El estudiante

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Llegó el inexorable día de su partida. El joven Jair veía con nostalgia, desde la ventana del avión, como su hogar se alejaba. Llevaba meses esperando este momento, pero nunca podría estar listo para dejar a su familia atrás. Ahora tendría que vivir en un nuevo país donde no conocía a nadie, era difícil, pero estudiar medicina siempre fue su sueño y no lo dejaría de lado por unos kilómetros de distancia. Cuando el avión llegó a su destino, Jair se dirigió hacia su nuevo apartamento, en Castle Combe. Una vez ahí, desempacó su equipaje, y se recostó a descansar; pero al voltear hacia la mesita de noche divisó una nota colgada que decía: "Soy su casero, me disculpo por no darle una merecida bienvenida, pero en este momento me encuentro ocupado, espero me sepa entender. Aprovecho el comunicado para informarle que el apartamento tiene un problema de tuberías y debo advertirle que hay una sección que se encuentra bloqueada debido a la inundación, una parte del techo está inhabilitado, y el suelo muy inestable; así que, por su seguridad no pase de la puerta que se encuentra pintada de rojo". El joven no le dio importancia a la noticia, de todas maneras, no necesitaba tanto espacio para el solo.

Desafortunadamente, el desinterés duro poco, puesto que esa noche, Jair no durmió. Unos ruidos agudos e insoportables provenían, justamente, de la puerta de rojo. Podrían ser ratas, pensó. Mas en el fondo, sabía que no era así. Pasaron tres noches, y en ninguna el joven pudo dormir. Cada noche era peor que la anterior, cada vez los ruidos se asemejaban más a voces y a golpes. El inquilino no pudo más con la intriga, y decidió abrir la puerta prohibida. Gran sorpresa la que se llevó, puesto que, al otro lado de la puerta no había lo que se esperaba, en su lugar, se encontraban unas gradas con salida hacia una extraña bodega. El muchacho observó consternado el escenario, preguntándose el porqué de la mentira de su casero. Duda que no perseveró en el tiempo, debido a que, justo en ese momento volvió a escuchar los ruidos extraños. Se acercó a investigar la bodega, y lo que descubrió lo dejó atónito. Una joven dama, se encontraba atada a una silla, y se observaba otros cuerpos sin vida cubriendo el suelo del lugar. Ella pedía auxilio desconsoladamente, a pesar de la venda que cubría su boca. Jair intentó ayudarla, pero ella se negó, luciendo temerosa con su proximidad. Entonces, se escucharon unas pisadas, Era su casero, traía una guadaña afilada y en su rostro se pintaba una sonrisa torcida deplorable. El joven asustado, repasaba el lugar con la mirada, en busca de un objeto para defenderse. Y es cuando, el casero dijo: "Jefe Marshall, ya está aquí. No sabía que había recuperado el control de ese cuerpo tan rápido, escuché que eso de las posesiones definitivas, requerían más tiempo".

Microrrelatos y poemasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora