Capítulo Uno: Superman

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Algo similar a un cohete, de un color plateado, se abre camino por el sistema solar

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Algo similar a un cohete, de un color plateado, se abre camino por el sistema solar. Pasando por varios planetas como Saturno, Júpiter y Marte; resistiendo las rocas espaciales, hasta finalmente acercarse a la Tierra. Empezando y terminando todo, con aquella nave. 

Mientras tanto, en las calles de una ciudad conocida como Metrópolis, un automóvil —un Ford T—, merodea solo, teniendo los faroles delanteros encendidos. Su portador, un hombre mayor, acomodaba un poco su sombrero con su mano libre, dándose la oportunidad de admirar el cielo; la luna y las estrellas. Pero en eso, una llamó su atención en particular. Brillaba a su parecer, más que el resto. Y la estrella comenzó a brillar más, más y más. Parecía que estaba acercándose. Pero eso no era posible, pensó. No obstante ese pensamiento desapareció cuando el sonido de la velocidad bañó sus oídos, y la estrella impactó al frente de su auto, obligándole a frenar de golpe. Un pequeño tirón sintió su cuello cuando el auto paró, y su impresión y miedo crecieron, al ver una nube de polvo alzarse al frente. Y con las manos temblándole —aún sujetas al volante— se decidió a investigar; quitándose el sombrero para dejarlo adentro del vehículo antes de bajar y correr hacia la zona de impacto. Al llegar —entre algo de tos— tuvo que agitar su mano para dispersar el humo. Y cuando su vista logró adaptarse, observó a sus pies un extraño objeto metálico. «¿Pero qué es esto?», se preguntaba para sus adentros. Al mismo tiempo, el cohete abrió sus compuertas superiores, haciendo retroceder al hombre del susto. Pero su alma y corazón se acongojaron, al escuchar el llanto de un bebé. 

—¡Dios mío! —gritó una vez se acercó de nuevo al objeto, siendo el primer humano en conocer a Kal-El, el último hijo de Krypton—. Es sólo un niño —aseguró antes de inclinarse para poder tomarlo del estómago; acurrucándolo en sus brazos—. ¿De-de dónde has venido? —le preguntó, teniendo en respuesta, el llanto del infante. 

El hombre giró la cabeza a sus espaldas, a sus lados; a donde fuese. ¿Qué podía hacer? ¿Quiénes eran los padres de aquel niño? No podía quedárselo. Era demasiado viejo. «Un orfanato», pensó. «Debo llevarlo a un orfanato», se repetía mientras miraba al joven en sus brazos, sin saber que aquel bebé, cambiaría la historia del planeta. 

...

18 de abril de 1938

El sonido latente de la nada oscura, era el reflejo de aquella celda compacta y sucia, que sólo era opacada en tristeza y amargura, por aquella mujer de uniforme verde, encorvada en una cama dura como la piedra; ahogada en lágrimas de desesperanza. Era víctima de una injusticia; destinada a la muerte.     

—Evelyn Curry —habló con fuerza un oficial al otro lado de los barrotes—, es hora. 

Mas lo que Evelyn no podía ni imaginar, era que la esperanza aún estaba de su lado. Su esperanza ahora, se elevaba en grandes saltos por el frío de la noche, con la verdadera culpable reposando en su hombro. Pero tenía que darse prisa, pues Evelyn era puesta en pie a la fuerza, siendo golpeada al intentar resistirse. El único que podría salvarla de su muerte, era el Gobernador de Metrópolis. No obstante, ahora se encontraba en su mansión, estando entre los brazos de Morfeo. No podía escuchar sus súplicas, no podía escuchar su llanto y miedo ante la muerte injusta. Pero por suerte, su mayordomo escuchó el retumbar desesperado de la puerta de entrada. Eso era extraño, fue lo que pensó en un primer momento. Y con una bata de cuadros rayada, un gorro rojo, y armado con un revólver M1917 oculto entre sus prendas, es que salió de su habitación para así bajar por las escaleras hasta la puerta que no dejaba de sonar.

Superhéroes a través de la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora