THE DEVIL JAIL | au twitter

DECIMO OCTAVA PARTE

       Continuación de la escena anterior...

Las estocadas eran profundas y duras, sus muslos chocaban contra el del otro produciendo un estruendoso y erotico ruido. Los gemidos y gritos se escuchaban por toda la habitación, un exquisito olor inundaba todo el lugar.

Sus cuerpos pegados, sus manos tratando de tocar cada centímetro de piel posible, sus bocas secándose de tantos besos y una excitación que segundo a segundo iba aumentando.

Sin dudas era la mejor follada de toda su jodida existencia.

Hacia un tiempo que habían dejado de pensar, sus instintos los manejaban por completo. Eran dos personas que se necesitaban, que se deseaban y que jamás iban a poder saciar su deseo.

Lo mejor de todo, era que parecía que ambos podían continuar así por el resto de sus vidas. Sin cansancio ni fatiga, sin calambres, sin hambre o sed, sin necesidad de una lubricación constante y con una perfecta erección que se mantenía firme durante todo el tiempo que necesitaran.

Harry se encontraba acostado, con el ojiazul encima de él. Se miraba directo a los ojos, analizando cada movimiento, sintiendo todo lo que pasaba a su alrededor.

El dulce aroma de las velas, la leve ventisca que recorría la habitación y les producía un pequeño escalofrío, sus respiraciones agitadas.

Poco a poco, las estocadas comenzaron a ser más lentas, pero la intensidad seguía ahí, casi palpable.

Louis recorría el cuerpo frente a él, acariciaba cada pedacito de esa hermosa piel. Eran movimientos lentos, que incluso llegaban a hacerle cosquillas al ojiverde. No se quería quedar con ningún rincón sin olfatear, no quería dejar ningún lunar sin besar e iba a recorrer esos magníficos tatuajes las veces que sean necesarias.

Quizás se detenía en algunas partes a dejar besos un poco más profundos, succionando al punto de dejarle una marca rosácea, casi morada. Ese cuello y esas clavículas eran su debilidad, podría quedarse a vivir allí todo el tiempo que sea necesario y sería la persona más feliz de la galaxia.

Era algo gracioso, Harry era una persona muy musculosa, intimidante y temida. Y sin embargo, ahí estaba. Como un corderito, dejándose recorrer sin ningún tipo de vergüenza, recibiendo cada mimo y cada caricia que el ojiazul le pudiera ofrecer. Sintiéndose querido por primera vez en mucho tiempo.

Porque si, ya no se trataba de algo meramente físico. Era inexplicable, como si se conocieran de vidas pasadas. Solo bastaron unas horas en contacto para que pudieran enlazarse de una forma mucho más personal.

Quizás al principio fue algo muy superficial, un juego de egos que parecía interminable. Provocaciones, manipulaciones y una libido única. Pero al pasar los días, ambos se dieron cuenta que eso era algo más.

Por eso, Louis se había alejado y no había seguido insistiendo con ese mundano.

Y por eso, Harry decidió entregarle hasta su alma... solo para verlo unos segundos más.

Así es como llegaron a ese momento, sin darse cuenta, se fueron buscando con los ojos cerrados. Siguiendo un instinto raro, sin motivos previos y casi por arte de magia.

Sin dudas Harry no era un creyente del destino, la vida nunca le sonrió ni estuvo de su lado. Su pasado lo había vuelto obstinado, cruel y sarcástico. Como una bomba del tiempo.

Las personas que lo rodeaban solo estaban ahí por conveniencia u obligación, nadie se había tomado el tiempo de mirar dentro suyo. Nadie nunca había intentado atravesar con besos y caricias esa dura coraza que él mismo se había creado para no salir lastimado.

Ahora que ponía las cartas sobre la mesa, quizás el destino había movido esas piezas a propósito, para que todas esas decisiones "inconscientes" lo llevaran al lugar en el que estaba ahora.

A ese magnífico lugar, que olía a vainilla y a hogar. Con caricias que eran como un choque eléctrico, con chupones que parecían que lo iban a elevar hasta el cielo. Con manos firmes, besos suaves y una conexión que ambos pensaban que nunca iban a tener con nadie.

Luego de tantas idas y vueltas, se habían encontrado.

Quizás el destino existe, y a pesar de todo se iban a encontrar. O quizás solo había sido la mejor coincidencia de sus vidas.