Confesión

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El desayuno fue ameno, le presenté mis amigos a Amelia. Alex me miraba como si fuese a matarme (aunque me estaba matando con esa mirada verde). Terminé primero y me vine a la habitación. Me llegan pedazos de la conversación que se lleva a cabo en el comedor.
-Disculpe, si no es mucha molestia, ¿Ha oído de los Omfalas? -Pregunta Deimos. Qué directo.
Silencio.
-Por supuesto -responde Amelia. -Si eres de aquí debes saber quienes son. Lo que se sabe son que hacen desaparecer gente, hasta ahora van 8 jóvenes. Lo más reciente han sido dos muchachos, hace una semana o algo así. Sólo se meten con aquellos que están metidos en sus asuntos, no puedo adivinar qué culpa tenían esos jóvenes.
Entonces mis pies bajan automáticamente hacia el comedor.
-¿A dónde los llevan?
Todos se giran hacia mí. Creo que he preguntado en voz alta. Amelia se voltea y suspira.
-No puede ser lejos. Se han encontrado cuerpos de algunas víctimas a kilómetros de aquí.
Las tripas se me revuelven. Elizabeth...
-¿Acaso son policías o algo? -nos pregunta Alex con tono gélido.
-No, no creo que tengan policías aquí por lo visto -dice Deimos y lo fulmina con sus ojos azules.
-¿Qué se creen entonces? Vienen aquí, hacen sus preguntas estúpidas y ni siquiera sabemos quienes son.
-Pues es hora de que nos conozcas.
Ojos verdes contra azules.
-Paren los dos, ya -digo y me tiembla la voz.
-¿A qué carajo vienen a meter las narices? Vayan a jugar con sus pistolas de agua mejor -dice Alex.
-¡Es suficiente! -grito.
La boca de Alex es una delgada línea y sus ojos son de lava.
-Mi prima... Se la llevaron. A ella y a su amigo. Sólo vengo por ella -aprieto los labios y siento un nudo en la garganta. -Así que te pido que cierres la boca y nos dejes hacer lo que venimos a hacer sin formular tontas preguntas y estúpidas reclamaciones.
Ya está, de la nada he comenzado a llorar. Me cubro los ojos con las manos y salgo por la puerta principal. No miro atrás. ¿Quién se cree ese cabronazo?
Camino calle abajo, y casi corro puesto que la calle es muy inclinada. Escucho que Alexander me llama desde atrás pero no pienso hablar con él, debo relajarme.
-¡Espera, Alice!
-Me llamo Ana, ¡Ana!
Sigo caminando hasta que su mano atrapa mi brazo y me hace girar bruscamente.
-Basta -dice. -En lugar de hacer tus lloriqueos de infante...
-Ya estamos.
Ruedo los ojos y él frunce el ceño.
-Pues ya estamos -dice.
-¿Qué quieres?
Miro por encima de su hombro para asegurarme de que Deimos no viene, si no se arma un buen lío entre estos dos.
-¿Te apetece caminar?
Parpadeo varias veces pero me giro y sigo caminando. Se sitúa a mi lado y caminamos. Es tan solo unos 10 centímetros más alto que yo. Pero yo soy alta así que no puedo llamarlo enano.
-¿Cómo se llama tu prima?
-Elizabeth.
-¿Tenía relación con ellos? Ya sabes, por algo se la llevaron.
-No que yo supiera. Pero estaba con un chico y de él no se nada -mi voz era apenas un susurro.
Las calles ahora estaban llenas de gente, en su mayoría gente mayor.
-¿Por qué no hay jóvenes aquí?
-La mayoría se van de aquí por lo mismo: ellos cazan jóvenes. Nadie sabe por qué, será que son los que se meten más con ellos.
Asiento.
-¿Entonces no hay chicos de tu edad?
Niega con la cabeza.
-¿Nada?
Sonríe y niega de nuevo.
-¿Entonces no tienes... Novia?
Me mira y se ríe.
-No -dice.
-Debe ser aburrido vivir aquí entonces.
-Para nada.
-¿Por eso no te has ido?
Sus ojos se tornan duros y luego se ablandan.
-Por mi madre.
Asiento. Se nota que la quiere.
-Escucha... Quiero disculparme por mi comportamiento anterior.
Lo miro. No sé si creerle.
-No sé si confiar en ustedes. Por lo menos en tus amigos no.
-Son mis amigos. Sé que no son espías ni nada, son normales, como yo.
-No eres normal. Vienes, paseas a mitad de la noche por el pueblo como si nada, me pides que te deje en mitad del bosque y regresas una semana después con un amigo creído y una amiga que me ve como si quisiera comerme. ¿Eso es normal? No lo es, Angie.
-Ana -le corrijo. -Ya lo sé, pero no seremos molestia. Lo prometo -suspiro y de pronto me siento oprimida - Ni siquiera sé si salgamos vivos de ésta.
Alex coloca su mano en mi hombro y me obligo a verlo.
-Eres demasiado valiente para venir hasta aquí y querer rescatarla. Pero... -quita su mano de mi hombro y frunce el ceño -¿Por qué estabas aquí justo el día que desaparece tu prima?
Carajo. No lo había pensado.
-No necesitas saberlo -digo muy firme.
No hace más preguntas y se lo agradezco.
Caminamos de regreso a la casa y me dice:
-Te voy a vigilar de cerca, Ana. No quiero que te pase nada, pero tampoco quiero que hagas que esos imbéciles de maten.

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⏰ Última actualización: May 16, 2015 ⏰

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