CAPITULO VI

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ZORO
La noche está preciosa, a pesar de la oscuridad se puede apreciar el azul del agua. La luna y las estrellas parecen brillar como nunca antes. Estoy relajado, contento, ansioso; miro hacia mi derecha y puedo ver como su piel brilla, su sonrisa al mirarme me llena de felicidad, y sus ojos me dicen que tiene cosas que contarme.
Acaricio el cesped y la tierra con mis manos desnudas cerrando mis ojos mientras hago mi cabeza hacia atrás, me siento yo mismo, me siento seguro, me siento así con ella.

-Bueno, aquí tienes tu regalo, espero que te guste muchísimo y que lo uses bastante- me hablaba Robin, abrí mis ojos para mirarla, me estaba señalando la larga caja de madera que nos separaba.

-Gracias Robin, pero no era necesario ningún regalo- mi mayor regalo es que hayas vuelto, pensé.

-No te preocupes, vamos, abrelo- me animaba con su gran sonrisa.

-Está bien- le sonreí levemente.

Sentado aún, me posicione mejor para poder coger la caja cómodamente. Robin me observaba con ansia a la espera de ver mi cara al ver el regalo.

Me cruzo de piernas y coloco la caja delante de mi. Con mucho cuidado y lentamente la abro. No podía creer lo que estaba viendo.

-¡Dios mio! ¡es preciosa!- la abracé con ganas.

-Zoro, no me dejas respirar- me dijo mientras me sonreía.

-Esto es demasiado- la solte poco a poco. -Te has pasado- volví mi vista al regalo.

-Bueno, para ti nunca es suficiente, y se lo mucho que te gustan estas cosas, e estado ahorrando estos dos años para poder comprartela.- apoyó su cabeza en mi hombro.

-¿Cómo puedo compensarte esto?- le dije, ella se aparto para mirarme a la cara.

-Zoro, no tienes que compensarme, lo compré porque quise, y ya está, es un regalo- me sonrío de nuevo y yo la abrace con más ganas que antes.

En la oscuridad de la noche y en el calentón del momento hundi mi cabeza en su cuello, y baje una de mis manos desde su nuca hasta su trasero recorriendo así toda su espalda.
Al tacto pude comprobar que no llevaba sujetador y que estaba nerviosa, erizada por mi caricia. Comencé sin pensarlo en darle pequeños besos en el cuello, seguidos de más caricias de mis manos; no lo pude resistir, Robin me encanta.
Poco a poco me posicione sobre ella, entendiendo que tenía su consentimiento.
Había poca luz, pero la suficiente para poder verle sus preciosos ojos azules observandome.

-Robin... ¿tú...- intenté preguntarle, estar seguro de lo que ibamos a hacer, pero Robin no me dió tregua, me beso con gana y yo simplemente le correspondi ese dulce beso que tanto anhelaba y deseaba.

Mientras besaba a Robin, ella con sus manos, debajo de mi y poco a poco comenzo a subirme la camiseta para deshacerse de ella, la ropa ahora era un estorbo, una barrera. Me separé de ella un instante para poder quitarmela por completo.
Nunca había tocado una piel tan suave como la suya, comencé a acariciar sus piernas que ahora me rodeaban, poco a poco introduje una de mis manos sobre sus finas bragas y me dispuse a acariciar su feminidad, la cara de Robin lo decía todo, sus gestos y su agarre me indicaban que quería más.
Aparte mi mano de ella un solo momento para poder desabrocharme el pantalón, cosa a la que Robin me ayudo sin pedírselo.
El simple echo de rozarme la zona con sus manos me ponía peor, asi que rodé para posicionarla sobre mí, me incorporé quedando sentado, ella abierta de piernas sobre mí, solos en la soledad de la orilla del lago, en la noche... con ambas manos acaricie sus muslos introduciendolas poco a poco en el interior de sus bragas nuevamente, con una apretaba su trasero con fuerza para ejercer presión en ambas zonas intimas, y con la otra me fuí haciendo espacio apartando sus bragas a un lado, no me lo esperaba, ambos estabamos calientes, ardientes, demasiado cachondos para aguantar las ganas que teníamos... Robin se introdujo dentro de ella mi miembro erguido, duro como una piedra y deseoso de ella, de poseerla. Me tumbe de golpe en el césped y cerré mis ojos dejandome llevar, llenando mis oidos de los pequeños gemidos y quejidos de ella, poco a poco fue aumentando la velocidad y abrí los ojos, estaba botando sobre mí, podia ver perfectamente sus pechos bailar, su cara de placer. Puse mis manos de nuevo en su trasero agarrandolo con fuerza y atrayendolo aún más a mí. En este gesto Robin cerró los ojos de golpe, y a mi me encantó.
Después de un tiempo ya no podía más, tenía que correrme, y por destino o casualidad nos corrimos juntos.
No sé cuánto tiempo nos duró, nose el tiempo que estuvimos así, pero si sé que nos gustó.
Coloquemos nuestra ropa en su sitio e intentemos aparentar por 1 segundo que nada de esto había ocurrido pero no pudimos; aún exhaustos y cansados pero con ansias el uno del otro solo podíamos pensar en los besos, en lo demasiado que nuestros labios se deseaban y se necesitaban, y volvió a suceder mezclando así nuestras salivas. No podíamos parar hasta que algo nos interrumpió, y paremos por obligación.

-¡¡Zoroooo!!- el idiota de Sanji tenía que ser, no podía esperar.

Robin y yo nos posicionemos como si nada hubiese pasado, pero nos mirabamos de manera extraña, estoy seguro de que ya nada volverá a ser como antes.

-¡Estamos aquí imbecil! ¡en la orilla del lago!- le grité a Sanji mientras miraba a Robin con pena por haberme separado de ella, ella solo miraba el suelo aferrandose a su vestido lila.

-Zoro llevamos más de una hora esperandote- me gritó Nami.

-No me puedo creer que hayais venido los tres a buscarme- dije en tono incrédulo.

-Nos preocupamos por un amigo- sonreía Luffy.

-Hermosa damisela, ¿será tan amable de acompañarnos a tomar algo?- le preguntó Sanji a Robin mirandola con cara de enamorado.

-¡No! Robin tiene que irse ya ¿verdad?- dije yo antes de que ella pudiera responder. Me niego a que venga con  nosotros.

-Claro, yo me marcho ya a casa- sonrió de lado pero triste. -Gracias por invitarme, otro día será- comenzó a caminar y caminar perdiéndose lentamente en la oscuridad.

MÁS QUE AMIGOS (PAUSADA-REESCRIBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora