Capítulo 7 - Rotos en más de un sentido

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Spencer.

He sido parte de la vida de Brooklyn desde que tenía ocho años, crecí a su lado y siempre fue la niña que me gusto. La molestaba en el colegio cuando empezamos a estudiar juntos y solo para verla molesta conmigo y luego tener una excusa para regalarle chocolates y pedirle disculpas. Cuando llegamos a la adolescencia ya no era solo una niña hermosa, era una chica preciosa.

Brook era la chica más inteligente de la clase, una de las más populares y la chica más dulce que había conocido hasta el momento, pero también tenía un carácter regio y ligado a una timidez que a veces me desconcertaba. Cuando le pedí que fuera mi novia teníamos 13 años y cuando me dijo que si, fue uno de los días más felices de mi vida.

Ser novio de la chica lista, popular y más hermosa nunca fue algo tan importante para mí como lo era para todo el mundo o nuestras familias. Yo solo la quería a ella y ya está, sin importarme todo lo demás. Nuestra primera vez fue demasiado prematura, ambos éramos unos tontos inexpertos pero fue perfecto para ambos.

Brook era la mayor parte del tiempo una chica jovial, divertida y dulce hasta que su hermanito, Connor tenía alguna de esas recaídas gracias a su enfermedad. Cuando esto ocurría Brook se olvidaba del mundo entero y solo tenía cabeza para él. Cosa que me encantaba porque me decía cuán importante eran las personas que amaba para ella.

El verano en que Connor tuvo su última recaída supe que detrás de esa luz, de esa hermosura y toda esa dulzura había mucha oscuridad, una que creció y evoluciono hasta convertir a mi hermosa y dulce novia en alguien irreconocible. Alguien que huyo de todo y todos, dejando detrás de si aún más dolor del que había causado la muerte de su hermano.

Brook no solo destrozo a sus padres cuando desapareció, también me destrozo a mí. Me volví loco buscándola, pase dos noches sin dormir con Sarah, Jack, su padre y los míos paseando por todo el pueblo. Nunca imaginamos que había tomado un bus y había viajado para alejarse más y más de nosotros. Fueron casi seis meses en que no perdí la esperanza de encontrarla tal y como era. Hasta que alguien llamo a su padre y le dijo que habían visto a una chica como ella en el vecino pueblo cerca de la estación de trenes y fuimos por ella.

No esperaba ver lo que encontré, creo que ninguno lo esperaba. La chica dulce, hermosa y llena de luz que conocíamos no existía en su lugar estaba una chica destrozada, consumida por el alcohol, las drogas y el abuso de las personas a su alrededor. Verla a la cara esa noche me destrozo de una forma muy extraña. La decepción que sentí fue enorme pero fue aun peor cuando la escuche decirnos que nos largáramos.

Que no teníamos nada que hacer allí, que todos teníamos una vida y que ella ya no pertenecía a ella. Su padre se rompió delante de ella y lloro como un niño pidiéndole volver y ni eso basto para hacerla entrar en razón. De hecho se dio la vuelta y se alejó. Su padre y yo decidimos quedarnos en el pueblo esa noche.

No nos daríamos por vencidos, íbamos a luchar por ella, aunque ya o estaba seguro si lucharía del mismo modo en que lo habría intentado seis meses antes. Al día siguiente la buscamos, intentamos dar con ella y no fue hasta casi las diez de la noche en que dimos con ella en la entrada de un bar con un sujeto que fácilmente le doblaba la edad recargado sobre ella.

La besaba como si su vida se resumiera en ello y ella le devolvía el beso de la misma forma. Su padre casi mato al sujeto a golpes y ella solo lo miro sin decir o hacer nada. En ese momento lucia aun peor de lo que la había visto el día anterior. Llevaba un ojo morado, un corte en el labio y la mirada perdida.

Esa no era Brooklyn, no era mi chica, mi dulce, inteligente y hermosa novia. Cuando me acerque a ella me miro de arriba abajo con cierto desprecio y las palabras que dijo se repiten en mi cabeza una y otra vez desde entonces.

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