Capítulo dos.

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En la mesa se sentía un poco tenso. Era la hora de la comida y su padre ya había llegado del trabajo para comer, más tarde volvería de nuevo a su oficina.
Su mamá había preparado un platillo muy apetitoso, era uno de sus favoritos o quizás él amaba mucho la comida de su madre; siempre le hacían sonreír cuando llegaba de la escuela, pero hoy era diferente. Ni siquiera ese pay de arándanos le ayudaría.

—Hijo, tu comida se enfría.

Su papá le llamó la atención, haciendo que Pico reaccionara un tanto asustado por el tono de voz de si padre. Le tenía algo de miedo a veces y hoy no era la excepción.
Tembloroso tomó la cuchara para dar un bocado de ese estofado y acercarlo a su boca, pero sólo se quedó ahí.

El hombre se molestó con la actitud de su hijo porque siempre era tan distraído desde el accidente del tiroteo.
Nunca iba a caber en su cabeza que su hijo está gravemente herido por el acontecimiento y si no se entiende puede que sea peor, apenas es el comienzo.

—Pico, ¿No puedes ni siquiera comer o qué?

Su señora justificaba a su esposo diciendo que tanto trabajo y estrés acumulado era lo que hacía que se comportara así; desquitandose con todos y últimamente con su bebé. Quiso hablar pero la mirada de coraje de su marido la hizo callar y mirar el plato, se sentía patética por no poder defender a su retoño.

El chico pecoso volvió a salir de su trance bruscamente, ensuciando su suéter verde en el acto. Miró con temor a su progenitor para ver su ceño fruncido.

—¡Eres un inútil! Madeleine, creí que lo habías educado decentemente, no puedes dejarme todo a mí, mujer.

Azotó las manos sobre la mesa, creando temblor en ella y un pequeño sobresalto dio la madre. Pico sólo escuchó como su padre peleaba con su mamá; ella pedía disculpas constantemente mientras el contrario le decía palabras crueles.
No lo soportó, el pelirrojo se levantó de la mesa y se fue corriendo a su habitación, no pudo evitar escuchar como de fondo su padre gritaba más y más.

Al llegar a su refugio se encerró para luego dejarse caer. Tomó con miedo sus piernas y escondió su cabeza entre ellas, los sollozos no tardaron en llegar.
Su alcoba era el único lugar donde al menos podía ser él; dentro de ese niño feliz y estudioso se encontraba un pobre chico asustado. Un pobre, pero pobre niño que había visto escenas tan horribles delante de él y nadie se preocupó por su bienestar.

—¿P-Por qué a mí?, ¿Por qué?

Dijo con un hilo de voz, cargar todo el tiempo con una falsa felicidad le afectaba. Se desmoronaba cada segundo que pasaba pero se mantenía "fuerte" porque temía que su papá le hiciera algo. No quería verse débil, nunca.

Poco a poco se sintió cansado, su llanto se envolvió y dejó de escucharse. Su cuerpo cayó sobre el suelo, acurrucándose.
Pronto su respiración se volvió tranquila, al menos dormiría bien...

¿Verdad?

(...)

Ya había pasado una hora. Madeleine quedó un poco adolorida pero ya hace tiempo que su esposo se fue.
Terminó de curar el golpe que poseía en su mejilla, se notaba mucho la mancha rojiza en su rostro pecoso. No quería que su bebé viera esa marca por lo que trató de taparlo con maquillaje y funcionó, ya no se notaba tanto.

Al finalizar se encaminó a la habitación de Pico, quería ver si se encontraba bien por la situación anterior.
Subió las escaleras teniendo la vista fija al frente para toparse con la puerta de su hijo. Tomó la perilla e intentó girarla pero se trababa, sabía que el menor se encerró. Intentó llamarlo, le tocó la puerta y mencionó muchas veces su nombre pero no contestó.
Sabía que él se encerraría, por lo que antes de subir tomó las llaves de su habitación.

No lo tomen a mal, se preocupa por él y no quiere que le pase algo malo. Colocó la llave en la cerradura, girandola y así desbloqueando la puerta.
Con cuidado intentó abrirla nuevamente pero un pequeño niño tapaba ligeramente la entrada; lo fue empujando de forma suave para entrar. Cuando pudo adentrarse se agachó para cargar a su hijo con cariño.

Lo apresó en sus brazos, apegandolo a su pecho. Notó que su bebé había llorado, se quedó dormido mientras las cascadas de sus orbes lo dominaban.
Con una de sus manos fue acariciando su cabello para arrullarlo en lo que caminaba hacía su cama, no quería despertarlo aún.

Al llegar a su cómodo colchón lo dejó con cuidado, arropandolo. Se lamentaba por lo que pasó en la tarde, quisiera ser por lo menos más útil para él.
Verlo tan débil y frágil le mataba el corazón, sus ganas de volver a llorar eran potentes, no era nada para su pequeño.

—Pico, perdóname. Mamá nunca quiso que pasaran estas cosas...

Esa disculpa la sintió débil, sin amor. Sus palabras no parecían transmitir lo que ella percibía en su ser pero le comía que todo fue su culpa. Y ahora su niño se la está pasando mal.

—Te prometo que un día te ayudaré, lo juro.

Se levantó de la cama para caminar hacía la triste puerta, dejaría descansar al pelirrojo. Antes de cerrar la puerta e irse, miró a su pequeño con amor y lástima.

—Descansa, corazón.

Fragile || Pico Fanfic (Cancelada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora