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Papá tiene el detalle de abrir un litro de cerveza

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Papá tiene el detalle de abrir un litro de cerveza. Eliminando a mi hermano por edad, mi cuñado por conducir esta noche, Andrea por la dieta de su traje de novia y mamá porque no quiere acostarse piripi, será un interesante mano a mano con él para terminarla. Claro que estoy necesitando una para mí sola si quiero ver a Pablo. 

     Andrea me cede el sitio frente a la pantalla, el resto se sitúa a mi espalda, ¿quieren verlo de nuevo? 

     —No la pagues con el ordenador ¿sí? Lo necesito para trabajar. 

     —Está bien, no lo haré. —Ojalá y pueda mantener mi promesa a Andrea, pero el golpe que ella le dio puede ser una caricia con lo que yo le haga. Por si acaso, me agarro las manos.

     Y en el historial de búsqueda el último enlace tiene su nombre. Pablo Alcántara. 

     El joven doctor, Pablo Alcántara, especializado en cirugía cardiovascular ha sido condecorado con el premio Avance Científico siglo XXI por su más reciente logro en el campo de trasplantes de corazón. El doctor Alcántara ha conseguido sintetizar la enzima cardíaca Troponina, tanto la I como la T, a fin de evitar posibles futuras lesiones musculares en el corazón. 

     He leído en silencio. No he sido capaz de hacerlo en voz alta para no darle más notoriedad a Pablo. Aunque no vaya a pasar de las paredes de este piso, me niego a hacerle publicidad. 

     —Al final lo consiguió —dice mi madre como si fuese su propia madre y no la mía. No quiero mirar detrás de mí, pero seguro y le brillan los ojos de orgullo, como si Pablo siguiese siendo su yerno. 

     —Verdad —digo con mucho sarcasmo en mis palabras—, siempre podremos decir que le diste de comer alguna vez al premio Avance científico del siglo XXI del 2021.

     E intento recordar mis logros personales que puedan competir con los de Pablo. 

     Pero pocos encuentro en mi memoria, ni siquiera se acercan a la palabra logro, ¿o vale como tal vivir sola desde los veinticinco años, cuando la media estatal de independencia es de los treinta?, ¿cuando puedo hacerlo sin compartir piso con nadie porque mi sueldo me lo permite?, ¿cuando todavía, y después de pagar el alquiler, facturas, gasolina del coche y comida del mes, me queda suficiente para ir completando mi armario, el cual es más digno de una celebrity que de una redactora de una revista femenina? 

     No, no creo que mi elección de soltería, mi sueldo, o mi buen gusto por los zapatos caros puedan hacer sombra a esa enzima sintetizada que ha creado Pablo. 

     No sé lo que más rabia me da ahora mismo, si darme cuenta de que sin él no he conseguido nada de relevancia en mi vida, o saber que él sin mí ha alcanzado el éxito que tanto deseaba, como predijo al dejarme. 

     Fue en el último año de instituto, esperó al baile de la fiesta de fin de curso y a tener la nota de acceso a la universidad de medicina en la mano. Yo recuerdo con asco la mía, que no me permitía ingresar en periodismo y me obligaba a repetir curso alejándome más de él. 

     —Lo siento, Cata, pero tengo planes para el futuro y tú… bueno tú no creo que puedas ayudarme a conseguirlos, serías un lastre que he de soltar a tiempo. 

     Y me soltó, vaya que si lo hizo, de una patada en el culo además, para poder alzar vuelo más fácilmente. 

     —Deberías felicitarlo, Catita —oigo que dice Leo. Me vuelvo para mirarlo y él se encoge de hombros—. ¿Qué? Sería un gran paso para empezar a soltar lastre, ¿no? 

     ¿Mi gran amigo no ha podido encontrar otra manera de decírmelo? Parece que ya no recuerda lo que le conté a la mañana siguiente, cuando tuvo que sacarme a rastras de la cama, para que no me perdiese la final de su campeonato de ajedrez por estar llorando por Pablo. Nadie mejor que él sabe la comparativa Cata = impedimento para que Pablo pueda progresar y desarrollarse. 

     —Leo, no voy a hacerlo. 

     —¿Es que tienes miedo de volver a hablar con él? 

     ¡Uy, lo que me ha dicho!

     Sabe de sobra que no debe tocarme las palmas, que no me resisto. ¡Coño, que la última vez que me las tocó, en la fiesta de sus treinta años, acabé liada con ese cretino de Juan, su compañero en el banco, que resultó además ser un meapilas con el que estuve dos meses! 

     Si es que no se me puede jalear. 

     Entro en Facebook. No es un secreto para mí que Leo todavía mantiene contacto con Pablo, de hecho, espío su perfil público a través del de “Leoesmirriao”. ¡Tan guapo que sigue es esa foto de hace tres meses! Y encima ahora tiene ese premio en las manos con esa sonrisa preciosa que eclipsa su propio triunfo... 

     —Para, Catita, que te veo llamándolo cuando llegues a la soledad de tu piso —me dice mi voz interior que extrañamente se parece a la de Leo.  

    Y como mi cuñado es tan persistente, aun sonando en mi cerebro, le mando un mensaje privado donde le felicito por ese nombramiento tan ilustre y me aseguro de firmarlo bien. 

     Tu Cati y el emoji del beso corazón me aseguran una respuesta. 

     ¡No!, y ¿para qué lechugas quiero yo la respuesta de Pablo ahora que había dejado de pensar en él? 

     ¡No!, y ¿para qué lechugas quiero yo la respuesta de Pablo ahora que había dejado de pensar en él? 

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No me toques las palmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora