Capítulo 22 Ejercicios juntos

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La semana terminó con Augus reforzando la seguridad de la casa y la protección que me seguía a todas partes. Riki me consiguió una pequeña sesión de fotos que duró solo tres días, pero terminó ocupándome el resto de la semana. Visité a Ben y Celi, quienes se encontraban bien, y Ben seguía mejorando. Si las cosas continuaban así, muy pronto se llevaría a cabo la operación de células madre para ver si su cuerpo lograra vencer el cáncer.

Carole seguía en la casa, mientras Marta la trataba como la señora de la casa, y ella se comportaba como la dueña. La alimaña comenzó a usar pijamas más provocativas para llamar la atención de Augus, quien, de lo ocupado que estaba, ni la notaba. O si lo hacía, sabía disimularlo tan bien que yo no me daba cuenta. El personal de seguridad sí se daba cuenta, y sus ojos se desviaban cuando ella pasaba. La alimaña no estaba fea tenía lo suyo.

Ese fin de semana, Augus y yo no salimos a ningún lado porque él estaba lleno de trabajo. Yo me pasé el tiempo durmiendo, viendo series y leyendo un poco. El domingo por la noche, fui a buscar a Augus a su estudio porque me sentía aburrida y quería algo de su atención.

Él estaba frente al ordenador. Yo me senté sobre el borde de la mesa de forma provocativa.

—¿Te demoras mucho? —le dije.

—Ya casi, amor —desvió la atención del computador hacia mí, se quedó mirando mis piernas y luego inspeccionó todo mi cuerpo.

—Qué bueno, porque quiero la atención de mi esposo —le dije mientras me sentaba sobre su regazo.

—Me encanta que me digas así. —Empecé a besarlo mientras me movía sobre él. Luego, me quitó el kimono y bajé las tiras de mi bata para besar mis pechos. Pasó las manos por mis glúteos, y cuando se dio cuenta de que no llevaba bragas, gimió contra mi piel.

—Venías lista para mí, amor. —Me levanté un poco y él comenzó a desabrocharse el pantalón.

—Como te dije, quería tu atención. —Me sentí sobre él y comencé a deslizarme alrededor de su cuerpo.

—Siempre tienes mi atención. —Comencé a mover las caderas, subiendo y bajando, y luego realizando movimientos circulares. De repente, escuché un ruido en la puerta y me di cuenta de que Carole estaba mirando la escena con sorpresa y decepción. Para echarle más sal a la herida, susurré al oído de Augus:

—Quiero correrme mientras dices que me amas.

—Te amo —dijo Augus, y yo gemí más fuerte mientras nuestra mirona apretaba las manos y sus ojos se llenaban de lágrimas.

—Te amo —volvió a decir Augus cuando se descargó sobre mí y yo llegué al orgasmo mientras lo besaba.

Recuperamos nuestra compostura y, cuando volví a mirar hacia la puerta, Carole ya no estaba. El celular de Augus sonó, y él contestó mientras seguía dentro de mí.

—Hola, Campbell.

—Sí, ya lo voy a enviar. —Augus movió los dedos sobre el teclado.

—Listo.

—Deja de joder, Bels, está conmigo.

—Adiós. —Augus colgó.

—Eres una distracción —dijo mientras me acariciaba el rostro.

—Pero te gusta la distracción.

—Me encanta.

—¿Ya terminaste?

—Sí, ya podemos irnos. Vamos. —Intentó levantarme.

—No quiero caminar. —Envolví mis brazos alrededor de su cuello y mis piernas en su cintura.

—Eres una mimada. —Augus apagó todo y me cargó hacia la habitación.

El lunes, cuando fui a la cocina, Carole estaba allí. Cuando entre, ambas me miraron mal.

—¿Disfrutaste del espectáculo de anoche?

—Eres una zorra.

—Cuidado con cómo me hablas, recuerda que yo soy la señora de la casa —le dije mientras detenía su mano cuando intentaba darme una cachetada.

—Esto es para que sepas que Augus me ama a mí y no a ti, así que deja de intentar llamar su atención con esas estrategias estúpidas, porque no puedes. —Me miró con rabia, la solté y, antes de salir, miré a Marta y le dije:

—Tú también ten cuidado, porque si se me da la gana, le pido a Augus que te saque de aquí.

Ella me miró con los ojos bien abiertos. Antes de salir, la voz de Carole me detuvo.

—Esperaré tu caída, como hace seis años. —Las dejé en la cocina y me fui.

Mi advertencia sirvió para que Marta dejara sus actitudes groseras. Carole seguía mirándome con odio cada vez que estaba cerca, pero disimulaba cuando Augus estaba presente. El martes, madrugué y, a las 6, salí a la cocina buscando a Augus. Llevaba una licra color azul oscuro y un top de ejercicios con estampado de flores de colores. Me puse mis zapatillas de correr y reconocí mi cabello en una coleta.

—¡Es injusto!, madrugo y tú ya fuiste a correr.

Él estaba tomando agua en la cocina cuando me vio y sus ojos se oscurecieron.

—De haber sabido que iba a tener una vista tan linda, te habría esperado, amor —se acercó a mí.

— Ya — dije con un suspiro.

— Podemos hacer ejercicio en el gimnasio de la casa —me dijo, y me arrastró hacia allí. Empecé a estirar mientras Augus me veía y me comía con los ojos.

— Empezamos en la cinta — ajusté la intensidad y Augus se acomodó detrás de mí, siguiéndome.

—Tienes que hacerte en tu caminadora —le dije de forma divertida.

—Yo ya he hecho ejercicio, amor, estoy aquí, por el mero hecho de verte en esa licra —dijo, mientras se acercaba más a mí. Continuamos un rato más hasta que Carola entró y se puso en la otra cinta de correr. Yo me moví a la elíptica y Augus se sentó a verme un rato. Después se puso detrás de mí y siguió mi ritmo.

—Si estuviéramos solos ya estaríamos desnudos y gimiendo —dijo, y paré de hacer ejercicio mientras lo arrastraba hacia la habitación. Hicimos el amor mientras nos bañábamos.

—Es la segunda vez que me haces llegar tarde, amor —le dije mientras le acomodaba el nudo de la corbata.

—No te escuche quejándote antes —dije de forma traviesa mientras le daba un beso.

—Y no me quejo porque me encanta.

Nos despedimos y Augusto se fue a trabajar.

La semana pasó volando porque ayudé a Casi con todo lo del banquete de boda, su día de spa, que ella quería como despedida de soltera. Ya tenía todo listo para la boda y estaba radiante esperando su día. Carole seguía estando presente en todos lados y yo me volvía cada vez más descarada con Augus para provocarla, lo que aumentaba su molestia y cada día le costaba más mantener su fachada de víctima. Por su parte, Marta dejó su tonito arrogante y se empezó a portar de forma decente.

 Por su parte, Marta dejó su tonito arrogante y se empezó a portar de forma decente

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