He salido de casa con el tiempo justo de llegar a la reunión, solo pido por favor que el metro no haya pasado y me dé lugar a sentarme en mi silla antes de que lo haga mi jefa. Esta vez no puedo echarle la culpa a mi gen perezoso, presumido o glotón —puse el reloj media hora antes, preparé la ropa por la noche y no he desayunado, para no vomitar de los nervios—, porque Verónica nos llama a filas. Sí, me permito comparar sus reuniones con el ejército porque en ellas así me siento, por sus tiros a matar, y ahora que la revista no da los beneficios que se espera de ella… Pues eso, que presiento que nos pondrá firmes.
Descartado mi ADN, mi retraso hoy se debe a Pablo y a la noche que he pasado pensando en su maldita cita, al extremo de quedarme dormida a menos de tres horas de tener que levantarme.
Media hora que llego tarde, para poder llegar a tiempo.
La oficina está desierta, miro el reloj de la columna principal y tengo dos minutos para hacer acto de presencia en la mesa de juntas, abrir mi portafolios y quitarme las gafas de sol. ¿Por qué no le diría a Pablo ayer que no iría al río, y no que he estado toda la noche sopesando mis pros, por si me da por asistir?
—Buenos días —saludo con prisas.
Y claro, todos me miran y dejan de hablar. Espero que sea porque estamos a menos de un minuto para que entre Verónica y no porque lleve aún las sábanas marcadas en la cara.
Me siento en mi silla, la tercera a la derecha de Verónica, la tengo desde que obtuve ese artículo de las chicas que practicaban parkour en el centro. Una entrevista que a punto estuvo de costarme un diente —literal, cuando me pegué aquel tortazo contra un semáforo al saltar desde un banco—, pero que supuso mi reconocimiento por el esfuerzo más que informativo, experimental.
Por eso, me jode que Lucas, con su dentadura intacta, esté sentado a la izquierda de Verónica.
¡Olé, sus huevos ahí, ni siquiera traje lleva hoy, solo camiseta y vaqueros!
—Bien —dice Verónica entrando y pillándome con las gafas puestas. Apoya sus manos en la mesa, sin sentarse, y se inclina para hacerse oír mejor—, nos vamos a la puta mierda. Esta revista tiene los días contados, game over, kaputt, C'est fini, finito, ¿qué más? Ah, sí, a tomar por culo todos, a la puta calle.
Nunca he oído a mi jefa expresarse así, creo que es de las que piensan que mean purpurina, y que lo haya dicho tan tajante, tan vulgar, ahora, es porque no hay otro modo de decirlo para hacernos entender.
La miro, como hacemos todos, sorprendida por sus palabras, solo que yo además apuesto a que mi boca desencajada es por ver cómo Lucas le agarra la mano, transmitiéndole un ánimo silencioso.
—El número de este mes ha de romper esquemas, alcanzar un máximo de ventas que nos permita cobrar un mes más.
—¿Tan delicada es la situación? —pregunta Inma, la redactora de Agenda.
—Más, y no voy a hablar de dinero con vosotros. Esta reunión de contenidos es excepcional porque el momento lo requiere. Hay que cambiar el número entero en menos de un mes. Así que comenzad a darme ideas o no habrá sueldo tampoco este mes para ninguno de vosotros.
Y se sienta a la espera de que nosotros, los redactores, la plantilla gráfica, o incluso el departamento informático salvemos junto a nuestro culo, el suyo.
Esa sí es la sargento déspota y severa que estamos acostumbrados a ver, aunque hoy se deje acariciar, delante de todos, por Lucas, dándole otro nivel al chisme de la oficina de que pone los cuernos a su marido.
—Puedo darle tres páginas a Nueva York, el noventa por ciento de nuestras lectoras ya votaron la ciudad, en 2019, como destino ideal en invierno, por Navidad.
—Manido, háblame ahora de París o Venecia en el 14F y sales por esa puerta con tu finiquito antes de almorzar.
¡Hostia!, se está poniendo la cosita fea. Inma está a punto de llorar.
—Bueno, tal vez sí es el 12 de julio en pleno Manhattanhenge, pueda interesar por ser novedoso. Si lo identificas además con ropa cómoda para patear la 34th con la Quinta y recomiendas hoteles cercanos y ocio nocturno de terrazas de verano, para cuando termine el solsticio, gustará mucho más. Métele un espectáculo de Brodway que no lleve más de unos meses en cartel, y quizás te salgan más de tres páginas para viajar.
Las miradas recaen en Lucas, está echándole un cable a Inma. Él le sonríe a ella, la que de inmediato deja el puchero que estaba haciendo para devolverle la sonrisa. Por favor, sabemos que el tío es guapo, pero comprobemos hasta qué punto es listo e inteligente.
—Te lo compro, Inma, ponte de inmediato con la idea de Lucas y tus compañeros de imagen —dice Verónica dando su visto bueno para que se levante y abandone la sala de reuniones.
¡Mierda! Lucas es bueno para esto, no ha querido atribuirse el mérito y ha sido todo suyo.
Y de repente las manos alzadas piden su turno para escupir ideas que a mí se me resisten.
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No me toques las palmas
ChickLitCata, creía tener su agenda bien estructurada: trabajo, citas varias, ir de compras y, de vez en cuando, visitar a mamá. Pero una sola foto y un artículo para otra revista, desmontan su perfecta estructura vital. Pablo Alcántara, su ex de la adoles...
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