Prólogo: La caída de Krypton

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El viento fuerte y brusco, era el culpable de deslizar la nieve hacia el lado derecho de Jor-El, con una temperatura de -50°C

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El viento fuerte y brusco, era el culpable de deslizar la nieve hacia el lado derecho de Jor-El, con una temperatura de -50°C. De no ser porque el hombre llevaba consigo un traje completamente plateado —similar al aluminio—, cubierto por un casco ancho y pesado, con un visor oscuro que le cubría toda la cara, no podría estar ahora encima de su deslizador, sujeto de los barandales. Pero aún con esto dicho, había desventajas. Sí, podría traer consigo un traje que lo estaría calentando de manera constante, un casco que evitaría que sus cejas se congelaran, y garantizaba la seguridad de sus ojos. No obstante estaba en la zona norte de Krypton, donde siempre estaba oscuro. Y aunque su deslizador poseía dos faros al frente, y se mantenía elevado gracias a cuatro propulsores de luz por debajo, era difícil ver. Si era descuidado, podría morir al toparse con alguna formación rocosa, como le había pasado a otros exploradores antes que él. Pero quizás, lo más peligroso de aquel territorio prohibido, era el ruido. Siempre había un fuerte viento que opacaba todo lo demás a los alrededores. Jor-El, apenas y podía reconocer el zumbido salido de los propulsores de su deslizador. Y esto era peligroso, ya que la zona estaba repleta de monstruos y criaturas desconocidas; las cuales, si no estabas totalmente atento, podrías terminar en alguna de sus fauces, ya que solían aprovechar las ventiscas para atacar de manera sigilosa. Sin embargo, para suerte de Jor-El, el camino que estaba dispuesto a recorrer se lo sabía de memoria, pronto retrayendo las muñecas sin soltar el barandal; descendiendo de esta manera. Mientras lo hacía —y con mucho cuidado—, Jor-El despegó su mano derecha del respaldo para llevarla hacia su cinturón negro, en busca de un estuche rectangular. De ahí sacó un aparato similar a un control, con una pantalla oscura en él. Al activarlo con el pulgar —presionando un botón de en medio— la antena superior comenzó a emitir una luz verde parpadeante, y en la pantalla apareció una secuencia de números del mismo color que el brillo de la antena, que iban cambiando de manera constante mientras dejaban escapar un pitido. 1-0-7-1-9-1-4, fue el código final. Jor-El guardó su control casi y al mismo tiempo que volvía a contraer sus muñecas en el barandal, estando ya, a sólo centímetros del suelo. Y no tardó mucho, para llegar cerca de un gran agujero cilíndrico, en donde a un lado detuvo su transporte. Y sin bajar de él, Jor-El volvió a buscar algo de entre su cinturón, ahora era un pequeño objeto metálico en forma de un cilindro que podía tomar entre los dedos. Era una pequeña registradora de voz. 

—Región norte, sección 1-0-7-1-9-1-4 —habló al poner su aparato cerca de su visor—. Fecha 17-10-Omega-96. Jor-El al habla, en espera de la sonda 1-9-3-1. Esperando concluir investigación respecto al núcleo de nuestro planeta denominado como Krypton, con esperanzas de tener una respuesta concluyente a los fenómenos tectónicos que en fechas actuales sufrimos. Cualquier dato concluyente será informado inmediatamente al congreso de Super-Man, y a Super-Man mismo. 

Al terminar su reporte, Jor-El guardó de nuevo su aparato, para de esta manera esperar. Y después de una hora completa, de entre el agujero oscuro, salió un pequeño aparato robótico, similar a una medusa. Esta flotó hasta llegar a las manos de Jor-El, retrayendo al mismo tiempo sus cables inferiores; siendo así más fácil de cargar. Jor-El la abrazó como si de su hijo se tratase, mas olvidó estar atento, olvidó el sonido, y cuando sintió el jalón que volcó su deslizador ya era demasiado tarde. En sólo segundos estaba cayendo de frente, con las manos extendidas por instinto, soltando sin querer la sonda. Por suerte —si se le puede llamar de esta manera— el aparato cayó en suelo firme, a diferencia de Jor-El que fue a los lados del agujero, apenas y logrando sostenerse de una orilla con los antebrazos. Su corazón se hundió y su estómago pareció querer explotar. No podría sostenerse por mucho, pues por la nieve terminaría por resbalarse y caer. Y frente a él, un gran y temible monstruo. Era bípedo. Jor-El calculó al momento, que tendría diez metros de altura. Tenía una anatomía similar a un bebe. Un cuerpo muy esbelto, pero compacto, cabezón y con dos alas similares a las de un murciélago. Pero su piel era café, y solo poseía dos colmillos inferiores. Y su mirada aterrada, con unos ojos mamíferos, terminó por confirmarle a Jor-El que aquello era una cría. Aunque no es que fuera de mucha ayuda. 

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