Capítulo 2

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Me despierto, estoy desorientada, todo está oscuro me duele el cuerpo, intento moverme y no puedo estoy atada de pies y manos, además estoy amordazada.
Trato de tomar atención por si puedo oír algo pero no escucho más que un silencio ensordecedor.
No sé cuánto tiempo pasa cuando logro escuchar que una puerta se abre, alguien entra y dice.
-Ya era hora que despertarás. -Me obliga a sentarme y me venda los ojos, de un movimiento me carga a su hombro, me lleva como a una bolsa de papas. Yo intento moverme pero no puedo hacer mucho con las manos atadas hacia atrás.
Cuando llegamos a destino, me sienta en un sofá, lo sé por lo cómodo, luego se va. Pasa unos cuantos minutos cuando otra voz dice.
-¡Ordené que la tratarán bien! La desatan de inmediato.
-Si señor. -Comienza a desatarme los pies, luego las manos y por último me retira el adhesivo de la boca y me quita la venda de los ojos. No tuve mucho problema para acostumbrarme a la luz porque el ambiente está iluminado con luz tenues. Recorro la estancia con la mirada, estoy en una sala inmensa, es más grande que mi casa y eso que mi casa no es muy pequeña, en realidad es de mis padres, pero soy yo la que vive ahí.
La decoración es elegante, con muebles y adornos muy finos, frente a mi hay un gran ventanal que me permite ver un inmenso jardín, ante tanto lujo solo puedo preguntar ¿qué hago aquí? Miro a mi izquierda, me encuentro que hay un hombre, de unos 65 años aproximadamente, de pies.
-¿Ya has terminado de observar? -Dice sonriendo.
No respondí, no puedo tengo miedo, en este lugar hay dos puertas y las dos están custodiadas por dos gigantes en cada una.
-Tranquila, no te harán daño. -Dice como si pudiera leer mi mente. Lo miro y le pregunto.
-¿Qué quiere?
-Tus servicios. -Dice acercándose, se sienta frente a mi.
-No entiendo.
-Mi hijo habló maravillas de ti.
-¿Su hijo?
-Samuel De La Fuente, lo recuerdas, ¿verdad?
-Por supuesto, fue mi paciente mientras estuvo internado, el viernes regresó a la cárcel.
-Veo que no has oído las noticias. -Dice una voz detrás de mi, me giro y me encuentro que viene en una silla de ruedas Samuel, junto a la mujer que me secuestró o que al menos ayudó. Se sientan en el sofá que está frente a mi, con ayuda de un hombre y de la mujer -Bienvenida.

 Se sientan en el sofá que está frente a mi, con ayuda de un hombre y de la mujer -Bienvenida

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-Pero... tu... ¿qué haces aquí? -Digo sin poder creer lo que veo.
-Cuando íbamos de camino hacia la penitenciaría, mi gente me rescató.
-No entiendo ¿qué hago aquí?
-Debe seguí con su terapia y tú eres la mejor. -Dijo la mujer.
-No estará hablando enserio, ¿verdad?
-Me temo que si. -Dice el hombre mayor.
-Ni loca. -Me levanto y salgo corriendo, en un vano intento de escapar ya que las puertas están vigiladas, un hombre me sujeta de la cintura y me levanta.
-¿Dónde crees que vas?
-Muy lejos de aquí. ¡Déjenme ir por favor!
-Tu no te irás hasta que hagas tu trabajo. -Me tiró al sofá.
-¡GUILLERMO! No permitiré que trates así a Mariana. -Dice Samuel.
-Esto es muy sencillo, tu haces la rehabilitación que necesita mi hijo y luego regresas a tu vida.
-Su hijo.... -Estoy en la casa de los delincuentes más peligrosos y buscados de país, estoy secuestrada por los narcos. Sin poder evitarlo todo se me nublo y perdí el conocimiento.

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Al despertar me encuentro en una cama, me levanto de inmediato y me debo sentar por que me mareo, tengo la espalda apoyada al respaldar, unos minutos después se pasa, recorro con la mirada el dormitorio, es grande, hay tres puertas cerradas, supongo que la que está frente a mi es la de la salida, me levanto y compruebo que está con llave, luego me dirijo a las otras dos puertas que están a la derecha, una es el baño, es un lujo, si hasta pena da usarlo, miro cada estante hay perfume, shampoo, enjuague, maquillaje, jabón y todo lo que necesito, eso no me sorprendió ya que pretende que me quede, lo llamativo es que cada producto es de la marca que uso. Hasta escalofríos me dió, salí del baño y me dirigí a la otra puerta, la tercera, es un vestidor, está repleto de ropa, calzados, incluso joyas, todo de mi talle, es mi sueño hecho realidad, si no fuera que estoy secuestrada.
Siento que abren la puerta, salgo y me encuentro con la mujer que me secuestro, se gira y le dice al guardia de la puerta.
-Dile al señor Roberto, que Mariana ha despertado. -Cierra la puerta, toma asiento en una de las sillas que está al lado de la ventana. -Necesito hablar contigo.
-¿De qué?
-Toma asiento, por favor. -Lo hice, porque necesito convencer a esta mujer para que me ayude a escapar si es necesario. -Mi nombre es Analía, soy la esposa de Samuel, cuando me enteré que lo habían herido de gravedad sentí que moría, por eso en la primera oportunidad que tuvimos lo rescatamos. Pero el médico de confianza nos advirtió que necesitaba rehabilitación, Samuel nos habló de ti y por eso te trajimos.
-Secuestrada.
-Te pido por favor que hagas tu trabajo.
-Pero eso me llevaría meses y si no me dejan salir perdería mi trabajo.
-Tranquila está todo pensado, hemos movido varios hilos y hemos hecho creer que has ido a Europa para realizar una especialización, además con lo que te vamos a pagar puedes comprar el lugar donde trabajas.
No respondí, porque no quiero su dinero mal habido.
Tocan la puerta y Analía abre, entra una empleada con una bandeja con el desayuno. Comí en silencio una vez que terminé, pregunté.
-¿Debo estar aquí encerrada?
-Claro que no, puedes pasear por la casa, es mas, Roberto les indicó al personal que te traten como una invitada.
-¿Qué significa eso?
-Que están a tu disposición. Por favor Mariana, al menos piénsalo.
-No tengo muchas alternativas, ¿o si? -Sé levantó y se fué sin decir nada. Lo que me di cuenta es que no cerró con llave. Y eso me dió una gran idea, ese acto de amabilidad lo usaría a mi favor.
Me ducho, luego voy al vestidor elijo un vestido sencillo, similares de los que tengo en casa, con la diferencia que yo tengo tres y aquí hay más de diez, luego elijo unas zapatillas y cuando estoy lista. Abro la puerta y no me encuentro ningún guardia, sigo mi camino hasta llegar las escaleras, tampoco hay nadie, las bajo abro la puerta principal y me encuentro con un hombre.
-Hola.
-¿Desea algo?
-Bueno solo quiero saber a quién debo pedir una camioneta?
-¿Una camioneta? -Espero que no se de cuenta de mis intenciones, sigo hablando tranquila.
-Bueno... tenía entendido que no estoy secuestrada sino que soy visita o al menos eso es lo que me dijo el señor... Roberto.
-Enseguida traigo la camioneta.
-Muchas gracias. -Estoy parada en la entrada de una mansión muy bonita y ni que hablar el jardín debe tener varios kilómetros, porque no logro ver el portón de la entrada. En eso se acerca una camioneta negra, con todas las series de narcos que ví por internet parece que estoy en una de esas.
El hombre se baja de la camioneta y me abre la puerta. Le doy las gracias y le digo mientras me voy a subir.
-No era necesario... -No lo puedo creer está el hombre que llamaron Guillermo, con una estúpida sonrisa de superioridad.
-¿Ibas alguna parte? -Dice mientras se baja del vehículo.

La kinesiología de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora