CAPÍTULO VI: EL DIOS Y EL MONSTRUO

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Víctima de las circunstancias

Suave, húmeda. Así es como se imagina la boca de Haku. Y otras partes que no son la boca. La respiración agitada de Howl se mezcla con el sonido de los muchos artefactos mágicos que hay en su habitación. Tan sólo le tapa una sábana, pero está sudando. Su mano se mueve debajo, frenética, imaginando una caricia o un beso. ¿Cómo se sentirá besar su cuello? ¿Acariciar sus piernas? Son preguntas a las que su cerebro simula respuestas. Casi puede sentirlas. Las siente. El mago ahoga un gemido. Su cuerpo se tensa, se contrae y luego, calma.

Es la primera vez que hace "eso" pensando en Haku. Se pregunta a sí mismo cómo no lo había hecho antes, pero sabe la respuesta: culpabilidad. El saber que esa atracción por Haku no es "cosa suya" sino algo que el chico le produce irremediablemente por su naturaleza divina, es la justificación perfecta para ese comportamiento. Casi le hace sentir como que no es un monstruo. "Soy una víctima de las circunstancias", se dice.

Si pensaba que aliviándose a sí mismo la cosa se relajaría, estaba totalmente equivocado. Cuanto más se sumerge en esas fantasías, más se obsesiona con ellas. Cuanto más se imagina que besa esos labios, más le cuesta no mirarlos. Para colmo el chico parece obcecado en tener contacto físico con él. Si está a su lado, le roza con el codo. Si puede, hace que sus pies se toquen debajo de la mesa. Howl evita pasar más tiempo a solas con él del imprescindible por las clases. Evita sus miradas y sus peticiones de "ver atardecer juntos en el prado". Se comporta y se contiene. Pero sabe que un día no podrá hacerlo. Sabe que un día se abalanzará sobre Haku y entonces será hombre muerto.

Rumores

Los rumores empiezan de pronto y al principio Howl no les presta atención. No es la primera vez que se habla de conflictos con el país vecino y de una inminente guerra, así que piensa que esta vez será una falsa alarma, como todas las anteriores. Pero no es así.

Sucede en Porthaven, donde Howl está de visita para comprar unas cosas. Por una vez no ha enviado a Haku, ya que el chico tenía tarea. Es mediodía y hace buen tiempo. La gente va de un lado para otro, risueña. Hay niños que juegan en las plazas, cerca de sus abuelos. Hay parejas cortejándose, mercaderes que han viajado hasta allí para vender sus productos.

Pero el bullicio se ve interrumpido por un zumbido que corta el aire y hace que todo el mundo deje lo que está haciendo para escuchar. Los más pequeños levantan la vista al cielo, curiosos. Incluso algunos adultos lo hacen. Los ancianos se levantan a toda prisa en dirección a sus nietos. Los perros lloran. De pronto, un ruido ensordecedor y una luz cegadora. Luego gritos.

Howl abre los ojos. Ha caído al suelo de lado y lo primero que ve es el rostro ensangrentado de una mujer a un palmo del suyo. Su expresión es de terror, pero no se mueve. Howl se da cuenta de que no respira. Está inmerso en una pompa de irrealidad. Siente como si estuviera soñando. Mira a su alrededor y la plaza en la que está se ha convertido en fuego y escombros. Se da cuenta de que le duele mucho una pierna. Toca su pantalón rajado y se le mancha la mano de sangre. Sólo entonces reacciona y su grito se mezcla con los demás. El zumbido vuelve a escucharse y corre a esconderse en un portal. En el camino recoge a un niño diminuto y pelirrojo que está paralizado en medio de la plaza tapándose los oídos. Se refugian justo cuando tiene lugar el segundo impacto. Tras el estruendo, se quedan ahí unos minutos más. El niño sigue tapándose los oídos y Howl intenta cubrir su pequeño cuerpo con los brazos. Pasado un tiempo prudencial, toma al niño en brazos y sale fuera.

—Tápate los ojos —le dice.

El caos más terrible se extiende ante ellos. Intenta por todos los medios buscar a la familia del niño, pero no la encuentra. Termina dejándole con una mujer que parece estar juntando a todos los niños que han sobrevivido. Su cabecita pelirroja destaca de entre los demás.

Haku's Moving CastleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora