ruptura. Este dolor convierte tu sangre en fuego y todo arde. Los ojos arden, la garganta arde, los dedos arden por agarrarse y rascarse, tratando desesperadamente de agarrar algo. Tu alma arde de ira; ¿por qué llevarlo? ¿porqué ahora?  Yo no estaba lista. Él era bueno. ¿Por qué tuvo que morir?

La vida es injusta. La vida arde.

La imagen del cuerpo de mi padre, pálido y flácido, hundido en su cama, se quemó en el primer plano de mi mente. Pensé que estaba dormido. Repitiéndome que simplemente estaba durmiendo hasta tarde, que nuestro ajetreado día anterior lo había agotado. Contuve la respiración mientras lo sacudía, sin querer reconocer su piel fría y pálida y sus facciones hundidas. No se despertaría.

Nunca antes había visto un cadáver.

Ver el cadáver de mi padre era algo que nunca superaría.

Grité, supliqué y recé. Por favor, despierta. Por favor despierta.

No hay pulso.

Sin respiración.