Capítulo I "Max"

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Little Creek Elementary School, USA

Apenas hacia calor para ser mediados de septiembre. Cuatro extraños observaban como los niños salían del colegio, refugiados en unos árboles cercanos, con el resto de padres.

Eran tres chicas y un chico, tan solo dos parecian haber alcanzado la mayoría de edad.

Se mantuvieron en silencio hasta que la chica situada más a la izquierda habló. Era una chica de unos quince años, cabello castaño con las puntas más oscurecidas y lleno de trencitas sujetas con plumas de colores que le daban aspecto de echar a volar en un instante. Llevaba una camiseta holgada y unos pantalones cortos que dejaban al descubierto sus delgadas piernas. Por zapatos llevaba unas botas militares atadas fuertemente.

-¿Seguro que es aquí, Caleb? -preguntó la chica, mientras se ponía de puntillas y sus plumas se agitaban a derecha e izquierda- Ningún chico parece distinto del resto.

-Ya te lo he dicho tres veces, Deb -contestó el chico con aspereza- Gracia nos dijo que era aquí. Solo tenemos que esperar hasta que veamos un niño de unos once años con el cabello color caramelo.

Nadie volvió ha hablar. Al rato, cuando ya no quedaban apenas niños por salir, vieron un chico que caminaba solo y que coincidía con la descripción del muchacho. Daba la impresión de no querer que sus compañeros reparasen en él mientras caminaba en dirección a una señora de aspecto excéntrico situada a pocos metros del grupo.

-Es él -dijo otra de las chicas- Entremos en acción.

-Espera, Raven -Caleb sujetó a la chica del brazo para que no fuera tras el niño- primero debemos hablar con la familia.

-¡Por todos los équidos, Caleb! ¡Estoy hambrienta! -gimió la única chica que aun no había hablado- ¡Hoy es noche de tacos! ¡Y si llegamos tarde, Gisselle se va a pasar todo el tiempo chasqueando la lengua y mirándonos por encima del hombro!.

-Calla, Hannah. Y ahora, subid a la furgoneta o lo perderemos.

Subieron a la furgoneta y siguieron al pequeño Ford en el que viajaba el niño. Salieron del pueblo y tomando un desvío a la derecha, se adentraron por un camino que cruzaba el bosque. Después de un rato, llegaron a una casa cubierta de enredaderas al lado de un terraplén por el que pasaba un riachuelo. La casa tenía una dos plantas, su techo, estaba cubierto de musgo y las paredes se veían desvencijadas, todo daba una gran sensación de abandono.

Se detuvieron un poco antes de llegar a la casa, sin que les vieran. Del coche bajaron el niño que habían visto antes y que ahora se veía a gusto en ese lugar y una mujer. La mujer parecía anciana, con sus ropas grises y su moño en la cabeza, pero cuando se giró, Caleb vio que no llegaba a los cincuenta años, solo su pelo y su ropa la hacían parecer mayor. También reparó en que algunos mechones salidos del moño eran canosos y lo que más le llamó la atención fue que, al fijarse, pudo ver que antaño esa mujer había sido hermosa, pero que con el paso de los años, al igual que un cuadro, se había desconchado. Los dos entraron en la casa.

-Venga, vamos -dijo al grupo- Yo me encargo de hablar.

Vio como el resto le seguía y miró a su derecha al notar un movimiento. Era Raven. Ella siempre se ponía a su derecha, como si supiera que él era el líder y ella su lugarteniente. Raven tendría unos dieciocho, los mismos que Caleb. Era alta y estilizada, su pelo negroazulado, estaba recogido en una coleta alta. Su aspecto era amenazante. Pantalones negros, un top verde (con su cazadora de cuero negra encima) y botas militares, además de sus guantes sin dedos, también negros. Llevaba un piercing en la ceja izquierda, pero no era eso lo que intimidaba. Eran sus fieros ojos azules, de un azul verdoso, como el agua de mar. Le sonrió para dar ánimos y juntos llamaron a la puerta. Abrió la mujer.

Híbridos (pausada temporalmente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora