CAPÍTULO II: TOMA DE CONTACTO

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Toma de contacto

Howl se despierta radiante. La luz entra por las ventanas iluminando a su paso todo tipo de objetos extraños. Algunos se mueven, aparentemente por arte de magia. Ese día se viste de forma sencilla, con una blusa blanca y pantalón negro. Ha decidido cuál será la primera lección de magia para Haku.

—Te voy a enseñar a volar sin la necesidad de transformarte.

El chico responde algo como suena muy práctico, pero Howl ni siquiera le escucha. Van a dar la clase en su "estudio personal" y eso implica explicarle a Haku cómo funciona la puerta mágica. El chico muestra tanto interés que le deja hacer los honores y girar la ruleta. Al abrir la puerta, el paisaje no se corresponde con el bosque lluvioso que se ve por las ventanas del castillo. Se trata de un inmenso prado lleno de flores, con montañas a lo lejos, el cielo totalmente despejado y un pequeño lago en el centro. A un lado del lago hay una cabaña de madera.

—Un buen sitio para hacer magia, ¿no crees?

Haku asiente mientras pasea la mirada por el horizonte. Howl alcanza a ver un brillo en sus ojos. Le explica cómo volar: 

Tienes que llenar tu mente de un sentimiento elevado y respirar profundamente, visualizando cómo ese sentimiento entra en tus pulmones y pasa a tu sangre, llenando todo tu cuerpo, haciéndolo levitar. 

Es fácil. Si lo que Yubaba le dijo es cierto, para esa noche Haku estará revoloteando por todo el castillo. Pero el día avanza y Haku sigue de pie en medio del prado. Howl incluso le ha cogido en brazos en contra de su voluntad y no ha sido capaz de notar ningún cambio en su peso mientras el chico visualizaba.

—Lo siento, es más difícil de lo que pensaba. Creo que lo estoy haciendo bien, pero necesitaré practicar.

—Tranquilo, tómate tu tiempo. Yo tardé lo mío. ¿Sabes qué? Sigue practicando. Mientras iré dentro a arreglar unos asuntos que tengo pendientes.

—Sí, maestro Howl.

Pero Haku no lo consigue ese día. Ni en los tres días siguientes. Y Howl empieza a sentirse incómodo por su frialdad. La tercera noche, cuando el jovencito ya se ha ido a dormir, gira la ruleta de la puerta y vuela hasta un lugar que conoce bien. Necesita pensar.

Sam

Dragón.

Una bocanada de humo sale de su boca. La mira crecer, retorcerse, disiparse. Un último hilo blanco se niega a morir. Lo hace desaparecer con un gesto de la mano.

—¿Qué te pasa? —Samantha le acaricia el pelo mientras le habla. Es una chica muy guapa, pelirroja. Lleva un atuendo provocativo propio de aquel lugar.

—¿Cómo sabes que me pasa algo?

—Porque si no, no estarías aquí.

Sonríe. Ella tiene razón.

La habitación está iluminada por lámparas de aceite, que no alumbran demasiado. Caen telas del techo, como un laberinto de cortinas, y el suelo es un mar de almohadas y cojines con bordados de colores. Se puede ver a más personas dispersas, cada uno en su pompa. Está recostado allí con Samantha, como tantas otras veces. Va allí cuando necesita pensar. Es un lugar relajante y estimulante a la vez. Donde se le ocurren las mejores ideas.

 —¿Crees que pueda existir alguien sin alma?

—¿Sin alma? —la chica se incorpora un poco.

—Tengo un aprendiz ahora. Y creo que no tiene alma — Samantha ríe y a Howl le vibra todo el cuerpo. Ríe con ella—. En serio, no te rías. Le he intentado enseñar lo mejor del oficio, y no sólo no lo ha aprendido sino que no ha sonreído ni cambiado de expresión en todo el tiempo que lleva conmigo.

Haku's Moving CastleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora