De nuevo

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Así como me dormí desperté. Un rayo de luz golpea el suelo de madera de la habitación.  Me envuelvo aún más en las sábanas. Aunque el sol golpea, hace un frío infernal. Huele a harina y vainilla. Alguien toca a mi puerta y levanto la cabeza para mirar.

—Baja a desayunar.

Alexander. Asiento y él se va. Me levanto de la cama y me pongo mis jeans negros de ayer. Me hago una cola de caballo sencilla y bajo. La señora Amelia está desayunando y su hijo está en la cocina. Mi plato está en la mesa y me siento. Amelia me sonríe.

— ¿Dormiste bien?

Asiento y comienzo a comer.

—Ahora que es de día puedes salir con tranquilidad —me dice.

Asiento de nuevo, sigo devorando mi desayuno. El tal Alex es buen cocinero.

—Está muy rico —le digo a Amelia.

—Claro que sí, mi Alexito es excelente cocinando.

Miro a Alex, se puso rojo. Sonrío. Qué penoso debe ser recibir halagos y un diminutivo de parte de tu madre frente a otras personas. Sigo comiendo y en menos de dos minutos termino.

—Estuvo delicioso —me giro hacia Alex —Alexito.

Me dedica una mirada casi casi asesina y me giro con las mejillas rojas. Idiota.

Me tengo que recordar a mí misma que no estoy de turismo, necesito regresar. Ir al futuro de este presente. Maldigo interiormente porque Deimos no me ha hablado.

—Disculpen —digo y me levanto.

— ¿A dónde vas? —pregunta Amelia.

— Eh, a la habitación… me he olvidado el móvil.

Me mira ceñuda pero retira la mirada. Subo las escaleras hacia la habitación. Tomo el micrófono que tenía colocado en mi oreja en la noche y lo coloco en mi oído.

—Deimos —susurro — ¿Estás ahí? Deimos…

Pasan dos minutos e intento de nuevo. Nada. ¿Será que me he quedado atrapada? Me quedo helada. Me abrazo a mí misma y me siento en el suelo. Estoy atrapada. Comienza un ataque de ansiedad, ¿Qué haré? Si Deimos no me habla deberé suponer lo peor.

—Deimos… —murmuro.

— ¿Ana? —escucho en el auricular. Gracias al cielo.

— ¿Deimos? Maldición, ¿Por qué te has largado de pronto?

—No importa, ¿Has descubierto algo?

—Sí. Vi todo. Se llevaron a Elizabeth.

—Sé más específica.

—Se la han llevado unos tipos en unas camionetas, no les he visto el rostro. Se la llevaron a ella y a otro chico. Fueron los Omfalas.

— ¿Cómo sabes el nombre?

Me muerdo el labio. Mierda, ¿Le digo que he hablado con alguien?

—Eh… alguien me lo ha dicho.

— ¿Has hablado con alguien?

Mierda, mierda, mierda.

—Sí… no ha sido nada.

Si supiera…

—Tengo que regresar —le digo.

—Estoy de acuerdo. Regresa al punto de partida. Te daré la señal para que pases por el agujero.

Se cierra la comunicación y me levanto. Espero que no me hayan escuchado hablando sola. Cojo mi mochila y bajo por las escaleras.

— ¿Tan rápido te vas? —pregunta Amelia.

— Sí…

—Oh, pero deja que Alex te lleve, no irás por ahí tu sola.

En cuanto se voltea pongo los ojos en blanco.

Alex sale de una habitación y me indica que lo siga. Me despido de Amelia. Salimos de la casa y nos subimos en el coche. Alex lo arranca y yo sigo en silencio. Él me resulta intimidante, y con la burla que le he lanzado en el desayuno no me atrevería a decirle ni pío.

— ¿A dónde te llevo? —pregunta.

— Eh, afuera del pueblo… unos kilómetros.

— ¿Tú pretendes que te deje en medio de la nada?

—Algo así.

Frunce el ceño y conduce. Miro por la ventana.

— ¿Estás ya en el punto? —escucho que dice Deimos.

—No —digo y luego me percato de que no estoy sola.

— ¿Disculpa? —pregunta Alex.

Me pongo roja. Mierda.

—No… nada, nada.

Me mira confuso y luego devuelve la mirada a la carretera. Suelto aire.

Varios minutos después llegamos a donde había salido hace apenas unas horas. Le indico el lugar y para.

—Gracias —murmuro.

—No hay de qué. ¿Vienes mucho aquí?

—La verdad es que no.

Asiente. Lo miro unos segundos y abro la puerta.

—Nos vemos —le digo. Sí que lo haremos, he cambiado todo.

Cierro la puerta y me adentro en el bosque.

Beyond The WormholeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora