Capitulo 1

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Hermione observaba el paisaje que se extendía más allá de los muros del castillo. Siempre había disfrutado de la paz que se respiraba en la torre de astronomía, pero, durante los últimos meses, ese lugar había sido su vía de escape, su refugio, un lugar para pensar.

No fue consciente de la hora que era, hasta que escucho las campanadas del reloj, anunciando la media noche; tendría problemas si la descubrían deambulando fuera de la torre Gryffindor a esas horas.

Comenzó a bajar las escaleras, cuando el característico sonido de una aparición la hizo detenerse. Tan solo Dumbledore podía aparecerse dentro del castillo, y no tenía sentido huir de él, sin duda, sabría que estaba allí, iba a acercarse cuando escuchó un leve quejido y reconoció una voz, que no era la del director.

Escondida tras la estructura de madera, vio como una figura oscura pugnaba por agarrarse a la barandilla. Avanzaba penosamente y tras proferir otro gemido, se desplomó contra una de las columnas.

-Profesor Snape... - dijo acercándose tímidamente - ¿está usted..?, ¿se encuentra bien?

El hombre se dio la vuelta trabajosamente y trató de recuperar la compostura, claramente sorprendido por la presencia de la chica.

-Granger... ¿qué está haciendo usted aquí? No debería... -la voz le falló cuando trató de enderezarse y Hermione se apresuró a sujetarle para que no se cayese. Él la rechazó bruscamente –Estoy bien, váyase.

La joven retrocedió, tenía una mancha oscura en la mano con la que había sujetado a Snape, bajo la luz de la luna, la sangre parecía negra.

-¡Está herido profesor!

-Tonterías. Estoy bien. Márchese, es una orden – El hombre apenas podía sostenerse en pie y su habitual palidez, había dejado paso a un rostro cadavérico.

Hermione lo ignoró y se acercó a él levantando su capa con cuidado para buscar el origen de la sangre. Palpó con cuidado su costado y sintió la levita empapada.

-¿qué cree que está haciendo Granger? – dijo notablemente enfadado. Ella sintió el cuerpo temblando bajo su contacto, aunque el hombre no se quejó.

-Debo acompañarle a la enfermería profesor, está perdiendo mucha sangre.

-¡No necesito su ayuda! –dijo indignado, en el momento en que sus piernas se negaron a seguir sosteniéndole y tuvo que apoyarse en la joven, que había pasado el brazo por su cintura.

-Bien, entonces le dejaré aquí para que se desangre y mañana a primera hora avisaré al director de que debe buscar un sustituto para su clase de pociones –le contesto con total naturalidad.

A pesar de la situación, contuvo una carcajada ante aquella respuesta, no podía sino elogiar la actitud de la chica. Se quedó en silencio unos segundos.

-Le acompaño entonces a la enfermería.

-No, a la enfermería no – dijo renunciando a que se marchase – a mi despacho.

Atravesaron el castillo en silencio, afortunadamente ni los prefectos rondaban a aquellas horas, así que, no tuvieron que preocuparse de que nadie les descubriese, aquello, sería difícil de explicar sin duda. El camino hasta las mazmorras se hizo eterno. Snape cada vez avanzaba más despacio y Hermione comenzaba a acusar el peso de su profesor, mucho más corpulento que ella.

Ninguno pudo disimular un suspiro de alivio cuando llegaron frente a la puerta de su despacho y esta se abrió bajo el contacto de su mano. Llegaron a duras penas hasta el sillón más cercano y Snape se desplomó en el con un quejido. Se sentía increíblemente cansado, pero sabía, que si se dormía, probablemente no volvería a despertar.

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