Lo que sucedió antes

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Estaba oscuro y lo único que percibía era su acelerada respiración y la mano de su padre entre la suya, guiándola hacia un destino algo incierto. Continuaron andando unos metros más, hasta que la detuvo suavemente.

-Aquí es, hija -su padre le quitó la venda y pudo ver un claro apacible iluminado sutilmente por la luna. Al momento la embargó un olor a lilas y hierba fresca, pero enseguida recordó el fuego, las explosiones y los gritos de los habitantes del pueblo por lo que se echó a temblar- ¿Recuerdas lo que debes hacer?

-Sí padre.

-Bien, entonces abriré los portales -dijo mientras se sentaba en una roca y sacaba una especie de círculo vacío por dentro con grabados a los lados. Lo dejó en el suelo y sacó otro, colocándolo a 2.50 metros del primero. Seis en total.

-Papá, no estoy preparada -susurró la joven- No quiero irme. Te voy a echar de menos.

-Cielo, tampoco yo quiero, pero eres la esperanza de nuestro pueblo. Gracie, sé que lo harás bien, y algún día nos volveremos a ver -le acarició la mejilla- Creo en ti.

Aquello era una despedida y ambos lo sabían. Su padre la sujetó por los hombros y se dieron un largo abrazo, en el que solo se oían los sollozos de la chica. Cuando se separaron, su padre hizo un pase con la mano y los círculos se iluminaron. Los seis formaban una estrella, cada punta un círculo. Gracie se separó de su padre y se colocó en el centro, diciendo:

-"Doy este espíritu al viento, para que lo lleve lejos, este al mar, para que lo mezan sus olas," mientras decía esto, soltaba delante de cada círculo polvo brillante de diferentes colores, que desaparecía junto con el círculo al tocarlo. Cuando repartió al hielo, al bosque y al fuego, se situó frente al último círculo agarrando en su mano el último puñado de polvo, de un color azul oscuro, como las nubes de tormenta. Antes de lanzarlo, se giró:

-Papá, ven conmigo, no voy a poder hacerlo -suplicó la joven- no lo conseguiré sola...

-Cariño, yo tengo fe. Si no lo consigues, vive, enamórate, sé feliz.

Contemplaron en silencio el bosque por unos instantes que Gracie guardaría siempre con ella, el susurro de las cigarras o el suave viento que soplaba en el bosque. A lo lejos se oyó el rumor de unos cascos, el hombre, asustado, se giró hacia Gracie.

-¡Corre, cielo! ¡Acaba el portal!

-¡Pero papá, no quiero irme sin ti! -gritó Gracie, mientras se acercaba a su padre-.

En ese momento apareció el primer cazador, con unos enormes y brillantes ojos verdes -todos los cazadores los tienen- montando un alazán castaño, blandía una espada con dos filos, y tras él aparecieron tres cazadores más. Uno con una ballesta y otros dos con lanzas. Todos con enormes ojos verdes. Su padre se giró una última vez y dijo "ahora", después, sacó un cuchillo del cinturón y se lanzó contra los jinetes. Gracie aprovechó la distracción de su padre para colocar un pie a cada lado del círculo de madera y lanzar hacia abajo el polvo. En cuanto tocó el suelo, todo comenzó a brillar a su alrededor. Los cazadores se dieron cuenta y empujaron a su padre a un lado, lanzándose a por ella. Su padre hizo lo único que pudo. Transformarse. A su edad no era muy recomendable, ya que no tenía apenas poder, pero aún así lo hizo. Al momento era otra criatura. Los cazadores giraron la cabeza en su dirección. Fue suficiente. Gracie se desmaterializó del claro. Las manos del jinete de la espada se cerraron en el aire. La habían perdido. Se volvió hacia sus compañeros.

-¿Ya sabeis lo que hacer no?

Un grito hendió el claro. Un grito de muerte. Gracie ya no volvería a ver a su padre.

Híbridos (pausada temporalmente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora