Adrien se miró así mismo en el espejo, con sus ojos cristalizados, llenos de lágrimas. No eran de tristeza, más bien, eran gracias a las incontables noches de insomnio y pensamientos de mujeres revolcándose.
Su camisa blanca cayó por su hombro, su barbilla se inclinó hacia su reflejo, dejando ver su piel pálida, reluciente. Su diamante reposando en la parte inferior de su clavícula, brillando. La piedra enjoyada le trajo mucha satisfacción, una que los miserables sucesos cotidianos no podían cumplir.
Adrien estaba sentado en el pequeño asiento blanco frente al tocador de Marinette que había traído de casa. La madera blanca en la parte superior le recordaba su delicada belleza, en la que no se esforzaba demasiado. Sus labios siempre de un bonito tono rosa que se volvían más rosados con labial o bálsamo. Sus mejillas se sonrojaban, contrastando maravillosamente con su cabello rubio que siempre caía en rizos sobre sus hombros. Su cuerpo pequeño, siempre luciendo más pequeño cuando usaba sus vestidos amplios. El rosa claro en la punta de sus dedos hacía que sus manos más pequeñas se vieran bonitas, todo su físico era bonito, todo sobre ella...era bonita, bonita, bonita.
Adrien nunca estuvo enamorado de ella, siempre la había envidiado.
Porque en el fondo, desearía poder ser ella.
Marinette podría haber estado con Luka, ella habría satisfecho todos sus deseos. Se habrían besado y Luka habría sostenido su pequeño cuerpo entre sus brazos, y sus llamativas apariencias se habrían fusionado como agua y arena. Adrien y Luka no eran como el agua y la arena. Eran agua y fuego.
Cada acercamiento a Luka era explosivo, estallando cada vez en una llama más grande. Nunca podrían estar juntos afuera. Adrien nunca podría ser lo que Luka anhelaba, y esa era la verdad que escondía con vigor. Si Adrien fuera una mujer, todo sería mucho más sencillo.
Hace meses, unos días después de su matrimonio, Adrien estaba seguro de estar enamorado de Marinette. Siempre la había encontrado hermosa, siempre había querido estar más cerca de ella, ver como se movía, como hablaba... Pero nunca estuvo enamorado, solo era un deseo. Un fuerte deseo de ser como ella,
No una mujer. Pero, bonito.
-¿Adrien?-Escuchó la voz de Marinette. Había regresado del trabajo. Estaba junto a la puerta. Adrien volteó la cabeza hacia ella, luciendo precioso a la luz de la luna, como una flor-¿Estás bien?
El chico asintió, dándole una pequeña sonrisa.
-Lo estoy-Dijo en voz baja-¿Cómo... um... cómo estuvo el trabajo?
-¿Has estado llorando?-Marinette preguntó en voz baja. Sonaba cariñosa, pero en realidad, estaba inquieta. Siempre lo estaba cuando veía a Adrien ser tan frágil, tan... femenino.
-No. No, yo...-Adrien comenzó a decir, levantándose del pequeño asiento, acomodando el hombro de su camisa-Estoy bien.
-Esa camisa parece demasiado grande para ti-Señaló Marinette, confundida.
Adrien sintió la fina tela de la que estaba hecha la camisa y se mordió el labio.
-E...Es de Luka. Debí haberla tomado accidentalmente en Francia-Adrien dijo tímido.
-Está bien. Iré a hacer la cena-Marinette dijo, dándose la vuelta para salir. Adrien exhaló un suspiro y luego caminó hacia su estudio para encontrar el único teléfono de la casa. Estaba a punto de llamar al número de Luka, pero vaciló.
No sabía si llamar al hombre era la mejor opción en ese momento. La última vez que se habían visto, se habían comportado tan inestables, tan desiguales, se habían quedado en un punto en el que Adrien no quería estar. Con todo lo que pasaba en casa, en el trabajo, en cualquier otro lugar, pelear con Luka se sentía horrible. Luka era su única fuente de felicidad en ese momento, por muy poco saludable que pareciera.
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Alguien a quien amar (Lukadrien) ©
Fiksi PenggemarPROHIBIDA LA RE SUBIDA DE LA HISTORIA Y LA COPIA. Créditos a: Thomas Astruc Creditos a la portada:FanMeery.