Capítulo Cuatro: Julie

258 26 54
                                    

En las alturas de una azotea, con la luna iluminando la ciudad de Gotham, dos hombres bien vestidos, de sombreros blancos y trajes elegantes —uno anaranjado con rayas verticales, y el otro de un verde oscuro y del mismo diseño— salían de una puert...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En las alturas de una azotea, con la luna iluminando la ciudad de Gotham, dos hombres bien vestidos, de sombreros blancos y trajes elegantes —uno anaranjado con rayas verticales, y el otro de un verde oscuro y del mismo diseño— salían de una puerta hacia el lugar, armados cada uno con una pistola. Ambos se encontraban sumamente agotados, estaban transpirando, luchando por dar fuertes bocanadas de aire en busca de relajarse y a sus corazones, que estaban bombeando más fuerte de lo normal.

—Creo que los perdimos —dijo entonces el de traje verde, cargando en su mano izquierda una lonchera roja, la cual ocultaba unos valiosos diamantes. 

—Cierra la entrada —le ordenó su compañero más al frente, mirándolo de reojo—. Si la policía entra al edificio, debemos tener aunque sea un obstáculo preparado. 

Mas mientras el hombre de las joyas dejaba las mismas en el suelo y se preparaba para trabar la puerta de entrada a la azotea, ninguno notó a cierta criatura similar a un murciélago, pero con cuerpo humano, pegado justo por detrás de una chimenea, justo como un murciélago haría. Y cuando menos se lo esperaron, Batman cayó por encima del hombre de traje verde, aterrizando literalmente encima de él. 

El compañero, que apenas vio el sombrero blanco de su colega volar por los aires del frío de la noche, alzó enseguida su pistola en contra de Batman; mas este, arrojó por debajo de su guante, algún objeto metálico que se le incrustó en los dedos e...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El compañero, que apenas vio el sombrero blanco de su colega volar por los aires del frío de la noche, alzó enseguida su pistola en contra de Batman; mas este, arrojó por debajo de su guante, algún objeto metálico que se le incrustó en los dedos e hizo que por instinto soltara el arma. Y en un ataque provocado por estrés, el ladrón de joyas se abalanzó en contra del vigilante, logrando embestirlo antes de caer al suelo por encima de él; casi y chocando con la cornisa derecha. Dos fuertes puños fueron lo único que el ladrón logró infligir en la quijada de Batman, al menos antes de que este usara sus piernas para arrojarlo hacia el frente de sí, fuera de la cornisa y hacia la aterradora gravedad que lo llevó a caer en una eternidad de terror antes de morir en el asfalto. 

—¡No! —gritó entonces aquel primer hombre que había atacado Batman, apenas y logrando apoyarse en sus antebrazos—. ¡Lo mataste!, ¡lo mataste! —le comenzó a gritar mientras lágrimas y un odio marcado comenzaban a crecer—. ¡Era mi amigo, bastardo! —aseguró antes de tomar su pistola de nuevo; pero no se había percatado de que Batman se le estaba acercando, aprovechando su distracción al reclamarle, y para cuando se levantó y apuntó, Batman ya estaba al frente de él, tomando su muñeca en un parpadeo.  

Superhéroes a través de la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora