Alguien a quien amar (Lukadrien) ©

Capitulo 1

1958

Londres.

Enamorarse era una fantasía.

Algo exagerado, romantizado, descabellado, bastante idealizado. Enamorarse, era todo, menos realista. Eran cuentos de hadas que solía leer y simples historias cortas que llegó a escuchar cuando era niño. Era un muro de cristal que todo el mundo ponía en frente de su larga relación para hacerla parecer perfecta.

Enamorarse era todo, menos algo perfecto.

Al menos para Adrien.

Él creció alrededor de una familia que todos los días se desmoronaba como migajas de una pared pintada con pintura barata. Su madre despreciaba a su esposo, quien la detestaba también. Estuvieron juntos por años y años. Claro, infelices. Insatisfechos. Imperfectos ¿Por qué seguían juntos? Adrien nunca lo supo, jamás les pregunto. Simplemente, lo entendía: El amor nunca dura.

-Oh, él es muy tranquilo-Adrien escuchó-No habla demasiado, lee mucho y casi siempre esta trabajando, muy rara vez está en casa.

Adrien se mofó de si mismo, de pie junto a la puerta ¿Qué tiene de malo ser tranquilo?

Había escuchado esas palabras siempre, desde que era un niño: hablas muy poco, abre la boca un poco más, deja de ser aburrido.

Y es que, leer era el único escape que tenía a todo lo que le rodeaba. Y su trabajo... su trabajo lo mantenía ocupado. De todo su alrededor. De si mismo, quizá.

-¡Creo que en realidad es bastante encantador! Nunca dice malas palabras, siempre es educado. Además es muy inteligente, por todos esos libros que lee. Trabaja en un despacho de abogados. Si, el que esta cerca del centro.

Adrien siguió escuchando, eso lo hizo relajar los hombros un poco. Así que, no es... el peor.

Adrien estaba de pie en la entrada de aquella casa, de quien no estaba seguro quien era el dueño. De hecho por el último par de semanas, no se sentía seguro de muchas cosas. Se mudó a Londres hace solo un mes. Apenas comenzaba a instalarse en su nuevo hogar, y ahora había sido traído a la fuerza a la casa de sus vecinos. La estruendosa charla se escuchaba desde la sala, mientras Adrien miraba alrededor, disfrutando de su estética moderna. Era bastante grande, lo que le hizo cuestionarse sobre el número de personas que vivían ahí.

Afuera llovía muy fuerte. Estaban en Londres, por supuesto. Era noche, alrededor de las 8. Adrien vio un tocadiscos de vinilo en una pequeña mesa de madera, que estaba contra la esquina de la pared, la cual parecía bastante fina. Colocó suavemente la punta de sus dedos sobre el disco, tocando despacio sobre la ruleta, cuando de repente.

-Es Little Richard-Escuchó decir a una voz profunda, lo que le hizo voltear al instante, un escalofrío recorriendo su espina, sobresaltándolo-Impresionante, ¿no crees?-Continuó refiriéndose al vinilo en el tocadiscos.

Los ojos de Adrien se agrandaron por unos segundos, era como si de repente hubiera olvidado articular palabras con las cuerdas vocales en su garganta. Habla. Adrien por un momento olvidó como hablar. El hombre de pie frente a él era alto. No mucho más alto que Adrien, pero se veía más grande. Más ancho. Su cabello negro caía delicadamente sobre su rostro, era ligeramente largo, con algunos mechones enredados en la parte posterior de su cuello. Vestía una brillante camisa roja y pantalones.

-Bueno-El hombre habló seriamente, mirando a Adrien, quién seguía ahí estupefacto-¿Se te perdió algo?

-No, señor-Adrien dijo, y... ¿señor? ¿Por qué le dijo señor? Ese hombre parece apenas un poco mayor que él. Adrien maldijo a su subconsciente por hacerle decir eso en voz alta. Los hombres dominantes y autoritarios siempre lo habían intimidado por razones desconocidas.