Inhaló profundo, presionando con algo de fuerza el puente de su nariz para después tomar de un solo trago el vaso de ron que tenía en su mano.
Lo dejó con fuerza en la barra, moviendo sus alas negras con ira creciendo desde el fondo de su ser. Una ira que iba incrementando desde que la descendiente de la antigua guardiana tomó su puesto y les prohibió a él y a los suyos volver a pisar y hacer de las suyas en la parte de arriba, la Tierra, donde viven los humanos.
Ni siquiera sabía por qué le hacía caso.
— Soy el Rey del inframundo...— se recordó en un susurro — ¡Joder! ¿Por qué ahora mismo estoy aquí como imbécil y no allá como yo lo quiero? ¡Se hace lo que yo quiero! ¡No lo que esa mocosa quiere!
A unos cuantos metros, su hijo lo miró con cierta sonrisa burlona tirando de sus labios.
Como cada noche, su padre, en estado de embriaguez, maldecía una y otra vez a la guardiana y su maldita y exagerada orden de alejamiento.
Le tenía una ira incomparable, y para qué esconder que él también. Pues aún era un niño demonio cuando su padre le enseñaba las cosas de maldad en la Tierra, y entonces, siendo la actual guardiana mucho menor que él, despertó en ella desde muy pequeña la conciencia y madurez para realizar su tarea.
Dejándole así, sólo un año más para gozar de sus recientes y débiles poderes en el mundo de los humanos, pues en ese tiempo, ella misma llegó a presentarse al inframundo con tan sólo cuatro años de edad. Sin miedo a que los más poderosos demonios fuesen atacarla y devorarla en ese instante.
Ja, lo intentaron después de escuchar su ridículo discurso acerca de la gran responsabilidad que conllevaba ser la guardiana del equilibrio del mundo, y para prevenir que haya más maldad, negarles el paso a la Tierra. Para siempre.
Y, demonios, la mocosa había llegado con un campo de protección invisible. Haciendo que cuando ellos quieran tocarla, éste se activara al instante y literalmente los electrocutaba.
Sí, muy dentro de él también había admiración hacia la — en ese entonces — niña de cabellos azabaches y mirada color cielo. Incluso él mismo temía de su padre y sus allegados, tanto como para acatar todo tipo de orden que se le sea encomendada sin ningún tipo de negación o reproche por su parte.
Pero todo eso era algo que nunca, jamás iba a aceptar.
¿Por qué era que retrocedió tanto en sus recuerdos...? Oh, sí. Adrien disfrutaba cada vez que su padre se embriagaba y terminaba con su mismo discurso alentador de salir por fin del inframundo para gobernar la Tierra.
Le causaba tanta gracia porque a causa del alcohol, a su progenitor se le olvidaba lo más importante, y la verdadera razón del porqué habían permanecido ahí durante quince años.
No es porque quisieran seguir las órdenes de la guardiana, sino que, la muy condenada — a palabras de su padre — al momento de salir aquella vez del inframundo, había puesto con sus poderes una barra que nadie podía atravesar, y que, como dijo ese día, solo ella podía deshacerlo.
Los había encerrado. Y ese era el importante detalle que se le iba a su padre en su estado de embriaguez.
— Hey — ladeó la cabeza hacia el llamado de su amigo — Más te vale controlar a tu padre. — el de mechas lo señaló con su barbilla para después tomar un largo trago de tequila.
— Esta vez sí parece querer quemar todo a su paso. — agregó el moreno.
Los tres volvieron a observar a su rey, quien tenía el rostro completamente rojo, no sabían si por la ira o por tantas bebidas que había tomado. Supusieron que ambas opciones juntas.
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«La guardiana del Equilibrio» || Adrinette / AU MLB ||
Random¿Alguna vez se han preguntado quién es ese ser que se encarga del orden en el mundo? ¿Quién controla cuánta maldad puede llegar a haber? ¿Quién se encarga de limpiar todo tipo de desastres causados por la naturaleza? Marinette es aquel ser mágico...