Viernes, 15 de Marzo

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Quedan veintitrés días

Pov Jennie

El señor Scott da golpecitos en el suelo de linóleo con el pie como si estuviera en una prueba para representar Esperando a Godot. Suena la campana y lanza su discurso a toda prisa.

  -Hoy es uno de mis días favoritos del año.
Compruebo la fecha. El Día del Número Pi fue ayer. Me pregunto qué otra cosa puede emocionar tanto al señor Scott.
Frunce el ceño mientras hace un barrido del aula con su mirada.
Estamos todos tirados sobre los pupitres, la mayoría intenta fingir que no pasamos cada segundo mirando el reloj.
El señor Scott suspira.

-¿Nadie quiere saber por qué estoy tan emocionado?
- Yo sí, señor Scott- Dice Tiffany. Se echa hacia atrás su brillante melena dorada y le dedica su sonrisa de niña lameculos.
-¿Alguien más?- insiste él, pero la clase suelta un gruñido al unísono.
-Me alegra ver lo entusiastas que son las jóvenes mentes del futuro.- su intento de sarcasmo no da resultado. Seguimos mirándolo con cara de no entender nada, con la boca ligeramente entreabierta. Apuesto a que si alguien hiciera un documental sobre las aulas del instituto de Langston y comparase las imágenes con otras de criaturas marinas, de esas que respiran por la boca, el parecido sería más que razonable.

    -¿Qué ocurre, señor Scott?- insiste Tiffany.
No es que admire muchas cosas de Tiffany, pero debo reconocer que hace falta tener un buen par de ovarios para hablarle al profesor de física como si fuera un cachorrito. Aunque al señor Scott no le parece importarle.

-Hoy voy a encargaros mi archiconocido proyecto de fotografías sobre física.
La clase vuelve a gemir a coro. Los proyectos son lo peor.
-A cada uno se le asignará un compañero.
Más quejidos. Tachad lo que he dicho antes. Los proyectos en grupo son lo peor.
-¡Oh, venga ya!- dice el señor Scott sonriendo.
-A mis alumnos les encanta este proyecto.
-¿Y de qué hacemos las fotos?- pregunta Tiffany mientras juguetea con su lápiz entre los dedos.

-Paciencia, Tiffany. Estoy a punto de explicar.- dice, y, por primera vez en todo este tiempo, percibo cierta irritación en su voz.
Me pregunto si el señor Scott soñaba con ser profesor de física a nuestra edad. Lo dudo. Seguro que se imaginaba con un trabajo importante en la NASA o algo así. Pobrecillo. Se me ocurre pocos destinos peores que ser profesor de las jóvenes mentes de Langston, Kentucky.

  El señor Scott prosigue:
  -Tendréis que sacar cinco fotografías del mundo real que representen los principios de la teorías de la conservación de la energía. Las fotografías deben estar relacionadas con un tema que escogeréis vosotros.

-¿Un tema?- lo interrumpe Tyler.
-Sí, un tema- dice el señor Scott.
-En ocasiones pasadas ha habito alumnos que han escogido el baloncesto como tema. Todas las fotos se sacaron durante un partido del instituto Langston. Otros temas anteriores han sido parques de atracciones, perros...
-¿Ir de comprar podría ser un tema?- pregunta Sophia Lee, muy animada.
El señor Scott hace una mueca y rápidamente retoma su expresión neutral.

  -En teoría si. Podrías sacar las foto en el centro comercial.
Tyler levanta la mano. ¡Menuda novedad!, levanta la mano en lugar de escupir lo que se le pasa por la cabeza en ese mismo instante
-¿Sí?- el señor Scott lo señala.
-¿Tenemos que hacer fotos nosotros mismos o podemos secarlas de internet?
Otro mohín.
-Buena pregunta. Debéis hacer las fotos. Una gran parte de vuestra nota se basará en...
-Eso no es justo- protesta Tiffany.-
-No estamos en clase de fotografía.- A Tiffany no se le da tan bien como a Georgia lo de utilizar sus quejas como argumentaciones convincentes; pero su esfuerzo bien merece un sobresaliente.

