6. Un rostro conocido pt. 3

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Laurens: Acabamos de llegar a la orilla del rio Combahee, estamos a punto de cruzarlo cuando un grupo de británicos listos para batallar nos embosca. Debieron de enterarse de nuestra presencia, algún infiltrado o alguno cercano a la plantación. Rápidamente alzo la voz para que nuestras tropas se preparen, ya no tenemos el elemento sorpresa, nos encontramos en desventaja táctica, no hay tiempo para organizarnos en filas es momento de atacar o morir. 

Suena el primer cañón, y el bullicio de hombres con sed de libertad, dispuestos a matar y morir inunda el campo de batalla. Galopeo hacia el enemigo con mi sable en dirección hacia nuestros adversarios, guio a mis hombres a su batalla final, no enfrentamos en el rio pero los casacas rojas intentan impedir que lo crucemos, quieren retenernos en ese lugar donde es difícil para nosotros luchar. Los nuestros, con ardor y valentía, disparan sus armas y desenfundan sus sables, el filoso sonido del acero chocando puede oírse entre los estallidos de la pólvora.

Una bala impacta a mi caballo, el dolor lo hace agitarse y caigo al agua, siento su pataleo atacarme hasta que pierde el equilibrio y cae también. Me compadezco de él, ahora debo continuar, me pongo en pie, pero un dolor recorre mi pierna, creo que me la he torcido. Con mi mosquete me defiendo de un enemigo que se abalanza sobre mi, el metal choca tres veces pero consigo herirlo en cuarto movimiento y derribarlo en el quinto. 

Busco entre la multitud el próximo enfrentamiento y justo a unos metros de mi está Charles Lee, una serie alineada de gotas rojas  atraviesa su rostro, respira con agitación, me mira con ojos iracundos, veo el odio en su semblante, justo después veo la boca de su pistola que apunta hacia mi dirección. 

No parpadea, prepara su tiro, estoy inmóvil, creo que nunca había temido tanto la furia de un hombre ¿Qué debió ocurrir para que el cobarde Charles Lee se volviera un sanguinario? No tenía importancia, porque con su pecho agitado tomó aire, y con la mano firme mueve su dedo hasta el gatillo y lo jala.

Cierro los ojos, escucho de entre los miles de disparos el proveniente de su arma, escucho que algo cae al agua detrás mío, rápidamente abro los ojos y me giro, es un oficial británico, ha muerto por el disparo de Lee. El estado de shock termina, vuelvo la mirada hacia mi defensor, pero Lee se ha girado para continuar batallando. Su acto me reconforta e igualmente me desplazo entre los cuerpos para herir al enemigo. 

Una espíritu eufórico emerge de las profundidades y mis hombres hacen retroceder al enemigo. Hemos conseguido cruzar el rio, y las tropas enemigos se repliegan cada vez más hacia atrás. Les grito a los míos que terminemos con ellos de una vez, y cientos de hombres al unísono gritan y se dirigen hacia el ejercito que en seguida emprende la huida, orgulloso veo a mis hombres marchar delante de mi.

Atrás el ejercito de Lee reagrupa a los heridos, y terminan de matar a los enemigos caídos. Finalmente miro a Lee a lo lejos, su rostro serio y victorioso esconde una sonrisa infantil. Ganamos parece decirme cuando me mira. Pero instantáneamente sus ojos se abren y sus cejas se levantan mostrando un gran terror, su rostro se deforma consternado. 

Antes de que yo pudiera reaccionar ante lo que veía en el rostro de Lee sentí el frio corte de una hoja de metal sobre mi espalda. Alguien me ha atravesado con un puñal. Caigo de rodillas y miro a mi espalda, es el hombre con la cicatriz y el diente de madera. Miro nuevamente a Lee quien corre hacia mi con una mirada trágica. El resto de los soldados nos rodean y el hombre que me había enfrentado en el bar se dirige a todos.
-No es ningún oficial- dice mostrando en su mano una carta -Es un marica-

Arroja la carta que escribí para Alexander al suelo. Me había equivocado, Lee no robó mi carta. Un hombre la pisa cuando se dirige a darme una segunda puñalada. Un tercero lo imita y este me escupe. Mientras más repetían la agresión Lee llego hasta mi, y me lanzó una mirada compasiva, al verme arrodillado sangrando por la boca, sus ojos grises eran nubes preparadas para llover, pero el contuvo las lagrimas lo mejor que pudo. 

"Deténganse" dice de una vez. Y con la mirada de toda su tropa sobre él uno de ellos le acerca el puñal ensangrentado. Lee duda un momento y noto la fuerza que emplea para que su mano no tiemble cuando lo sujeta en sus manos. Camina hacia mi lo mejor que puede. Ahora hay algo que descubre en él, es miedo. El miedoso Lee de nuevo al mando. Me mira con compasión. Y cuando está más cerca de mi le digo murmurando
-¿Que es una puñalada más?-

Intente comunicarle con mi palabras y mi mirada que yo entendía que él debía hacerlo, de no ser así... Le dije esas palabras que le eximían de cualquier modo. Hace unos instantes había salvado mi vida, yo ya estaba muriendo, no había necesidad de que ambos muriéramos por la ignorancia de hombres cobardes y necios. 

Estoy seguro que recibió el mensaje porque entonces se acercó hacia mi y me clavó profundamente con la hoja mortal. Mientas enterraba el arma en mi estomago me sostuvo con su otro brazo.
-Lamento que estés lejos de tus amigos- dijo Lee susurrándome tristemente al oído.
-Al menos veo un rostro conocido- digo apenas pudiendo hablar.

Cuando retira el filo y me suelta caigo de espaldas al suelo. Lee les indica que me lleven al rio, dos hombres me cargaron y me arrojaron al agua, luego de un momento en las profundidades me elevo hasta la superficie, el paso del rio me arrastra con él. Estoy inmóvil, y solo siento como si me drenara, el rio se pinta de rojo a donde voy.

Miro con los ojos casi cerrados el cielo azul, todo empieza a oscurecerse, el sol comienza a apagarse. Así como la llama de una vela se esfuma con el soplo del viento, así mismo me siento sobre este rio al que caen mis lagrimas. Cierro los ojos, pero lo veo claramente... me estoy desvaneciendo. Estoy muriendo.


HAMILBLOOD (Hamilton: La revolución de los vampiros)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora