—¿Ándale, si?
La voz de esa chiquilla malcriada pero que siempre sería mi hermana se hizo paso entre la sala. Yo, mirando el televisor con una ceja molesta, la miraba.
—Scarlet, hazte a un lado.
—¡Anda, anda! —Chilló—. Mama dijo que lo hicieras…
Mis ojos rodearon hasta su cuerpo, dejando a un lado aquella pantalla de ciento ochenta pulgadas a la ignorancia. La miré molesto. Sabía que la palabra de mi madre para mí era la ley. Esa ley que, aunque nuca quería hacer, tenía que hacerlo.
—¿Le dijiste a ella antes de preguntármelo a mí, verdad?
Sonrío victoriosa, sacándome la lengua antes de subir las escaleras como la pequeña pero divertida chica de quince años de edad.
Bufé. Por lo menos este pequeño paseo al instituto de ballet, me daría un aire para dejar de pensar en Lensey, mi ex novia, esa mujer con la que había terminado hacia exactamente un mes y medio. Suspiré cansado y estirándome del sillón que me había acogido en todo ese tiempo de depresión. Tomé mis llaves, haciendo un poco de sonido al tomarlas.
—¿Lista? —grité.
—¡Voy! —Me gritaron desde arriba.
—¡Si no estás a la cuenta de tres, se te va el chofer...! —grité divertido solo para presionarla un poco
La pobre criatura casi caé de las escaleras mientras trataba de abrocharse las zapatillas en el aire. Se tambaleó un poco y al observarme abrir la puerta y luego cerrarla. Bufó como niña, antes de ir a mi cuerpo y golpearlo con delicadeza, ante mi muy mala broma.
Cerré la puerta tras mía y sin más preámbulos. Subimos al coche. Ella, como siempre, en la parte trasera.
—Te detienes una cuadra antes. —No tardó en decirme.
—¿¡Ah si!? ¿Y que más quiere señorita?
—Me encantaría un cono de nieve al salir, Jaime.
Sonreí divertido ante su ocurrencia y entonces chequé mi cartera. Si tenía dinero.
Nuestro recorrido fue lleno de música, velocidad y risas incontroladas. Me detuve en donde Scarlet me había pedido ir desde la partida. Acordamos una hora y entonces nos despedimos.
—Te quiero Walter —soltó con ternura antes de cerrar la puerta.
—Y yo a ti Scarlet, cuídate y métete a las clases, ¡que si no, le diré a mama que me chantajeaste!
Sonrío antes de caminar hacia una de sus amigas.
No esperé mucho antes de arrancar con velocidad a regreso a mi hogar. Siempre que no estaba con alguien me deprimía, pues mi ex novia era la que había cortado conmigo por mi supuesto amigo Daniel. Amigo que comenzó a echarle los humos desde mi comienzo de mi noviazgo.
Paré en el semáforo al recordarlo. Me pasé la mano por el cabello, despeinándolo. Solté un suspiro. El sonido de mi celular me entretuvo y antes de que el semáforo cambiara a verde, lo saqué de mi pantalón, tomando así la llamada.
—¿Diga?
—¡Walter! ¿Que onda wey? ¿Jalas hoy en el bar?
Me quedé inmenso en la pregunta del año ¿Desde cuándo Walter Flynn se quedaba en casa otro sábado? ¿Desde cuándo que no salía con mis amigos a emborracharme? Miré la hora.
—James, cuenta conmigo —soné convencido—. Solo me apartas una silla, que llegaré tarde.
—Eso es todo lo que quería escuchar de tus labios, chiquito —dijo mi mejor amigo, con voz de un sucio albañil narcotraficante.
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La vida no es solo suicidio
Teen FictionRoselyn Marfán perdió a sus padres en un terrible accidente vial a sus veintiun años de edad. Madurar le fue imposible, así que tras tres años de la tragedia, ella aún no puede superar la pérdida y sigue sin poder continuar con una vida normal. Vivi...