-No se os pondrán la nota por la calidad de las fotos en sí.- responde enseguida el señor Scott.
-Aunque sí espero que vosotros...- se queda callado.
-Un momento. Será mejor que reparta la hoja de trabajo donde se explica el proyecto antes que seguir divagando sobre el tema.
   Se oye un murmullo, una mezcla de gruñidos y suspiros. El señor Scott se pone rojo como un tomate y trastea con los papeles.

-¿Alguien puede ayudarme a repartir?
Ningún voluntario.
-¿Jennie?- pregunta con tono suplicante.
-¡Ah, claro!- Me levanto del pupitre, aunque preferiría comerme un puñado de grapas antes que tener que relacionarme con mis compañeros de clase.

  No establezco contacto visual con nadie mientras reparto las hojas. Tampoco hay nadie interesado en mirarme. En cuento me acerco a un pupitre, noto que quien lo ocupa se pone en tensión, se yergue y contiene la respiración, deseando que me aleje. Una parte de mí quiere gritarles que no deben tenerme miedo, pero otra parte de mí, la más impotante, reprime ese impulso, porque no estoy muy segura de que sea cierto.

   En cuanto vuelvo a mi mesa, el señor Scott sigue explicando el proyecto. Nos dice que debemos pegar las fotografías sobre cartulina blanca y presentarlas en álbumes. Cada imagen debe ir acompañada de una explicación detallada de pie, donde se escriba el principio que representa y la fórmulas que le corresponde. Se nos calificará por la claridad de nuestras fotografías, por nuestras descripciones  y por las explicaciones de los principios físicos relacionados con la imagen. También obtendremos puntos por lo bien organizados que estén los álbumes y por la creatividad de la temática. Además, si no tenemos una cámara digital, podemos pedirla prestada a la biblioteca. El señor Scott no deja mucho lugar a que pongamos excusas.

  -Así que ahora lo único que queda es escoger a vuestros compañeros- dice mientra junta las manos.
-Creo que lo más justo es que escojieráis pareja por sorteo sacando papelitos con vuestros nombres de una gorra.
  Como era de esperar, la clase estalla en protestas.

-Eso no es nada justo- se queja Tiffany.
-Si- Dice Sophia.
-Deberíamos poder escoger a los compañeros que queramos. Sobre todo, porque nuestra nota depende de la pareja.
El señor Scott se rasca la nuca al tiempo que entrecierra los ojos.
-Los años que he permitido que los alumnos escogieran a su pareja me entregaron temas poco originales y fotos poco inspiradas. Los años  en que las parejas se formaron por sorteo, los trabajos fueron mucho más creativos. Mi conclusión es que estos resultados se obtienen cuando obligué a los alumnos a abandonar su zona de confort.

La clase continúa protestando, aunque todos empezaron a escribir nuestros nombres en pedacitos de papel y se los pasamos al señor Scott. Él coge la gorra de los Cincinnati Reds que tiene encima de la mesa y mete todos los nombres dentro. Va anunciando las parejas en voz alta y los gruñidos y suspiros son cada vez más audibles.
  Aprieto los dientes y me maldigo por no haber sido más lista y no haber incluido mi nombre en el sorteo. Quizás hubiera conseguido hacer el trabajo sola. Algo incluso mejor: no habría tenido que presenciar el ataque de pánico que tendrá mi pareja cuando sepa que está condenada a hacer el trabajo conmigo.

-Kim Jennie- el señor Scott pronuncia mi nombre mientras saca el papelito de la gorra.
-Tu pareja será Tyler- dice el señor Scott con absoluta normalidad; no tiene ni idea de que soy una leprosa social.
-¡Oh, Dios!- exclama Tiffany. Alarga la mano para darle un golpecito en el hombro a Tyler.
-Lo siento mucho, Ty.
El gesto de Tyler se ensombrece, como si alguien acabara de matar a su madre. Aunque, teniendo en cuenta mi historial familiar, no debería hacer ese tipo de bromas.

Casi me siento mal por Tyler. Sé que cualquier vínculo conmigo dañará su vida social. Pero el proyecto hay que entregarlo el 10 de Abril, así que, en realidad, da absolutamente igual.
   Me habré ido antes de que lo hayamos entregado.

Mi corazón en los días grises. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora