No salgo de mi asombro, Lucas está tomando un café con mi hermana como si se conociesen de toda la vida, cuando para mí ha sido un infierno los tres meses que he tenido que soportarle.
—No le hables así, Cata, él solo se ha acercado a darme tu recado de que llegabas tarde, y he sido yo quien le he invitado a quedarse.
—Sí, que parece que la puntualidad no es tu fuerte, compañera.
Miro a Lucas que sonríe de manera hipócrita, ¿él sabía que Verónica me mandaría a llamar a todos nuestros compañeros, y que no llegaría a tiempo? Claro, seguro y en un revolcón en su despacho a ella se le escapó. Y sabiendo ya que había quedado con mi hermana aquí, me está buscando ahora las cosquillas. Lo que no sabe es que a cambio va a encontrarse con un sopapo de mano abierta... ¡Arggg! ¡Lo odio!
—Gracias, Lucas, ya puedes irte a seguir haciendo el tonto a otro lugar.
—Cata, no seas así de gilipollas.
—Bueno, Andrea, Cata es así de gilipollas conmigo por costumbre, no es nada nuevo, no te preocupes, bonita.
Ella le sonríe en un coqueteo que no veo yo tan inocente con ese movimiento de pestañas. Sí, ella es bonita, pero él está que cruje, ¡y mi hermana está a punto de casarse con el esmirriao de mi cuñado, así que las comparaciones entre ambos pueden ser peligrosas!
—Pero no soy tan imbécil como puedes serlo tú conmigo —le digo tratando de volver al diálogo/insulto que nos tienen ocupados.
Lucas se levanta de la silla, pone su cuerpo a pocos centímetros del mío y se inclina esos diez centímetros que nos separan de altura, para decirme con más firmeza:
—Al menos tengo los huevos suficientes para no apagar mi móvil cuando de un cerdo se trata. Cobarde.
—Ya, demasiados huevos tienes tú para que todo en la redacción te dé igual, ¿verdad, Trepa?
—Chicos, por favor, os está mirando todo el mundo. En verdad estáis chillando.
Miro a Andrea que mueve sus ojos en un barrido por el bar. Sí, somos el centro de atención, y no solo de Esther, que, cruzada de brazos, parece que quiera intervenir para separarnos como siempre.
—Encantado de haberte conocido, Andrea. Lo siento mucho por tan lamentable espectáculo, si necesitas algo, ya sabes dónde localizarme.
—Encantada, Lucas, y espero volver a verte pronto.
Lucas cree que engaña a alguien con esa disculpa y ese beso en la mano a mi hermana. No me la pega, no es ningún caballero.
—Y a ti, ya te veré en la oficina mañana, Cara pan —me dice en lo que me ha parecido una amenaza.
¿Qué puede hacerme él en la oficina? Un amante excelente, con sus buenos centímetros y una lengua maestra, debe de ser si Verónica la toma conmigo en su nombre a partir de mañana. No es ningún secreto para mí que Lucas se muere por mi puesto.
Pasa por mi lado sin rozarme demasiado y se marcha del bar, dejando su rastro de perfume.
¡Mierda!
Me siento en el lugar que hasta hace un segundo Lucas ocupaba y todo huele a él, Invictus de Paco Rabbane. ¡Qué manera de hacerme despreciar ahora semejante fragancia!
—No vuelvas a hablar con Lucas, no vuelvas a dejar que se siente a tu lado y no vuelvas a sonreírle como lo estabas haciendo antes, porque te juro que no te casas cuando Leo se entere de mi versión distorsionada de este encuentro.
Andrea coge su taza de café y le da un sorbito ridículo sin dejar de sonreírme, se está pasando mis palabras por el arco de su triunfo, como si lo viera.
—Catorce años de amor, Catita, deberías de probarlo alguna vez.
—¿Qué me quieres decir?
—Que Leo confía a ciegas en mí, tanto como yo lo hago en él, y que no anularía la boda por mucho que tú le cuentes de Lucas o de un equipo de fútbol entero.
—Tengo una imaginación muy enrevesada, hermanita, no me tientes.
Mi hermana se pone cómoda en el sofá, sigue sonriendo.
—Pues no entiendo cómo todavía no eres capaz de imaginar lo que se ve de ti.
—Alúmbrame, Gorrión -la reto riendo mientras bebo de mi ginebra.
—Te gusta Lucas. Y estás celosa de mí.
La gente sigue mirándome, pero esta vez no estoy pegando gritos. Las carcajadas son las culpables de que me esté llevando tanta atención.
—Vamos, Andrea, deberías dejar ya la dieta, además de grasa estás perdiendo demasiada materia gris.
Ella no se siente agredida, todo lo contrario, vuelve a sonreír y a decirme:
—A mí no me engañas, Cata, tu boca ha insultado a Lucas, pero tus ojos le sonreían.
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No me toques las palmas
ChickLitCata, creía tener su agenda bien estructurada: trabajo, citas varias, ir de compras y, de vez en cuando, visitar a mamá. Pero una sola foto y un artículo para otra revista, desmontan su perfecta estructura vital. Pablo Alcántara, su ex de la adoles...
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