DECIMO SEPTIMA PARTE

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—Por dios...– se quejó sin aliento, con los ojos cerrados y la boca medio abierta. Cerrando sus puños en aquellas sedosas sábanas rojas y perdiendo poco a poco la cordura. 

Una mezcla de sensaciones invadía su cuerpo. Por un lado tenía la suavidad de su lengua, que estaba haciendo maravillas en su erección, chupando y lamiendo. Por el otro, tenía la dureza de sus dedos, que estaban estimulando su entrada con movimientos rápidos y circulares. 

El ojiazul estaba muy ocupado en ese momento, tenía un gran asunto entre manos. Llevando esa erección hasta el fondo de su garganta, chupando su glande y saboreando cada gota de pre-semen que expulsaba ese pene.  

Sin embargo, al escuchar esas palabras Louis levantó su rostro y se encontró con una imagen que ni en sus más calientes sueños pudo imaginar. Harry tenía el rostro y el pecho sudados, la cabeza echada hacia atrás y su boca solo podía producir susurros inentendibles. Estaba completamente sumido en el placer. 

—¿Realmente te atreves a soltar el nombre de Dios mientras estás en la cama con el Diablo?—esbozó una media sonrisa— no se si castigarte o felicitarte por tu valentía. 

Llegado ese momento Harry ya no podía pensar con claridad, lo necesitaba. Necesitaba todo lo que ese hombre podía darle, quería llegar a saber cuál era el límite que tenía. Nunca antes había experimentado algo así. 

No le importaba en lo más mínimo dejarse estar en las manos de ese hombre. Darle todo el control y simplemente ser él quien disfrute del más mínimo movimiento y chupeton. Louis era un experto, sabía qué y cómo hacerlo. Él sabía cómo enloquecer a alguien incluso sin tocarlo, pero también sabía cómo tocarlos para hacerlos enloquecer por completo. Casi sin esfuerzo.

Ahora entendía por qué Lucifer era el ángel favorito de Dios. 

—C-castígame, p-por favor...— suplicó Harry, sus piernas temblaban y veía luces de colores a su alrededor. Su cuerpo parecía de gelatina, cada roce que le daban lo hacía sollozar y un calor indescriptible abrazaba cada célula de su piel. 

Los ojos de Louis abandonaron todo apice de color azul, sus pupilas se dilataron de tal formal que solo eran dos puntos negros. Humedeció sus labios con la punta de su lengua y le ordenó con una gran voz ronca.— Date la vuelta. 

Sin dudarlo dos veces, el rizado hundió sus manos y rodillas en aquella cama. Totalmente dispuesto y entregado a él. Sintió un tirón en su larga cabellera, Louis había tomado su cabello en una coleta y lo acercó de un solo golpe a su cara. Sus pechos sudados se unieron al instante y la erección del diablo pegaba en su entrada. 

—Voy a llenarte, corderito. Voy a llenarte de mi, de mi esencia. Lo quieres, ¿verdad?. Lo querías incluso antes de comprobar mi existencia, antes de meterte en esa bañera y rogar por un poco de mi atención. Decime que lo queres, suplicame que acabe adentro tuyo y que te haga llegar al mejor orgasmo de tu vida. Ya soy dueño de tu alma, ahora dejame ser dueño de tu cuerpo. 

—P-por favor, y-yo yo te lo ruego. Te necesito L-louis, por favor. — ya había perdido todo gramo de dignidad que le quedaba, su hombría y orgullo estaban por el subsuelo. No le importaba parecer necesitado de atención, el Harry que alguna vez existió se había evaporado en ese instante. Lo único que necesitaba era sentirlo adentro, llenarse de él. 

Había esperado tanto tiempo por ese momento, lo había pensado, soñado e imaginado de todas las formas posibles. Desde la primera vez que lo vio, él sabía cómo iba a terminar todo esto: los dos perdidos en la lujuria y la pasión.

El rizado soltó un gemido fuerte cuando el miembro de Louis penetró sin previo aviso en su interior. No necesito lubricante, como si mágicamente su cuerpo solo estuviera preparado para eso. 

Lo invadió una mezcla de dolor y el placer más abrumador que hubiese sido capaz de sentir en su vida. Sentía los dedos del ojiazul agarrando firme su cadera, los estaba hundiendo a tal punto que sabía que le iba a quedar una marca al día siguiente. Las estocadas cada vez eran más rápidas e intensas. 

—Oh, oh j-jesus san... 

Una ruidosa nalgada se estampó en su parte trasera, dejando un leve ardor que se transformó rápidamente en satisfacción. Sintió un tirón de pelo mucho más fuerte que antes, Louis lo estaba cabalgando. Cuando estuvo a punto de quejarse, un golpe más fuerte y preciso lo azotó de nuevo. Pero esta vez no era su mano. 

—No s-sabía que el diablo usaba latigos. 

—Solo cuando lo provocan demasiado, te sorprendería saber la variedad que tiene. 

Entre jadeos, lo único que pudo hacer el ojiverde fue sonreír. Así que ese era el juego al que le gustaba jugar al diablo, látigos y fustas. Solo podía pensar en las diferentes formas de molestarlo para recibir todos los tipos de castigos posibles. Esto va a ser muy divertido, pensó con una sonrisa en su rostro.

THE DEVIL JAIL | au twitterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora