CAPÍTULO VIII: VOLVER A EMPEZAR

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Hogar

Acostumbrarse a la vida en Arbia no le resulta difícil. Que el Castillo siga siendo el mismo ayuda, todo hay que decirlo, pero para Haku no es un gran cambio. No mayor que cuando abandonó las termas de Yubaba, eso desde luego. 

Empieza a pensar que le gusta más la vida en el mundo de los humanos que en el de los espíritus. Claro que ambos tienen sus ventajas y desventajas, pero es que tener cuerpo es tan intenso. Siente que ha vivido más en los meses que lleva con Howl que en todos los años que ha trabajado para Yubaba. Desde que llegó, cada día está lleno de nuevas sensaciones. Incluso la misma acción no se siente igual de un día para otro. Le resulta fascinante. El agua del pequeño lago no parece igual de fría siempre, ni la arena del desierto tiene la misma textura. A veces podría pasarse horas escuchando la misma melodía, pero otras veces le resulta pesada. Incluso la comida le sabe distinto dependiendo del hambre que tenga. Y eso por mencionar las sensaciones físicas, pero también están los sentimientos. 

No es que como espíritu no tuviera sentimientos, pero estos eran muy básicos. Podía sentir aprecio o rechazo hacia las personas, alegría y enfado. Pero poco más. En ese mundo no existen el ansia, la culpabilidad o el deseo. Lo que siente por Howl, allí no existe. Sea lo que sea, porque no sabe muy bien cómo describirlo. Al principio era sólo admiración y respeto, como los que sentía por Yubaba. Pero poco a poco eso se fue convirtiendo en algo diferente. Un extraño anhelo de compartir algo más con él. De estar más cerca. Empezó a apreciar su belleza de un modo que jamás había apreciado ninguna otra. 

Han pasado casi dos semanas desde el bombardeo en Porthaven y el mago está completamente recuperado tanto de las heridas como del sobreesfuerzo que supuso mover el Castillo Ambulante. Sin embargo, no han vuelto a tener momentos a solas más allá de las clases, y Haku no sabe si se le permite iniciar "ese tipo" de contactos. Pero a veces mira el rostro de su maestro, sus labios, y sólo le apetece besarlos. Sólo de pensar en ello siente un cosquilleo en el estómago.


Luz y oscuridad

Howl está en su habitación, caminando en círculos. Tiene el balcón abierto y el desierto se extiende ante sus ojos, aparentemente infinito. Esa noche hay luna llena. En Arbia es diferente, como un poco roja. Siempre le ha parecido la luna más bonita, pero ahora le resulta violento tener que verla por obligación. Desearía estar en su tierra. La vida ha seguido con aparente normalidad para ellos y eso le hace sentir culpable. "Si estuviera allí podría ayudar", se dice. Echa un vistazo furtivo al puñado de papeles que descansan sobre una mesita repleta de cosas. Son todo cartas en las que le piden que tome parte en la guerra, que defienda a su país. Que todos los magos importantes lo están haciendo. No ha respondido a ninguna de ellas. Sin embargo, tampoco quiere quedarse de brazos cruzados mientras matan a su gente. Se acuerda de Sam y  de que ella tiene un hijo pequeño. Espera de corazón que ambos estén a salvo.

Lleva varios días pensando en añadir una cuarta conexión en la puerta mágica. Una que le permita ir hasta allí. No quiere tomar parte formalmente en la guerra, pero sí luchar. Y esa es la única manera de no poner en peligro el castillo ni a Haku.

Haku. Desearía no tener que preocuparse de nada más que darle clases y estar con él. Siente que está perdiendo el tiempo. Sabe que llegado el día, el chico tendrá que irse. Suspira y se frota el rostro con las manos. Le guerra o Haku. Lleva así días y al final termina por no hacer ninguna de las dos cosas. Le resulta realmente frustrante. Mira la hora. Es muy tarde y el chico debe estar durmiendo desde hace rato. Así que se decide: coge una serie de cristales mágicos y utensilios necesarios para abrir el nuevo portal. No quiere que su aprendiz se preocupe por él, así que lo mejor es hacerlo sin que se dé cuenta.

Haku's Moving CastleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora