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💥De mal en peor💥

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Llego más de veinte minutos tarde a mi cita con Andrea, lo cual poco importará, ya que mi hermana sabe de sobra que no voy a cambiar ahora a mis treinta años cuando la impuntualidad está arraigada en mi ADN, gen que no comparto con ella, porque se...

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Llego más de veinte minutos tarde a mi cita con Andrea, lo cual poco importará, ya que mi hermana sabe de sobra que no voy a cambiar ahora a mis treinta años cuando la impuntualidad está arraigada en mi ADN, gen que no comparto con ella, porque seguro que llegó su acostumbrado cuarto de hora antes. El que lo clava es el pequeño Julio, parece que es el único de los tres hermanos Román que sabe interpretar correctamente la hora. 

     Pero a mi favor he de decir que esta vez no ha sido mi culpa, yo estaba lista a tiempo. 

     Llego tarde porque a Verónica se le ha ocurrido la brillante idea de convocarnos a una reunión mañana a primera hora, con carácter de urgencia, y he tenido que avisar a todos los integrantes de la plantilla, no solo a los redactores, y como ya se habían ido muchos al acabar su jornada, la búsqueda ha sido exhaustiva para dar el mensaje personalmente y que no haya falta de asistencia. Vista la prisa de la convocatoria no dudo de la gravedad del asunto, puesto que la revista no atraviesa por su mejor momento de ventas. 

     Incluso sabiendo que Andrea no me  reprochará mi retraso, quiero hacerle la pelota, que para eso soy su madrina de boda. Llevo en las manos una docena de revistas, de años anteriores, que trataban de “el día más feliz de tu vida” y su diferentes variantes de consejos nupciales. Sin poder estar del todo familiarizada con el tema, por mi propio desconocimiento, he querido compartir con ella mi sabiduría laboral. Le encantará destripar todos y cada uno de estos números de edición solo para encontrar el mejor viaje de novios, la mejor música para abrir el baile o el mejor conjunto de lencería para su luna de miel. Cualquiera le hace cambiar de idea respecto al vestido, creo que desde que tenía granos sabe lo que llevará puesto ese día. 

     —Hola, Esther, ¿ha llegado ya mi hermana? —le pregunto a la camarera, que después de tres años bajando a tomar el desayuno diario, la copa semanal de los viernes y algún que otro café de domingo, con alguna cita incómoda que deshacerme del sábado anterior, ya puedo decir que es mi amiga. 

     Por otro lado, no sé ni para qué le he preguntado, mi hermana no me dejaría tirada sin llamarme antes. 

     —Sí, está sentada allí, con tu compañero Lucas. 

     No seré muy avispada, y habrá veces que necesite una información adicional por estar paseando por Babia y sus alrededores, pero esta vez he entendido la frase de Esther a la primera. 
  
     Andrea está sentada allí con tu compañero Lucas no tiene más significado que lo que viene a decir: Mi hermana está sentada en algún sofá del bar, lugar que me señala Esther con el dedo, y a su lado está el trepa de Lucas. 

     No me encuentro bien, me apoyo en la barra. 

     La rabia que siento al girarme y ver a Lucas invadir de nuevo mi intimidad, choca con la necesidad de irme de inmediato para no ir hasta el sofá que ocupan ambos y darle a él con el tocho de revistas en la cabeza, y mira que ya son tocho, que hablo de revistas mensuales. 

    —¿Qué te pongo a ti, Cata? 

    Esther quiere saber algo que ni yo misma sé todavía, ¿tendrán aquí Lexatin? Pero lo quiero en kilos, por favor, a ver si así duermo y me relajo lo suficiente como para pensar que todo esto ha sido una pesadilla, que Lucas no está riendo a carcajadas con mi hermana y que ella no me ha visto aquí en la barra mirándolos embobada. 

     —¡Cata! ¡Cata, aquí! ¡Estamos aquí! 

     —Un beefeater con limón, Esther, pero con poco limón, anda, que tengo que cometer un crimen. 

     —No le pondré mucho hielo, o podría dolerte la cabeza también —me dice riendo. 

     Y es que sabe de sobra que me duele, porque no es la primera vez que ha tenido que presenciar una discusión acalorada entre Lucas y yo en estos meses que hace que trabaja de becario en la revista. Claro, que hoy no será porque él no esté de acuerdo con mi artículo sobre profesiones ambiguas, deportes de riesgo sin salir de la ciudad o bailes sexis en tu primera cita. Hoy nuestra disputa bien podría titularse:

     Tres recetas deliciosas que echar hirviendo por la espalda del cotilla de turno, a ver si así te deja en paz. 

     Y cuando llego hasta ellos suelto las revistas desde bien alto, para que hagan mucho ruido sobre la mesa. Al final me he quedado con las ganas de que cayesen sobre su cabezota. 

     —Cata, qué susto, joder —dice mi hermana ante la mirada de guasa de Lucas. 

    —Sí, por Dios, se me va a salir el corazón por la boca. 

    —Me importa poco tu corazón, Lucas, como si se te sale por el culo. ¿Qué haces aquí, y con mi hermana? 

 ¿Qué haces aquí, y con mi hermana? 

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No me toques las palmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora