Carta de Elizabeth Hamilton a su hermana Angelica Church (antes Schuyler)
Apreciada hermana mía,
mi confidente y consejera, lamento no poder atender a tus cartas, en el momento preciso en que me llegan. Pero imaginarás la gran ironía que es mi vida, cuando leo encantada todas tus aventuras en el viejo continente, me doy cuenta de que poco tengo que contarte sobre mi vida, la ironía es que ni siquiera puedo escribirte porque estoy todo el día ocupada cuidando de mi hijo y atendiendo a mi amado esposo mío que ha vuelto de la guerra, (y no te notifico de su llegada por que doy por seguro que él mismo ya te lo ha hecho saber). En fin, que no tengo ni el tiempo ni la escusa para escribirte nuevamente.
Por cierto que agradezco que continúes enviando las tuyas aún sin tener antes respuesta de las mías, sin importar lo abrumada que pueda sentirme cuando usas palabras que me son ajenas, leerte es como leer a esos presumidos del congreso que mucho escriben de la moral y poco la practican. (...)
Antes de perderme en otro innecesario hilo sobre el día a día en Nueva York quiero preguntarte si has sabido algo de Peggy. Le he escrito un par de veces (no te enojes conmigo) pero no he obtenido respuesta. Estoy segura de que es la Schuyler más popular ahora, lo que he sabido de ella lo he escuchado en las calles insidiosas como tu las llamas. He escuchado que está con el Marques de Lafayette. ¡Pero si él está en Francia! De cualquier modo confío en que la hemos educado bien y sabrá cuidarse sola.
Cómo ya te habrás dado cuenta con ese don de la observación que posees desde que recuerdo, he dicho que no escribo porque no hay nada nuevo en mi nueva vida en New York, entonces ¿A qué se debe que decida escribirte? Pues cuanto me pesa escribirlo, no sé si ya lo sepas pero el oficial John Laurens ha pasado a una mejor vida.
Es triste, la carta que yo misma le leí a mi Alex, e hice un esfuerzo por terminar de leerla sin romper en llanto, esa carta decía que su tropa fue emboscada por un grupo británico que no sabía que la guerra había terminado, el oficial, que había reunido el primer ejercito de hombres de color, fue herido de gravedad por las tropas enemigas.
Ya imaginarás lo devastado que se encuentra mi esposo. Ha pasado las tardes encerrado en su oficina, cuando tiene ánimos para salir de ahí, puedo ver el polvo sobre los libros, lo que me dice que solo está ahí, sin leer ni escribir. A penas e intercambiamos palabras durante en el día, también lo escucho sollozar mientras carga a Philip.
Los últimos días, ha estado absorto en su trabajo, se ha formado como abogado y lo ejerce brillantemente, temo que esté haciéndolo para evitar sentir tristeza. Vuelve a casa cansado, e imagino que ya sabes lo que eso significa para nosotras, me sentiría sola sino fuera por Philip, cuando no vuelve cansado continua sus investigaciones y ensaya sus litigios en su oficina. Alexander se ha vuelto uno de los letrados más relevantes, al tiempo que yo me vuelvo la Schuyler menos interesante.
(...)
Basta de compadecerme de mi, no es para quejarme y llorar sobre tu hombro que te he escrito (También es probable que ya supieras todo lo que te conté de Alex tan solo al enterarte de la muerte de su amigo). La razón de mi carta va más allá de eso, necesito tu consejo, tu prudencia, por más que odie admitirlo necesito de tu razonamiento.
Primero, te ruego que no te enojes conmigo, lo que te voy a contar puede traerte recuerdos que prefieres negar, pero necesito que escuches lo que tengo que decirte. Sé que recuerdas muy en el fondo de tu buena memoria aquel tiempo en que compartíamos una habitación, y que éramos capaces tener los mismos sueños. Nuestro padre negaba que fuera posible y nos hacía jurar no decirle aquello a nadie fuera de la familia.
Si recuerdas cómo yo te visitaba en tus alocados sueños, también recordarás las veces en que Peggy parecía adivinar el futuro (...) Pues debo confesar que días antes de recibir la carta con la terrible noticia del fatal destino de Laurens, yo tuve un sueño, y en ese sueño estaba él, al principio era un sueño de Alex pero después apareció una hermosa mujer castaña y tuve una pesadilla (...)
Entonces vi a Laurens alzando una copa, estaba ebrio pero cantaba algo realmente trágico "Tal vez no viva para ver nuestra gloria" parecía que le cantaba a Alex, luego todo pareció arder (...)
Tengo miedo Angelica ¿Podría ser una premonición? ¿Y si fui capaz de soñar con el futuro como hacía Peggy de pequeña? Que horror, si todo lo de aquel sueño se cumple como pasó con Laurens, entonces el incendio, la desaparición de Alex y la de Philip ¿Qué les pasará? No quiero pensar en el mismo destino de Laurens.
Estoy dispuesta a todo para evitar que algo le suceda a mi Philip y a mi esposo, (en verdad no te enojes por esto) pero antes de eso prefiero morir yo primero, si eso de algún modo evita tal catástrofe.
(...)
Te imploro respondas con la prontitud con la que sabes hacerlo.
Te ama tu hermana.
Eliza
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HAMILBLOOD (Hamilton: La revolución de los vampiros)
VampireJohn Laurens revive, pero ahora es un vampiro. Después de la guerra comienza la verdadera revolución: la de los muertos. La vampiresa María Reynolds seduce a Hamilton quien es posible presidente. Angelica descubre más respecto a estos chupasangre...