CAPITULO 4

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Solo faltaban un par de días para que los alumnos regresasen de las vacaciones de navidad. Antes de irse, apenas había visto a Hermione fuera del aula de pociones. La había vigilado después de la cena. Había cumplido religiosamente su castigo con Filius. Era un buen hombre y le había encomendado ayudar en la biblioteca a los alumnos de primero y segundo con encantamientos. Por el gesto que había visto en la cara de la chica, seguro que habría disfrutado con ese castigo.

En cuanto a él... su relación era prácticamente inexistente. Había dejado de preguntar en clase. Se limitaba a hacer sus pociones y marcharse. Solamente se había dirigido a él para preguntarle si podía hacer algún trabajo complementario para subir su nota en pociones en caso de no obtener un extraordinario en el TIMO. A Snape le hizo gracia. Dudaba que esa chica no sacase un extraordinario en todas las asignaturas. Aun así, le dio a elegir un par de temas para su trabajo. Después de eso. Nada. Tampoco es que las vacaciones le hubiesen ayudado a despejar la mente. Durante todos sus años como maestro en Hogwarts, no deseaba nada tanto como perder a los mocosos de vista, pero este año las paredes de su casa le asfixiaban. Deseaba volver. Estar ocupado. Además, el hecho de tener al indeseable de colagusano con él en ocasiones, no era precisamente un aliciente. Le detestaba, por muchos motivos. Le detestaba tanto que había pensado en echarle en más de una ocasión, pero no debía contravenir los deseos del señor tenebroso. Tendría que hacer de tripas corazón una vez más y jugar lo mejor que pudiese las cartas que le habían repartido.

Se levantó con esfuerzo del sillón y se dirigió a su dormitorio. Ya que no podría concentrarse ni dormir, al menos podría preparar su maleta.

-Solo digo, que no entiendo cómo es posible que no haya planteado un examen práctico para su TIMO.

-Bajo el punto de vista del ministerio, no es necesario que los niños practiquen con la varita a todas horas.

-Claro. Supongo que es suficiente con la "teoría"

Umbridge miró con desagrado a la profesora Sprout. Esa mujer había tenido la misma discusión con cada profesor de Hogwarts. El ambiente en el gran comedor era distendido. Los chicos se reencontraban después de las vacaciones de navidad y estaban alegres. Lástima que no se contagiase a la mesa de los profesores.

-La formación en defensa contra las artes oscuras es algo meramente testimonial. No hay ningún motivo para que los chicos conozcan maldiciones y otros conjuros que solo podrían causar un desastre.

-¿Tampoco deben saber defenderse?

-¿defenderse de quién?

-Defenderse en general. Hay magos malintencionados por ahí.

Umbridge soltó una risita. No hay nada que deban temer.

Snape se levantó de la mesa. Si escuchaba un segundo más aquella conversación iba a vomitar. Miró disimuladamente a la mesa de Gryffindor. Le sorprendía que Granger no hubiese estado en la cena, y ciertamente, Potter y Weasley parecían bastante cabizbajos. Al menos más de lo habitual.

-Severus. Un momento.

Se giró hacia Mcgonagall, que se había levantado tras él y le indicaba que la acompañase fuera del comedor. Cuando estuvieron fuera, echó un vistazo a su alrededor para asegurarse de que no hubiese oídos indiscretos.

-Severus. La señorita Granger no se incorporará hasta al menos dentro de un par de semanas.

-¿y a que se debe eso?

-A problemas familiares. Podría ser un poco antes, pero francamente lo dudo –La bruja parecía bastante afectada y Snape sintió una punzada de preocupación. –Te ruego, que, cuando regrese procures tener tacto con ella.

TODO GRISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora