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Desconfianza; 2

Lágrimas de traición surcaban los ojitos del azabache, su pequeño corazoncito dolido

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Lágrimas de traición surcaban los ojitos del azabache, su pequeño corazoncito dolido.

—¡Hoonie! —gritó Sunoo al ver llorar al azabache desde lejos. Se distrajo un poco con Niki, pero ahora que buscaba a Sunghoon con la mirada desde la caja de arena se encontró con que éste estaba llorando, y él no quería que su hermoso esposito estuviera llorando, por ninguna razón.

—¡Hoonie! —se levantó dispuesto a correr para acunarlo en sus brazos, pero Niki le sostuvo la mano impidiendo que este lograra avanzar.

—¡Ddeonu! —el castañito forcejeaba para liberarse del agarre del castaño oscuro. —No te vayas.

—Quiero...ir..con... Sunghoon. —hablaba pausado, diciendo una palabra y luego tratando de que lo soltaran. Niki se enojó por la preferencia del morenito.

—¡Si te vas ya no voy a jugar contigo nunca! —amenazó.

—Bien! —dijo Sunoo. —Prefiero estar con Sunghoonie y nunca jamás hablarte! —finalmente lo soltó y Sunoo fue corriendo hacia el azabache, las niñas apartándose para que el castaño abrazara al niño que lloraba.

—Sunoo... —sorbió su nariz.

—¡Sunghoonie! ¿Por qué lloras? —le dio un cálido abrazo, apretando el torso de Sunghoon con sus brazos lo más fuerte que podía. —!Ya no llores Sunghoonie, por favor deja de llorar! —tratando de tranquilizarlo comenzó a repartir besitos por toda la carita de Sunghoon, sin dejar de abrazar el menudito cuerpo. —Hoonie... —al ver que no paraba de llorar, él también comenzó a crear gotas saladas de agua en sus ojos.

Los pequeños estuvieron varios minutos abrazados, sin poder parar de lIorar, mientras solo eran observados por las mujeres que poco comprendían lo que pasaba.

—¡No me dejes, Sunoo! —dijo el azabache.

—¡No voy a dejarte nunca, Sunghoon! —ya ambos estaban felices, pero aún no podían parar de llorar. Aún seguían asustados por casi perder al otro. No volverían a perderse nunca más.

Las niñas, al ver que los dos no paraban de llorar, fueron contagiándose de a poco, comenzando así a derramar lágrimas de empatía, sollozando ruidosamente.

—¡Sunoo! —se acercó Niki. —¡Perdón por lo que dije, juega conmigo! —se disculpó, también llorando.

Ahora Chaewon no sabía qué hacer con los seis niños que lloraban a mares.

—¡No! —le negó Sunghoon, mirándolo entre las gotas saladas con odio. —¡No te puedes acercar a mi esposo! —lo abrazó posesivamente, ocasionando que el castaño se sentara en sus piernitas.

Niki empezó a llorar más fuerte, los demás niños también, víctima de la empatía. La gente miraba curiosa a los niños lIorones, preguntándose el por qué de su berrinche. Una avergonzada Chaewon encendía su teléfono, llamando a su esposa por algo de ayuda. A este paso ella también terminaría llorando.

Los pequeños creadores del llanto seguían pegados como chicle, ajenos a los demás.

—¡Te amo Sunghoonie! —dijo Sunoo, hundiendo su cabeza en el pecho del azabache.

—¡Yo también te amo, Ddeonu! —respondió, acariciando sus rulitos castaños.

Aún no dejaban de llorar, pero por lo menos su confianza estaba fortalecida ahora. Y ya no dudaban del amor del otro, ni de que lo fuera a cambiar por alguien más.

Limpiaron las lágrimas del otro para besar sus húmedas mejillas y tibios labios. Sus corazoncitos alegres de nuevo.

𝐋𝐎 𝐐𝐔𝐄 𝐇𝐀𝐂𝐄𝐍 𝐌𝐀𝐌𝐀 𝐘 𝐏𝐀𝐏𝐀 › sungsun ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora