Capítulo 3

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Hoy me levanté muy temprano desayuné y fuí a la habitación que se convirtió en una copia de mi consultorio en cuestión de días. Decidí comenzar de cero ya que el tratamiento se interrumpió hace mucho y solo llevamos unos cuantos días que no hubo avances significativos. Ya tengo todo listo para comenzar a tratar a Samuel, él llegó puntual, al ingresar con una gran sonrisa me saluda.
-Buenas días Mariana.
-Buenas días. -Respondo por educación, desde que estoy aquí con el único que hablo o mejor dicho discuto es con Guillermo que no me pierde ni pies ni pisada.
-Ya no sonríes.
-No tengo motivos. -Termino de marcar los últimos puntos del tratamiento de la semana en la agenda. Me pongo de pie y me dirijo hacia él.
-Te prometo que pondré de mi parte para que la recuperación sea lo más rápido posible.
-Eso espero.
Comenzamos con la kinesio, en el primer grito se abrió la puerta y el ventanal y en cuestión de segundos me encuentro rodeada por Guillermo y cinco hombres que me apuntan con armas grandes, del susto casi me desmayo, mi corazón late a mil por segundos creo que de un infarto no voy a morir si sobrevivo este momento.
-¿Qué sucede aquí? -Preguntó Guillermo sin dejar de apuntarme.

-¿Qué sucede aquí? -Preguntó Guillermo sin dejar de apuntarme

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-Es... que... los... -No me salía una oración coherente ni aunque de eso dependiera mi vida, que para el caso depende mi vida.
-Guille, bajá eso y ustedes también. Es parte de su trabajo hacer que grite. -Dice Samuel sonriendo.
-Disculpe señor pensamos que lo estaba atacando. -Sé disculpa uno de los hombres, mientras bajan esas armas y yo me siento un poco más tranquila.
-Por más que no esté en mi mejor momento, nunca permitiría que una chiquilla me atacara.
-Pero por lo menos está chiquilla te hace gritar. -Digo enojada.
-Tienes carácter... Me gusta. -Dice pensativo Samuel.
-No sabes cuánto. -Al recuperarme del susto y saber que Samuel me protege saco mi peor versión de mi y digo. -Por favor se quedan o se van pero ¿me permiten continuar?.
Guillermo se quedó en un rincón sentado y los demás se fueron pero con la orden de quedarse en la puerta. -Si que debo ser peligrosa. -Digo en un susurro.
-¿Qué dices? -Indaga Guillermo, no sé porque pero me gusta provocar a ese hombre.
-Digo que debo ser muy peligrosa, para que tú necesites refuerzos. -No dejo de trabajar, noto como se divierte Samuel, me guiña un ojo y yo le sonrío.
-No eres tan lista, pero te advierto que si te tengo que disparar lo haré, no me importa que mi hermano esté agradecido contigo.
-¿Hermano? -Digo mirándolo sorprendida.
-¿Te sorprende? -Dice con aires de grandeza.
-Está vez si me sorprendiste, ¿cómo puedes ser hermano de un hombre gentil y bien educado como Samuel? -Este último soltó una carcajada, mientras que Guillermo se levantó lentamente, mientras se acerca yo retrocedo, lo que a Samuel le hizo gracia a su hermano claramente no tuvo la misma reacción, hasta que me topé con la pared, me mira a los ojos está muy enojado, en su mirada solo veo furia, se acerca tanto que puedo sentir su perfume y la verdad que tiene muy buen gusto.
-No te pases de lista. -Dice y luego se va cerrando la puerta fuerte, yo me quedé mirando la puerta apoyada en la pared, no me recupero de todas las emociones que provocó en mí su cercanía.
-Vaya... vaya... -Miro a Samuel que está muy divertido.

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Dos horas después dí por terminada, aunque hemos descansado, tampoco puedo fatigar la pierna en la primera sesión.
Pedí a uno de los guardias que lo ayudarán a bajarlo de la camilla y sentarlo en la silla de rueda. Me puse a acomodar todo y luego me fuí a mi habitación. Me bañé y me cambié, decidí dar un paseo por el jardín para conocer el lugar y poder planificar todo con más exactitud.
Al salir, me encontré con varios guardias, no les dije nada y seguí con mi paseo. Llevo una hora caminando y no logro ver el límite del terreno esto es muy grande y no podré escapar sin un vehículo, y conseguir uno es imposible, tendré que pensar otra forma de escape.
-¿Difícil escapar? -No me gire, no me hace falta, se que es él.
-Disfrutando el paisaje, algo difícil que entienda una persona como tú.
-Te puedo sorprender.
-No me interesa.
Se fue sin decir nada, yo continué con mi paseo cuando siento en mi espalda.
-¿En qué piensas? -Me giro, es Analía.
-En nada.
-Mariana no somos malas personas.
-Permítime que lo dude.
-Somos una familia como cualquier otra.
-Con un negocio como cualquier otro. -Dije con sarcasmo. Me detengo y la miro a lo ojos. -¿Cómo puedes estar aquí? No eres... no pareces...
-¿Una delincuente? Mi familia me vendió y Samuel me compró.
-¿Y lo dices así?
-Es lo que sucedió, pero él fue bueno conmigo, solo se casó cuando le declaré que lo amaba igual que él a mi, dos semana después me casé y soy la mujer más feliz del mundo.
-Esto es una locura.
-Es una gran familia, El señor Roberto y la señora Cecilia son grandes personas, los quiero mucho y ellos a mi.
-¿Quién es Cecilia?
-La madre de Samuel.
-¿Y dónde está ella?
-De viaje, regresa en unas semanas, tuvo que solucionar un problema.
-Entiendo.
Regresamos, antes de llegar me ataca un perro y me muerde una pierna.
-¡Aaaaaaaaaaahh! -Es un dolor muy fuerte. Analía le grita pero no le hace caso, de pronto deja de morderme y se queda a un costado.
-Bien hecho. -Miro a Guillermo dándole un premio al perro, me miro la pierna, sangra mucho.
-¡¿PERO QUÉ HACES?! -Le grita Analía, muy enojada a ese imbécil.
-Pensaba escaparse...
-¿Qué? -Sé queda mirándolo.
-De esto hablo. -Larga la llave de la moto. Que mala suerte tengo, tuvo que ser él quién la encontrará. -¿Me lo niegas?
-¿Tan importante soy para ti que lo único que haces es estar al pendiente de mi?
-Te vigilo, porque sé que quiere escapar.
-¡POR SUPUESTO QUE QUIERO ESCAPAR!
-Me acerco a él rengueando del dolor. -Y te advierto una cosa lo voy a intentar mil veces si es necesario y estoy segura que lo conseguiré. Pero tranquilo que no iré a la policía, pero no por miedo sino para no tener que hablar de ti y recordarte. -Me fui al dormitorio y me lavé con cuidado, Analía me trajo un botiquín, ocupé lo necesario para curarme, al fin y al cabo no fue muy profundas las heridas, no necesité puntos. Al terminar de guardar los elementos en el botiquín, estoy tan enojada que me acosté, es temprano pero no tengo hambre ni mucho menos ganas de verle la cara a ese imbécil.
Lo peor de todo que ahora no tengo la posibilidad de robar la moto y por hablar de más seguro que me vigilará más aún.

La kinesiología de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora