Algún punto de algún sitio
Cuando todo dejó de dar vueltas, lo primero que vio Max fue nada, ya que todo estaba oscuro. Oyó los ruidos de sus nuevos compañeros a los que apenas conocía y de pronto, un resplandor suave lo iluminó todo. El niño pestañeó un par de veces para acostumbrar a sus ojos. Lo que vio lo dejó maravillado. Estaban como en una especie de cueva con una enorme bóveda de piedra lisa. No era una cueva normal, ya que el suelo estaba perfectamente alisado y en las paredes habia una especie de luces protegidas por cristal de roca, lo que hacía que el lugar tuviera una luz rosada.
Estaban todos allí. El chico mayor, Caleb; la-tia-que-daba-miedo y las dos chicas. Se dio cuenta que seguía sujetado la mano de una de ellas, así que se soltó rápidamente. La chica le sonrió divertida al darse cuenta de su gesto.
El grupo se puso en marcha, por lo que Max no pudo hacer otra cosa que seguirles. De la bóveda partian cuatro túneles, uno en la dirección de cada punto cardinal. Se internaron por el Oeste.
El joven daba gracias mentalmente de que era un pasillo ancho y bien iluminado, ya que sufría de claustrofóbia. El pequeño iba tan ensimismado que chocó con la chica de antes, la cual volvió a sonreirle amistosamente. Esta chica le empezaba a caerle realmente bien.
El grupo se había detenido enfrente de una gran puerta de madera roja. Al pie de la puerta, había un felpudo que decía: HOGAR. Caleb puso su mano en la puerta y esta se abrió con un crujido.
Al otro lado había una señora, mas bien regordeta, con el pelo castaño a la altura de los hombros. Vestía una camiseta amarilla algo chillona y unos vaqueros azul oscuro. Llevaba también un delantal un poco sucio y un aro en el cuello, al igual que el resto de sus misteriosos "captores". La mujer abrazó a uno por uno de los jóvenes hasta que solo quedó él.
La señora le sonrió cálidamente. Max se dijo a si mismo que ese era el aspecto que debía tener una madre. Tomó al niño por los hombros y lo estrechó en un abrazo. El pequeño sintió como poco a poco iba desapareciendo su temor. Cuando la mujer le soltó, le dijo:
-Bueno, tú debes ser Max, ¿No?
-Sí, señora.
-Por favor, no me llames señora, ¡Me hace sentime más vieja de lo que soy! -rió divertida la mujer- Mi nombre es Gracia. ¿Debes estar cansado, verdad? Será mejor que cenes y te vayas pronto a dormir.
-Pero, señ...Gracia, primero tengo algunas preguntas. ¿Por qué me han traído aquí? ¿Quiénes sois? ¿Qué era ese monstruo? ¿Y qué son esos aros blancos?
-¡Cielos! ¡Casi se me olvidaba! -la mujer sacó del bolsillo de su delantal un aro blanco- Ten, debes llevarlo siempre, te hace casi invisible contra los cazadores y todos sus monstruos.
El niño cogió el aro y ese voló suavemente hasta colocarse sobre el cuello del chico. Se cerró con un pequeño clic. Ni le dolió siquiera, apenas notaba que lo llevaba.
-Bueno, ¡¿Es que aquí no se cena, o qué?! -preguntó la chica pelirroja mientras mordisqueaba una manzana- Tengo hambre ya.
Gracia rió suavemente.
-Tienes razón Hannah, ayudadme a poner la mesa.
Cuando la mesa estuvo puesta, Gracia sirvió la cena. Eran tacos rellenos de pollo, lechuga y especias. También había diferentes salsas y dos platos de nachos. Se sentaron a la mesa y empezaron a cenar. Gracia estaba en el lado estrecho de la mesa de forma rectangular, mientras que en cada lado ancho había tres asientos con sus respectivos platos. Él estaba en una de las esquinas de al lado de Gracia. Estaba sentado en el mismo lado que la pelirroja y la simpática. (Las llamaba así porque no recordaba bien sus nombres). El niño advirtió que el asiento enfrente suyo estaba vacío y al lado de este estaban la otra chica y Caleb. Iba a preguntar quien se sentaba ahí cuando una joven entró por la puerta.
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Híbridos (pausada temporalmente)
Fantasy¿Quién cree hoy en día en unicornios o seres mágicos? Creeme, pronto lo harás. ¿Un consejo?, cuidado con los cazadores.