Capítulo III "LECCIÓN DE HISTORIA"

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Habitación de Max

Notaba luz a través de sus párpados y sus recuerdos de lo ocurrido ayer le llegaron de repente.

Abrió los ojos sobresaltado golpeando algo con la cabeza.

-Auch, eso ha dolido -Gemía una disgustada Deb mientras se frotaba la frente- ¿Te dedicas a partir melones con eso, o que? Ve tú a levantarlo, me dijeron. Tú le caes bien, me dijeron. ¿Y qué saco? ¡Un cabezazo!

-Lo siento, me asustaste -Sonrió Max- ¿Eso que traes son huevos?

-Sí. Te los ha guardado Gracia. Mañana no te dejaremos dormir tanto, pero ha insistido en que debías descansar -Dejó la bandeja sobre la cama y arrugó la nariz- Cuando termines, dúchate que hueles. Luego deja la bandeja en la cocina y ve a la puerta del fondo del pasillo. Allí te espera Gracia -Deb le dejó la bandeja en la cama y salió frotándose la cabeza.

El niño empezó a comer. Le habían dejado de desayuno dos huevos fritos, algo de beicon y zumo de naranja. Se lo terminó todo y fue al baño. Decidido. Iba a darse un baño y a ponerse ropa limpia.

(***)

Y allí estaba, enfrente de la puerta. Agarraba su bloc y aun no había decidido si llamar o no. Finalmente, llamó.

-Adelante -Dijo una voz amortiguada y pasó-.

La habitación era un despacho, con un gran escritorio de madera y unos cómodos sillones, tras este estaba Gracia, con sus manos unidas, señalándole uno de los sillones. Se sentó y sacó el bloc.

-Pregunta, pequeño.

-Está bien... ¿Quiénes sois? ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué son estos aros? ¿Qué es este sitio? ¿Y qué era ese animal?

-Wow, esas son muchas preguntas -Sonrió- Intentaré contestarlas lo mejor que pueda. Pero primero te contaré una historia, si cuando la acabe sigues teniendo dudas te las contestaré.

Sin esperar una respuesta, empenzó a contar:

-Hace siglos, existía una tierra más allá del mar, llena de praderas fértiles atravesadas ríos y lagos y rodeadas de montañas. En la pradera más extensa, vivían dos tribus. Los Teco y los Ari. Al principio vivían en paz, los Teco se dedicaban la cría de caballos y eran los mejores jinetes; los Ari, eran fieros guerreros que envidiaban terriblemente a los Teco, por ser tan buenos con los caballos. Una tarde tormentosa, los Ari declararon la guerra a los Teco. Los Teco eran jinetes y no sabían pelear, por lo que los Ari los masacraron y se llevaron sus caballos.

Unas semanas después, una partida de caza Teco regresó a caballo con las presas y encontraron el poblado destruido. Eran solamente siete cazadores, los últimos Teco.
Lloraron a sus muertos y los enterraron, no sin antes jurar venganza a los Ari.

Cabalgaron hasta una gruta perdida en las montañas, donde rezaban a sus dioses Caballo. Entraron y rogaron pidiendo ayuda para vengar a su pueblo. Sus plegarias fueron escuchadas, ya que todos eran fieros y tenía buen corazón -No pienses, Max, que eran todos hombres. Los Teco tenían a las mujeres más valientes de las praderas- El caso, es que los dioses decidieron mezclar su sangre con aquellos humanos. Siete dioses se prestaron a ello, mezclando su sangre con cada uno de los humanos.

A hacerlo, repartieron sus diferentes poderes: Hielo, Tierra, Fuego, Agua, Sol, Tormenta y Aire, convirtiéndolos en híbridos de hombres y caballos. Con la inteligencia de un hombre y la fuerza y resistencia de un caballo. Con un cuerno en la cabeza que les permitiría canalizar su poder. Los dioses los llamaron unicornios o híbridos. Podrían transformarse a voluntad, pero con el tiempo, sus descendientes irían perdiendo sus habilidades mágicas.

Híbridos (pausada temporalmente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora