Parpadeé con lentitud ante los rayos del amanecer justo sobre mis pestañas. Difícilmente, me revolví entre las sabanas tan pesadas como las rocas. ¿Estaba muerta? Mi cuerpo ardió en dolor, cosa que me hizo replantearme sobre si había perdido la vida. ¡Si había muerto, dolía como la mierda!
Traté de pasar saliva por mis labios resecos, seguramente con heridas. Engullí el poco líquido que retenía dentro de mi boca y fue entonces cuando mi garganta rugió a gritos por un poco de agua.
Moví mi cuello hacia la derecha, cansada. ¿Por qué me dolía tanto? Cerré los ojos de nuevo sin mucha urgencia. Respiré con profundidad. El aire parecía deferente. Traté de moverme, acomodarme en la cama.
Las heridas entonces se hicieron presentes y un hilo de dolor me hizo hacer una mueca. Me dejé caer de nuevo en el mueble.
Abrí los ojos, intentando enfocarme. Ya saben, esperaba que amaneciera en las típicas salas blancas, llenas de personas conocidas para mí; tal vez a Nancy mirándome con preocupación y a la vez maternidad. A Erick regañándome y a Ángel alterado.
Pero donde desperté no era blanco, si no de un color azul oscuro. No estaba en mi cama ni en mi habitación. Respiré con profundidad.
—¿Dónde estoy? —Traté de decir en susurro.
No me respondió nada ni nadie. Parpadeé nuevamente confundida, ciertamente porque estaba sola y en un lugar completamente desconocido. ¿Si me había muerto?
Consideré acordarme de los últimos eventos, pero una fuerte migraña colmó a mi cabeza. Fue entonces, que sin pensarlo, me llevé una de mis manos hacia mi cerebro, dándome cuenta ahí que mis manos yacían todas llenas de vendas y curitas. Me alerté de cierta manera, porque solo en hospitales hacían tales maniobras. Y eso significaba que estaba viva...
Traté entonces de por lo menos levantarme. Sentarme para luego salir corriendo del lugar, pero el dolor fue evidente, rechacé aquel plan de escape.
Pasé saliva preocupada. ¿Qué era y qué hacía en ese lugar? Hice una mueca y ya sin poder hacer nada, tan solo me aferré a las suaves y delicadas sabanas, intentando protegerme inútilmente del extraño y misterioso mundo al cual estaba ahora sometida.
—No, no se ha levantado. Si, yo te llamo más al rato...
Una voz varonil se hizo presente fuera de la habitación. Pasé saliva, preparada para lo que venía.
La perilla se giró y entonces el coro de los mil ángeles pareció cantar ante su presencia.
Aquel cabello castaño liso y esos ojos verdes inundaron el cuarto. Las facciones de aquel ser eran perfectas. Su tono de piel blanquecina, seguramente de otro país.
Embelezada ante su belleza y perfección, ahí estaba yo, mirándole sin saber que hacer o decir. El pareció sorprenderse ante mi despertar y fue entonces cuando esas filas de dientes se mostraron por primera vez, un tanto picaras y aliviadas.
—¿Ya despertaste? —preguntó el chico alto y fornido, sabiendo claro la respuesta.
Su voz era tan hermosa que realmente me llevé una mano a mi cabeza, pensando que ese ejemplar tan solo era a costa de un sueño o la muerte. Eso, no podía ser real.
—¿Te duele? —Volvió a hablar, esta vez recargado a la puerta.
—¿Dónde estoy? —solté, tartamuda y avergonzada.
—En mi habitación —Explicó divertido y con una sonrisa—. Hace una semana, te tiraste encima de mi carro. ¿Lo recuerdas, Roselyn?
Alcé una ceja interesada, adolorida pero igualmente intrigada.
—¿Cómo sabes mi nombre? —Solté inquietada—. ¿Quién eres tú?
Traté de levantarme, pero el parecido a un esguince se hizo presente, caí divertidamente de la cama, pero con un dolor extremo que me hizo gritar de congoja.
Lo que más me sorprendió fue que no se burlo en lo absoluto, cosa que Ángel hubiera hecho, si no que, al contrario, llegó a mi cuerpo ayudándome a reincorporarme. Apoyándome en su pecho.
Me enrojecí por completo, llegando a sentir aquel color de sangre en mis mejillas arder por dentro, casi haciendo que mí dolor físico desapareciera y que me hiciera flotar en las nubes del paraíso. Tragué grueso e intenté separarme de él por la cercanía. Me lo impidió.
—¿No me recuerdas? —escupio entre divertido y lujurioso tras acomodarme de nuevo en su cama.
Mi rostro mostró una rotunda confusión. ¿De qué rayos hablaba este chico?
Suspiro.
—“Me gustaría repetirlo esta noche” ¿No te suena? —preguntó divertido y altanero.
Mis ojos se abrieron con conmoción. ¡No podía ser cierto! ¿Por qué, de entre todas las personas del mundo, me había tenido que recoger el idiota que me llamó prostituta alguna vez y que además, por su culpa, había asesinado a mi mejor amigo y confidente perruno?
Me llené de culpa, de ira, de traición ante ese último pensamiento. Por su culpa, yo había perdido al único ser vivo que en verdad me entendía y me escuchaba cuando estaba triste. Lo alejé de mi cuerpo con brusquedad.
—¡Eres el bastardo que se aprovecho de mi cuando estaba borracha! —Chillé enfurecida—. ¡Maldito pervertido!
—¡Espérate mamacita! Que aquí, la única depravada sexual fuiste tú.
Eche humos por la cabeza y fue entonces cuando llegué a su cuerpo para abofetearlo. El chico se quedó perplejo ante esa acción y sin poder decir o hacer algo más, yo salí por la puerta del cuarto, apoyándome entre las paredes; intentando encontrar la puerta de la entrada para largarme de ese lugar cuanto antes me fuera posible...
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La vida no es solo suicidio
Teen FictionRoselyn Marfán perdió a sus padres en un terrible accidente vial a sus veintiun años de edad. Madurar le fue imposible, así que tras tres años de la tragedia, ella aún no puede superar la pérdida y sigue sin poder continuar con una vida normal. Vivi...